La pandemia ha aumentado la situación de aislamiento humano, seres sociales por naturaleza. Por ello, ha sido necesario recurrir al uso masivo de las redes sociales e internet para poder mantener necesidades básicas de afiliación y socialización.
Aunque este hecho parece ser positivo, las tecnologías conlleva riesgos. Detectar cuáles emergieron en esta situación excepcional de crisis sanitaria, permite comprender más a fondo el tramado social que se desarrolla. La adolescencia puede ser una etapa compleja per se, y la epidemia del coronavirus la puede haber hecho todavía más difícil. Los cambios en tu rutina y el encierro te obligan a adaptarse a formas diferentes de emplear tu tiempo.
Comprender el movimiento digital que se ha expandido de manera exuberante en este tiempo, permite entender cómo llegar mejor a los adolescentes, acompañarlos en este trayecto y prevenir riesgos que pudieran aparecer en este tiempo.
“Debemos entender que los adolescentes se relacionan con sus iguales a través de las tecnologías, sobre todo en esta situación de crisis sanitaria”, explica Moreno Lara.
“Yo partiría del hecho de que nuestros jóvenes no están bien”, dijo Laura Lindberg, investigadora en el Instituto Guttmacher, quien fue la autora principal de un artículo sobre este tema publicado en junio en la revista Perspectives on Sexual and Reproductive Health. Su labor de desarrollo, dijo la investigadora, es separarse de sus padres, conectar con sus pares y entablar relaciones, y “la pandemia acaba de imponerles una enorme barricada”.
Por tanto, sus relaciones sexuales también se han trasladado al mundo virtual. En este sentido, el envío consentido de imágenes o videos con contenido sexual no tiene por qué ser un peligro. Pero para que esta práctica no conlleve riesgos se debe realizar siguiendo una primera recomendación básica: “no enviar contenido en el que se pueda reconocer la identidad de la persona”, advierte Moreno Lara.
Este hecho implica que la víctima del chantaje sienta que sus fotografías puedan ser enviadas a otras personas y sufrir una gran humillación. Por tanto, el sentimiento de miedo, indefensible y desesperanza generado puede llevar a ampliar aún las acciones producto del chantaje.
Otro riesgo es el envío de material de este tipo a la pareja o amistades, porque se cree que son para toda la vida. El problema en este caso ocurre cuando se rompen estas relaciones. “En este momento es cuando suele utilizarse este material para denigrar y humillar a la expareja”, citan los investigadores.
En segundo lugar, la falta de educación sexual está llevando a que los adolescentes formen su ideario sexual a través del consumo del material que visualizan de manera digital. Por consiguiente, el aumento del consumo de pornografía puede llevar a generar ideas distorsionadas sobre la sexualidad.
En los estudios se observan diferencias entre la socialización sexual de las chicas y los chicos, teniendo ambos fantasías sexuales diferentes y opuestas. La pornografía podría sumar a la reproducción de los estereotipos de género existentes en nuestra sociedad.
Los jóvenes han recurrido a dispositivos digitales para llenar los agujeros que dejó la pandemia de COVID-19, una práctica que eleva la depresión, la ansiedad y la desesperanza. “Los adolescentes no fueron hechos para vivir sus vidas encadenados a computadoras”, dijo Jennifer Siebel Newsom, fundadora del California Partners Project, que escribió un estudio junto con Child Mind Institute, que revela las preocupaciones vinculares de los jóvenes.
Este problema no es nuevo. Incluso antes de COVID-19, el 95% de los adolescentes podían acceder a un teléfono inteligente y pasaban varias horas al día en una pantalla, según el Centro de Investigación Pew en 2019.
“Lo que muchos adolescentes aceptaron inicialmente como un receso escolar corto e inesperado se ha convertido en un viaje prolongado a un nuevo territorio, sin boleto de regreso”, dice el documento.
La nueva existencia de los adolescentes está “plagada de pérdidas”, dijo el Dr. Harold Koplewicz del Child Mind Institute: “la pérdida de la escuela, de la experiencia social, de logros académicos, de actividades extracurriculares, de la libertad”.
Internet y los dispositivos electrónicos surgieron como las plataformas donde se llevan a cabo las actividades sociales, educativas, profesionales y de desarrollo, y aunque son esenciales para mantenerse conectado durante una pandemia, dijo Koplewicz, los jóvenes los están usando “como una forma de adormecerse”. Los problemas surgen cuando no pueden detenerse. No se puede culpar a los adolescentes por el uso que hacen de los medios”.
Vivir en una pandemia significa que todos estamos socializando en las pantallas, reconoce el estudio. Pero los adolescentes deben tomarse un tiempo para considerar cómo se sienten y qué piensan cuando usan tecnología. “Si nota que en realidad se siente peor después de interactuar, busque formas más confiables de mejorar su estado de ánimo”, dice el documento.
La mejor manera para que los padres promuevan el uso saludable de la pantalla es moderarlo ellos mismos, y ser honestos y abiertos sobre sus propios desafíos con el uso excesivo de la tecnología. “Estoy aprendiendo que cuando estoy en línea, delegando algo u ordenando algo, ya sea comida o haciendo una cita con el médico, tengo que comunicar lo que estoy haciendo a los niños, para que no crean solo estoy navegando por Internet o las redes sociales”, sugiere que los adultos informen a sus hijos para dar contexto a la conexión.