Dos relatos, una misma historia que describen un antes y un después en la vida de una persona. Se podría decir que nació dos veces, la que dicta el documento 25 de febrero de 1979 y la que marcó el destino 29 de noviembre de 2002…
Una accidente que cambió la vida cotidiana de una familia en un segundo, Cintia Pérez había tenido un viernes normal ese 29, hacía un poco de calor y antes de ir al cumple de una amiguita de su hija Valentina que cumplía un año quiso pasar por el Colegio de Hermanas donde estudiaba a buscar información de fechas para sus exámenes, ese regreso se hizo esperar porque fue un mes después…
Cintia no tiene recuerdos post impacto en su moto pero para su familia fueron cuatro semanas interminables que se volvieron meses, un traslado inmediato a Bahía Blanca atrás de la ambulancia pensando millones de cosas y rezando a la vez porque el diagnostico no era favorable para María Silvia y Jorge sus padres.
Entramos en una época donde la afluencia de motos aumenta con el correr de los días, es todo el año pero pareciera que en verano las oímos y vemos más, con esta historia de vida queremos concientizar sobre la importancia del casco, de la seguridad que debemos adoptar cuando utilizamos estos vehículos, Cintia lo puede contar a pesar del dolor que quizás le cause relatar lo que le contaron, porque cómo dijimos en el inicio tardó un mes en despertarse y volver a su vida que no fue la de antes porque tuvo que aprender a hablar y valerse por sí sola.
Hoy pelea contra sus propios miedos, hay objetivos que no los planea pero cada un año aparece alguno que la pone en situación, una historia, dos relatos, el antes y el después de una misma persona… en primera persona.
“Fue un viernes de noviembre”
Con Cintia nos conocemos desde la escuela primaria, cursamos todo el colegio juntas y el secundario también, compartíamos muchos deportes porque en esa época había para elegir, se puede decir que crecimos juntas.
También compartíamos momentos con nuestras familias, si iba a alguna cena con los míos enseguida habría la pista de baile tirando algunos pasos (juro que la veo bailando Quién se ha tomado todo el vino), y si yo iba para la suya pasábamos tiempo con Tita y Juanita entrañables personas.
El momento de irse a estudiar llegó y cada una tomó su camino, ella siguió en Juárez, se casó y formó una familia que se completó con la llegada de Valentina su única hija.
“Era viernes yo la estaba ayudando a Victoria Hernandorena con los más chiquitos que hacían hockey, ese día estuve hasta las 16 horas hasta que me fui a mi casa a bañarme, en ese momento estaba Dora la señora que trabajo toda la vida con mi familia que me ayudaba también porque ya estaba casada.
Me bañe porque tenía que ir al IPDP cursaba en ese tiempo y el 2 de diciembre rendía mi primer materia de magisterio lengua y literatura con María del Carmen Bellozo, me acuerdo que Dora me dice ¿te vas en moto? Y le contento: Si, pero te prometo que voy despacio porque no me gusta mucho la moto…”.
Recuerdo que me puse una camisa bordo y un jeans azul oscuro y unos zuecos de color, agarre la moto (una scooter amarilla) y me fui… de ahí no me acuerdo más” nos relató Cintia.
Con los ojos de mamá
Con María Silvia nos conocemos por la vida misma, además de ser la mamá de Cintia era mi profesora de educación física, o sea que me vio crecer. La nota se la realice en su casa de siempre, entrar me las recordó a ellas que ya no están, la vi a Tita con ese pelo todo batido y el delantal puesto preguntándome si quería comer algo, y mi bella Juanita que me saludaba con una sonrisa siempre que me veía. Melancolía podría ser la palabra pero también nostalgia por cada rincón porque hacíamos de las nuestras en ese lugar.
Compartimos el termo y empezamos a charlar con mate de por medio, María Silvia no puede esconder la emoción sus ojos turquesas la delataron, ese brillo especial por lo que fue y lo que es… porque ahora todo tiene sentido.
“Era época de Torneos Juveniles Bonaerenses y yo estaba en Mar del Plata me quedaba un día para volver, pero lo que es la intuición de madre, digo me quiero ir a Juárez porque estaba mi nieta que era chiquita y mi mamá con Cintia. Consigo que me traigan del Municipio porque la delegación volvía el 30 de noviembre llegué cerca de las 15 hs y cerca de las 16 nos avisan que Cintia había tenido un accidente y que estaba internada en el hospital local.
Salí como loca a la calle y no me acuerdo en este momento que vecino me llevó, entramos por guardia con Jorge y nos atendió el Dr. Vásquez que nos dijo: “Esto está muy complicado”, ahí nos cuenta que estaba pidiendo internación en Buenos Aires o Bahía Blanca que está última estaba más cerca.
