Hay momentos que nos vemos tentados a analizar su vida desde lo temperamental pero, no tomando este concepto sólo desde su apreciación emocional , sino desde una visión que conjugue el cruce y el entrelazado de una vida predeterminada por la certeza del cumplimiento de una misión ineludible y el apremio por vivirla con la voracidad de una existencia, inexplicablemente, signada por una cronología breve , que condensaría en pocos años, sin ninguna opción de alargue, la realización de una obra, única, irrepetible en su consistencia, impregnada de la promulgación de una eficacia y eternidad corporizadas en millones.
Quizá tuvo la gracia de un místico sensor que, le advirtió cada suceso como una oportunidad irrepetible. Y como tal lo asumió. Urgida, apremiada por una llama que ardía sin tregua, logró que cada estallido existencial, tuviera el carácter fulgurante de un logro perdurable. Aún los tropiezos, no tuvieron para ella la posibilidad de la indulgencia. Lo urgente estaba siempre ahí, cerca; el reclamo no daba tregua, era siempre “ahora”, vehemente. Así vivió, en incansable entrega; así murió, en ofrenda total. Disputando cada espacio y haciéndolo suyo hasta el último tramo, aunque sabía que inexorablemente la opción se extinguía.
El día 7 de Mayo de 1919, nacía en Los Toldos, Partido de Gral. Viamonte, en la Provincia de Buenos Aires, María Eva . Junto a su madre, Juana Ibarguren y sus cuatro hermanos, formaban la familia irregular de Juan Duarte, quien fallece cuando ella tenía casi siete años. Es entonces cuado el grupo familiar se muda a vivir a Junín. Infancia difícil y austera. Eva permaneció aquí hasta 1935, cuando decide irse a Buenos Aires, con el entusiasmo y el sueño de llegar a ser una actriz. Con escasos recursos y sin educación afronta otra oportunidad que parece irreversible. Sentía que debía conocer otras realidades para proyectar su vida, con tan sólo 15 años viaja a Buenos Aires, donde se enfrenta con un mundo hostil y duro, cuyas reglas no conoce. Logra un éxito apreciable, el triunfo no le es mezquino, en el teatro y en radio.
Sin embargo hay un escenario que la está esperando. Las circunstancias tienen una maravillosa forma de relacionar oportunidades cuando el destino se transforma en vocación. Un evento solidario del mundo teatral realizado en el Luna Park para recolectar fondos destinados a ayudar a los damnificados por el terremoto de San Juan, permite que María Eva Duarte se encuentre y conozca al entonces Coronel Juan Domingo Perón, en ese momento Secretario de Trabajo y Previsión, desde donde se coordinaba toda la tarea gubernamental y social para San Juan.
Comienza a gestarse Evita. A partir de entonces el amor y el cometido se fusionarán para generar un dueto que marcará la historia nacional en un antes y un después.
Habrá un historial de reivindicaciones sociales, el desarrollo de un movimiento nacional político-social, habrá un acaecer de “los días más felices”, se desplegará una revolución social en paz, habrá “un subsuelo de la patria sublevada”, habrá un 17 de octubre de 1945 que no podrá igualarse, habrá toda una gran masa de obreros, de humildes, de excluidos que recibirán la condecoración de “los cabecitas negras”, “los descamisados”, que a partir de entonces ocuparán páginas elogiosas en las cátedras de sociología o de la “la fenomenología existencial” más positivista posible.
Lo importante es que hubo una historia: compleja, ardua, distinta, única e inolvidable. Incomprensible para algunos; maravillosa para otros muchos, que están convencidos que en su realización Eva Duarte fue, entrañablemente y por siempre, “Evita”.