Vanessa Bell se mudó de Londres a un departamento frente a Plaza Congreso hace diez años. Con varios trabajos que engloba en su sitio Creme de la creme y el proyecto de salvar al edificio Ariston en Mar del Plata, dice que nuestro país siempre fue su “tierra prometida”. Su mirada sobre Argentina y el “lado B” de Inglaterra.
No muchos porteños deben conocer Buenos Aires como esta inglesa. Vanessa Bell (40) vivió en Londres hasta los 30 años y se mudó hace una década a un departamento con vista a la Plaza Congreso. Hasta que la pandemia apretó la tecla de pausa del mundo, organizaba tours con turistas extranjeros y argentinos por los barrios de nuestra Capital, mostrando fachadas, palieres y rincones curiosos, entre otras múltiples actividades.
Sin embargo, no fue una paracaidista que se arrojó a la aventura porteña por desesperación, falta de oportunidades o necesidad de exiliarse. “Mi mamá es argentina, y siempre me trajo. Yo adoraba viajar a Buenos Aires y pasar los veranos con mis padres y mi hermano en Villa Gesell. Me hacían escapar del frío de Londres. Siempre tuve una conexión particular. No soy una extranjera que cayó y dijo ‘qué copado es Buenos Aires’. Tengo mi abuelo de 91 años acá en Belgrano. Tengo mis tíos. Y llegué con una formación en castellano, conociendo la cultura aún viviendo en Inglaterra a través de mi madre. Para mí, Argentina era la tierra prometida.”
-¿Por qué se fue del país tu madre?
De esa fascinación por la tranquilidad de las calles a la hora de la siesta en el verano, los almacenes de barrio y las panaderías quedó latente el deseo de vivir una experiencia full time. Y así sucedió. En un castellano con tonada porteña, enumera: “Me mudé aquí hace diez años. Empecé a dar clases de inglés, lo que fue una herramienta formidable para conocer gente. También soy periodista, especializada en arquitectura, diseño, moda, lifestyle, escribo para medios importantes de esa temática artículos enfocados en Argentina y el Cono Sur. Todas mis actividades acá se fueron retroalimentando. Y así nació mi sitio Creme de la creme, en las redes.”
Aunque era conocida en ciertos ambientes, un hilo que publicó en Twitter la hizo viral. Allí enumeraba las costumbres argentinas. Entre otras cosas, se sorprendía con los encargados de edificio que “regaban” la vereda, la escasez de monedas, la manera de besar de los chicos con “lenguas como lavarropas”, la reticencia de los kioskeros a dar cambio (“de 100 pesos” escribía el año pasado… maldita inflación), el “pasatiempo de hacer cola” para cualquier trámite, la ignorancia sobre el uso de las especias y los telos.
-¿Qué agregarías y qué sacarías de ese listado ahora?
Pero una cosa es ir a vivir a un país extranjero, incluso a probar la experiencia por un tiempo -como podría indicar ese hilo-, y otra permanecer allí durante una década y fijar raíces. “Lo que sentí acá, y lo noté en amigos que quizás estuvieron por un tiempo y se fueron, es el tema de la espontaneidad, como que acá te pueden decir a las ocho de la noche “che, vamos a tomar una cerveza”, o te invitan a un asado el mismo domingo que lo hacen… Obvio, ahora en cuarentena se perdió, y eso me entristece. Lo que digo es que en Inglaterra planeás hasta una semana adelantada las salidas. Tampoco digo que acá todo sea perfecto, pero hoy mi interés y mi pasión están en Argentina”.
-¿Cómo viviste la cuarentena?
-Yo al principio sentí miedo. Mi papá es médico clínico, y siempre vi esto con esa perspectiva. Allá estuvo muy jodido, y antes que acá. Si ellos no lo podían manejar, si el sistema público no daba abasto, bueno… Con el diario del lunes es más fácil decirlo, pero quizás aquí se podría haber estirado un poco la entrada en la cuarentena. Es una medida que hace mal a la economía y a la salud mental. Ahora en Inglaterra están cerrando absolutamente todo y volviendo puertas adentro. Es fuerte que en Inglaterra saquen las libertades y pongan toque de queda en ciertos lugares.
-Ahora, al revés que hiciste vos, son muchos los argentinos que se quieren ir. Sobre todo jóvenes.
-¿Con la economía argentina cómo te llevás?
-Cuando vine, lo que me chocó mucho de ser freelance eran los aumentos de honorarios, me llevó años sentir que no estaba estafando a mis alumnos.
