Llega el calor y buscamos nuestra malla de siempre. La que hace años está a nuestra disposición y que muchas veces nos cuesta cambiar. Lo cierto es que los trajes de baño fueron convirtiéndose a lo largo del tiempo. En este Estilo de Vida nos vamos a principios del siglo XX para conocer cómo fueron los primeros diseños y hablamos con comerciantes para saber qué se busca en la actualidad.
Comenzaba el siglo XIX cuando nadar se convirtió en una actividad de recreación y saludable, por recomendación médica. Se extendía la creencia que el agua salada era buena para la salud y, sobre todo, para poder procrear. Todo lo que estuviese relacionado con la sensualidad estaba prohibido y se evitaba un exceso de tiempo en el agua que acaparase miradas de los hombres. Pero el tiempo pasó y las costumbres cambiaron. Desde fines del siglo XIX hasta nuestros días el traje de baño fue evolucionando a nivel mundial y nuestro país se hizo eco de esas tendencias de la moda.
La diseñadora de indumentaria y docente Vicky Salías, directora del Museo de la Historia del Traje, contó cuales eran las tendencias mundiales, que marcaron la evolución de los trajes de baños y como se desarrollaron en nuestro país.
«A partir de 1910 la gente comienza a entrar al agua, solo para mojarse, dado que el peso de los trajes hacía complicada la natación que, hasta entonces, rara vez se practicaba. La playa era un destino de recorrido, caminatas y descanso y los audaces que se adentraban al mar iban vestidos con prendas comunes».
Lo que hoy llamamos «malla» no existió tal como las conocemos desde siempre. «Las prendas de baño aparecen a fines del siglo XIX y consisten en un vestido de mangas cortas, con pantalones debajo y sombreros para evitar broncearse (símbolo de status social), acompañados de medias para no exhibir las piernas. Lo mismo ocurre con los hombres, quienes usaban un remerón como prenda superior. Los diseños eran traídos de Europa», explica.
Acerca de la variaciones de diseños y telas a lo largo de las temporadas, Vicky Salias desarrolla que «los modelos sólo dejaban ver brazos y pantorrillas. Con el paso de las temporadas se van acortando y exigen salidas de baño de toalla. En ocasiones las mujeres utilizaban pequeñas cabinas de vestuario, con ruedas, para ser transportadas hasta la orilla del mar, lejos de la mirada masculina. Los trajes se confeccionaban de pesados tejidos de punto de lana. A partir de los años 20 comienza a usarse el traje de baño enterizo, con escotes más amplios y dejando ver los muslos. Aparece el hilado de látex, que se incorpora al algodón y en los años 60, con la aparición de fibras elastoméricas, los trajes son anatómicos, sobre telas de poliéster o nylon con lycra que los hace más confortables y de rápido secado».
Crochet
El mundo de la moda está sufriendo un cambio significativo. En parte estuvo motivado por la pandemia y el confinamiento, pero principalmente causado por los pertenecientes a la generación Z. Son quienes crecen cada vez más conscientes de la importancia de salvaguardar el planeta y no dudan en apostar por moda más sostenible. Esta corriente está afectando directamente a las tendencias que copan cada temporada y es habitual encontrarnos con cada vez más artesanía sobre las pasarelas que imponen la moda.
Ahora, con el verano, son muchas las firmas de moda que apostaron por tejidos y técnicas que se repiten durante el resto del año en otras prendas. En el caso de los trajes de baño, aparecieron en el mundo los confeccionados a partir de bordados, tie dye o crochet.
Acrobacia
Jules Léotard nació en Toulouse en 1838. Intentó sin éxito estudiar Derecho. Pero la vida le tenía guardado un trapecio y unas medias de lana para pasar a la historia. Comenzó a trabajar en un circo y se convirtió en un acróbata de fama mundial al inventar el trapecio volante, con el que acometía asombrosas hazañas.
Para sus ejercicios, el trapecista necesitaba una prenda que le permitiera una libertad total de movimiento en las alturas. Así, empezó a usar una malla tupida de lana que causó un revuelo monumental en la sociedad del siglo XIX, impactada por esa pieza totalmente ajustada al cuerpo. La malla dejaba adivinar sin mucha imaginación el envidiable físico del acróbata.
Reglamento
A diferencia del típico baño en familia o con amigos de la actualidad, en aquellos primeros años la «moralidad» y las «buenas costumbres» establecieron estrictas normas de conducta para los osados bañistas. La playas contaban con «medidores de bañadores» quienes se aseguraban que los trajes cumpliesen con la medida establecida por encima de la rodilla.
El primer Reglamento de Baños de Mar del Plata de 1888, redactado por el subprefecto Hilario Rubio Medina, disponía: Artículo 1: Es prohibido bañarse desnudo.
Artículo 2: El traje de baño reglamentario es todo aquel que cubra desde el cuello hasta las rodillas.
Artículo 3: En las tres playas conocidas por del Puerto, de la Iglesia y de la Gruta, no podrán bañarse los hombres mezclados con las señoras, a no ser que tuvieran familia o lo hicieran acompañados de ellas.