Agustín Canapino vivió un domingo muy especial y ganó la final de TC. Desde arriba lo ayudó su papá y desde abajo la fuerza que hicimos todos
El primer compromiso de la temporada 2021 de Turismo Carretera no fue una más. El fin de semana vivido en la fecha apertura fue muy distinto. El clima se notaba diferente y no era para menos. La desaparición física de Alberto Canapino cayó con un balde de agua helada. La triste notica era tema recurrente en la zona de boxes. Se quería hablar de otras cosas pero al final no se podía no tocar el tema de Alberto. La tristeza, la bronca, y la impotencia, estaban en el aire del autódromo platense. Se percibía, se notaba. No era para menos.
El día sábado, cuando Agustín Canapino ganó la clasificación, aparecieron las primeras lágrimas. Esas lágrimas pertenecían a los mecánicos del equipo que, viendo el logro obtenido en la previa, aprovecharon para desahogarse públicamente. Pero fiel al trabajo que los caracteriza, y que les inculcó quien ahora los mira desde el cielo, a los pocos minutos siguieron trabajando pensando en la final del domingo. Esa también significaba mucho para ellos porque el trofeo llevaba el nombre de uno de los preparadores más exitosos. Y ese preparador los había dejado hacía muy poco.
Llegó el domingo y esa sensación extraña que se vivía se potenció. Agustín se llevó la serie y se convertía en el gran candidato a la competencia final. Previo al primer capítulo se dio otro hecho que hizo trabajar la máquina de los recuerdos. Los autos que fueron campeones de TC, preparados por Alberto, y que están en el Museo del Roberto Mouras, salieron a pista. Fueron los vehículos de Christian Ledesma, Norberto Fontana, Juan Manuel Silva y uno de los de Agustín. Las manos de todos los presentes se golpeaban fuertemente para hacer sentir ese aplauso que fue casi interminable.
Pasada la hora 13,30 se puso en marcha la final. El Chevrolet azul comenzó a dominarla hasta que en un momento Josito Di Palma se le vino encima y empezó a buscar la carrera. El otro piloto de Arrecifes también quería el Trofeo Alberto Canapino. Fue a partir de allí, mitad de carrera en adelante, donde todos empezamos, sin darnos cuenta, a hacer una fuerza tremenda para que el Titán no la pierda. Con quien cruzabas una palabra te decía “no la puede perder. La tiene que ganar”. En la Plata, y en los espectadores que la seguían por TV, jugaron los sentimientos. Los hinchas de Chevrolet, los hinchas de Canapino, los rivales, los simpatizantes de otras marcas, los no tan seguidores del automovilismo que la miraron sabiendo de la situación y hasta los periodistas hicieron fuerza para que Agustín gane. Fue increíble, pero sin dudas fue el día en donde todos, me incluyo, hicimos fuerza por Canapino.
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