-Hasta que te enteraste qué era eso de la inflación…
-(ríe)…Cuando lo entendí bien, supe que es parte de cómo se vive acá. Tengo alumnos internacionales, y la realidad es que tengo una cuenta en Inglaterra, no quiero ser ingenua. Pero hoy por hoy, mi ingreso principal es en pesos. La mayoría son alumnos de acá, los extranjeros son una excepción a la regla. Les ofrecí un precio friendly, porque varios perdieron sus trabajos. Mi filosofía de vida siempre fue algo kármica: si doy una mano, me la van a dar a mi. Y descubrí en la pandemia que mis mejores amigos son argentinos. El sentido de la amistad acá es mágico. En Inglaterra son más fríos. En la Argentina los amigos son familia. De hecho armé una estructura con gente a la que podía llamar cuando me sentía mal. Y con una amiga armé un bubble, una burbuja, para de vez en cuando quedarme a dormir en su casa porque era demasiada la soledad en la cuarentena.
Y así, mientras otros sueñan con armar las valijas y comenzar de nuevo en alguna región del globo, ella tiene un gran proyecto aquí: “Uno de los grandes temas para mi, es que el año pasado arranqué una campaña para salvar un edificio histórico en Mar del Plata, el Ariston. Y con mi locura los convencí de que me lo vendieran. Presenté el proyecto en Londres, auspiciada por la embajada argentina allá. Estaba dando grandes pasos, a punto de tener reuniones con posibles inversores y pasó todo esto. No lo puedo hacer por zoom. Va a ser mi proyecto por los próximos años”.
-Acá se hace muy difícil pensar a largo plazo…
-Claro, acá son seis meses un proyecto, y si no funciona rápido se pasa a otro, y así… Entiendo, porqué no sabés cómo va a ser la economía de acá a una semana. Yo por ser inglesa, quizás tengo otras herramientas para pensar en ir más lento y más seguro. Yo soy muy optimista. Sobreviví diez años acá y estoy más enamorada que nunca de este país. Tuve que trabajar un montón, inventándome sola, sin la ayuda de mis padres. Es importante para mi decir que construí algo acá. Si en Inglaterra querés ser un emprendedor, hay tantas reglas que si no hacés una gran inversión y no tenés quién te banque, es muy difícil arrancar.
-¿Creés que aquí se idealiza mucho Europa?
-Se idealiza lo que es la vida cotidiana. Ok, podés decir que no hay inflación, pero no todo viene gratis, hay un montón de obligaciones. Acá hay otra libertad. Yo vivo sobre Plaza Congreso. Vi muchas manifestaciones, allá no podés, te llevan preso… No es más libre. En Argentina, además, no siento esa carga de “llegar a algo”. Creo que en cuarentena todos nos replanteamos qué es el éxito, cuando hay parientes o conocidos que pueden morir, o que se mueren. Este país es desafiante, lo entiendo, pero la vida también es encontrar felicidad y paz. Tienen un país más humano. Y yo no quería algo estructurado. Eso me asfixiaba en Inglaterra. Todo era trabajar, salir, ir al pub… Y así todo el tiempo. Acá soy muy feliz. Pero al mismo tiempo, subo a un taxi, digo que soy inglesa y me preguntan “¿qué hacés acá?”… Vos te subís a un black cab en Londres y aunque el chofer se mate todo el día tratando de ganar plata, nunca te va a preguntar eso. Hay como un orgullo… El porteño, el argentino, ataca mucho a su país.
-¿Y qué respondés cuando te lo preguntan?
-Me frustro y quiero convencerlos de todo lo bueno que tienen. Acá hay una idea preconcebida de que allá todo es genial. Y no digo que no se pueda vivir bien, pero para la clase media de Inglaterra es casi imposible comprar una vivienda. Yo pagaba 700 dólares por una habitación en una propiedad que compartía con roomates. Y quizás ganaba 1500. Sigue habiendo esos valores. Yo vi gente de clase media acá a la que los padres les dieron una mano para comprar una casa. No tienen hipoteca. ¡Eso me volaba la cabeza! En Londres para tener tu propio departamento a los 29 años tenés que ser millonario. Mi hermano paga una hipoteca a no sé cuántos años.
-Acá directamente no podés sacar un crédito…
-(ríe) Si, es cierto. Pero lo que digo es que si alguien piensa que allá va a ser más fácil, se equivoca. Tenés que trabajar años y años y tampoco llegás. Tengo amigos con buenos cargos y no pueden ahorrar. Están en la rueda del hamster.
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