Esa vez nos llevó, a cuál le agradecemos hasta el día de hoy, Mario Presa íbamos atrás de la ambulancia porque el traslado fue inmediato, allá nos espero el Dr. D`Annunzio que es de Juárez y amigo de Aldo (Mosso) que era el esposo de mi hija. De inmediato la metieron en el quirófano y la operaron, le pusieron un sensor que era para descomprimir el cráneo que debía tener por 48 horas y a las 24 se lo sacó, además le cortaron el pelo muy corto.
Estuvimos desde el 29 de noviembre hasta el 20 de diciembre en Bahía Blanca y ella estuvo todo el tiempo en terapia intensiva, tenía momentos pero no se acordaba de nada, el doctor nos dijo que tratáramos de ir acercándola a la realidad cuando entrabamos que era una hora a la mañana y otra a la tarde. Jorge consiguió una pensión para quedarnos que estaba un poco alejada del Hospital Español que era religioso, todas las hermanas me ayudaron un montón incluso ellas entraban a terapia y te contaban cómo estaba por ejemplo.
Nosotros nos íbamos a la mañana y nos quedábamos todo el día en la entrada porque me permitían, esperaba y cada vez que abrían la puerta era una cosa horrible.
Con el correr de los días sólo me decían que esperar, le compramos un grabador porque tenía que escuchar música y le gustaba la clásica, de acá les mandaban cartas que se las leía, le mostraba la foto de su hija que no la conocía sólo me decía: “que linda nena”, me pedía revistas de antes fue cómo volvió a su infancia, ella me hablaba desde su inconsciencia es la realidad.
Al doctor lo veíamos todos los días y nos decía que había que esperar, que en algún momento haría un click y nos parecía que podía ser al otro día pero no llegaba, era muy triste verla” nos contó María Silvia.
Con el correr de los días les anunciaron que la evolución había comenzado y que posiblemente le daban el alta para volver a Juárez, pero María Silvia no quería venir porque tenía miedo pero se dio la vuelta aunque había que seguir esperando. “La tuvimos en casa una semana, no la dejábamos hacer nada hasta que el doctor nos dijo que tenía que comenzar con su vida a su casa, con su hija y su esposo para comenzar a recordar.
Fueron 21 días terribles yo en mamá no me podía apoyar mucho porque era grande pero la que estuvo siempre fue Pipú que se vino a nuestra casa para cuidar no sólo a Tita sino también a Valentina, antes la comunicación era distinta y me acuerdo que la psicóloga les había propuesto sacar las fotos de Cintia de la casa por su hija que era chiquita sólo tenía 1 año.
Pero de todas maneras mucha gente me fue acompañar fue de verdad muy feo por eso cuando veo las motos que andan sin casco me pone mal y pienso en todo lo que pasó que Gracias a Dios y los médicos tuvo un final feliz”.
En este relato donde los recuerdos vuelven no se olvida de cómo empezó de nuevo, “le tuve que enseñar a comer a sentarse era un bebé de 22 años literal, a caminar, usaba pañales y hasta la ayudaba a bañarse fue un comenzar continuo porque no se acordaba de su presente, fue terrible de verdad porque pensás tantas cosas en segundos. Pero supo sobreponerse a esa situación”.
Casi que estábamos terminando de hablar de esa situación y estaba esa pregunta que me costó hacerle, ¿Alguna vez pensaste que se moría? “Si lo pensé y más cuando íbamos atrás de la ambulancia, ella no tenía heridas visibles pero si por adentro porque el golpe era en su cabeza.
Pero se recuperó y siempre tengo palabras de agradecimiento para todos los que estuvieron, para los médicos y la comunidad que hizo misas por mi hija, a Julio Marini que nos ayudó de verdad desde lo económico porque había que resolver rápido la operación, y por supuesto al Dr. Vásquez que cumplió no sólo la tarea cómo profesional sino desde lo humano para darnos fuerzas”.
Un mes después volvió, pero no podía hablar
Un 27 de diciembre fue cómo volvió del todo, Cintia había recibido el alta médica a los 10 días de estar en Bahía Blanca pero no tiene recuerdos de esas semanas, de lo que hacía, de lo que decía y de cómo actuaba, lo que nos cuenta es porque se lo contaron pero hay un mes que borró completamente.
“No tengo registro de nada. A mí me trasladan a Bahía Blanca que me lo contaron me dan el alta porque estaba bien, me traen y yo hablaba, conocía a la gente pero no me acuerdo de ese mes y pico de situaciones.
Una de las cosas que me dijeronque cuando estaba en terapia decía que me llamaba Jennifer, que tenía 18 años y que estaba esperando que Steven Spielberg me viniera a buscar para hacer una película, un divague total pobre mi mamá.
Después de Navidad y antes de Año nuevo un día me desperté en la casa de mi abuela en mi cama y no entendía nada, me toque el labio, sentía que lo tenía hinchado y me asuste.
Me acuerdo de haber ido a la churrasquera que estaba afuera de la casa y me chocaba las cosas, la veo a mi abuela que estaba cocinando unas milanesas de pollo pero no podía hilar las palabras sólo decía mamá.
Mi abuela me dice que estaba en el CEF voy rápido al teléfono marco el número porque tenía una memoria espectacular, atiende mi mamá pero yo no podía hablar no me salían las palabras. A los 5 minutos los tenía a todos en mi casa, mucha gente que me querían explicar lo que había pasado pero no podía expresarme”.
En ese tramo de la historia la emoción no tarda en llegar, quizás esa desesperación de querer comunicarse la sintió aún más cuando quiso abrazar a su hija Valentina de un año y no quiso…
“Yo estaba en la casa de mi abuela después del alta quizás porque necesitaría atención, lo que me cuentan es que yo no la conocía a mi hija y tampoco a mi marido, o sea los veía pero no sabía del vinculo que tenía con ellos. Me acuerdo de escucharlo al Dr. Miguel Vásquez de decir que era normal lo que me pasaba por el traumatismo que había tenido en la cabeza, tengo una cicatriz porque me tuvieron que perforar para ponerme un sensor que después me lo saque por lo que me contaron porque me portaba mal en terapia.
Cuando me desperté en diciembre la veo a Valentina y cuando quiero acercarme no quiso, no me conoció y eso me dolio”.
A pesar de no tener recuerdos no hubo una rehabilitación médica, si la mandaron a un psicólogo, “Imagínate que yo no tenía vocabulario, había perdido mucho la motricidad, la escritura, toda esa reeducación la hice en el Jardín Pecas de Sol de Pipú (Calderón), me acuerdo que iba y me daba para cortar con tijeras, para escribir y otras cosas, o sea si vos me dabas para leer yo lo leía todo pero no podía verbarizar.
Pipú tuvo mucha contención con mi abuela porque mi mamá estaba conmigo, y Valentina se quedó obviamente con su papá Aldo pero lo ayudaba Pipú, Victoria, Selva y Cecilia que a veces se la llevaba a comer, todos las contuvieron cuando nadie estuvo”.
Objetivos que no se plantean, simplemente aparecen
Ya llevábamos más de media hora charlando, por momentos nos reímos de algunas situaciones que hoy son cómicas pero que dolieron, la incertidumbre de no saber cuándo volvería a ser Cintia de nuevo era casi contrareloj.
“Me hice un estudio donde me dicen que perdí el 17% del equilibrio, de eso me di cuenta estudiando para guardavidas porque quise hacer la vuelta americana y me maree. El tema de poder desenvolverme fue reeducándome, yo hoy por hoy no tengo equilibrio pero me esfuerzo para tenerlo, me cuesta pero no me impide nada.
Una vez trabajando en Barker a una compañera de trabajo lo mismo que te cuento a vos se lo estaba diciendo a ella, y me dijo; “capaz que viniste para algo” y fue algo que no lo había pensado de esa manera, ahora estoy segura que si tengo esta segunda oportunidad la tengo que disfrutar y cuidar.
Me pongo desafíos, quise ser guardavidas y lo logré, con la profesión me pasa lo mismo, empecé como maestra de sección, después fui directora en Bunge hasta que sentí que había cumplido un ciclo. Me vine a Juárez donde titularice y estoy en dos jardines con cargos jerárquicos, soy secretaria en el Jardín 901 y sub directora en el Jardín 902, no programo pero sé que al año algo hago”.
Sus pilares son su familia, los amigos de siempre, los de acá y Sofía que está en Buenos Aires, fue una grata felicidad volver a verla porque el cuadro era complicado, “mi hermano siempre me dice que yo tuve un curso acelerado de arpa porque dice que los resultados eran muy complicados.
Aldo el papá de mi hija me bancó como nadie también, me tuvo una paciencia enorme y llegó un momento que tuve que volver a mi entorno familiar por recomendación médica que fue otro aprendizaje porque no sabía combinar la ropa pero para mí estaba bien, así que estaban atentos a eso porque le ponía cualquier cosa a Valentina. Me contaron también que me dejaron armar el arbolito pero puse todas las pelotitas en la parte de adelante y dejé pelada la parte de atrás entre muchas más situaciones que les hice pasar en ese tiempo.
Por otro lado no me dejaban manejar porque tengo hiper-reflexia que significa que tengo los reflejos más desarrollados, me sirvió para el arco de hockey pero también en ese momento me pasaba que podía estar manejando y apretar el acelerador de golpe, por ese motivo no me prestaba el auto mi viejo pero yo se lo robaba y salía con la nena”
Para el final Cintia habló sobre la situación de las motos actual, “Pocas veces subí otra vez a una moto, está todo bien pero nunca me interesaron. El casco es fundamental porque si lo hubiera llevado no me hubiera pasado por todo eso y la estoy contando”.
Pasaron 18 años de ese día pero la vida le dio una segunda oportunidad para encontrarse de nuevo, para no planear sino dejarse llevar. Un antes y un después, vivir para contarla a pesar de que no haya recuerdos, pero Cintia sabe que esta vuelta fue por algo y así va por la vida buscando desafíos y abriéndose camino para ser feliz.
María del Carmen Remedio