Hace algunas horas la joven juarense Manuela Zelayeta relató en primera persona lo que vienen viviendo desde hace varios meses, luego de que su padre fuera denunciado por un supuesto abuso infantil. Desde este sitio solicitamos el permiso a Manuela para publicar en forma textual lo expuesto. Desde este sitio, queremos que se tome conciencia del daño que se hace cuando se acusa irresponsablemente, sin una determinación de la justicia sobre este tipo de hechos. El daño es tan irreparable como el de un abuso. Buscamos visibilizar este tipo de situaciones para reflexionar sobre que acusar gratuitamente también debería tener una pena en la justicia.
«No me gusta hacer estas cosas, no me gusta andar publicando todo lo que pienso y me pasa en las redes pero a veces es la única opción que tenemos. El año pasado, para ser más precisa el martes 12 de octubre, nos enteramos de que mi papá, Nicolás Zelayeta estaba siendo acusado de abuso infantil, palabras y acusaciones fuertes por donde lo mires. Lo primero que dije y sigo sosteniendo desde el día uno es que mi papá es inocente.
A raíz de esa acusación como familia pasamos momentos horribles, escraches masivos en redes sociales, divulgación de fotos mías y de mi hermano (menor de edad), ataques a nuestra privacidad, quisieron entrar reiteradas veces a mi casa, vigilancias constantes, hacían turnos para ver nuestros movimientos. Una organización macabra y un hostigamiento constante que en mi vida hubiera imaginado pasar. Seguimos todos unidos y confiando, se alejo la gente que no tenía que estar y la gente buena, de buen corazón, que siempre estuvo ahí siguió firme acompañándonos. Fue una semana rara, de amenazas, de miedo y de no entender bien que pasaba.
Se hizo una cámara Gesell, salió a favor de mi papá. Esto no gusto, y llegamos al día 19 de octubre. Parecía una mañana más, unos mates con papa y yo seguí estudiando. A eso de las 9 am, dos asesinos llegaron a mi casa, encapuchados como dos delincuentes, con dos palos/machetes (como quieras llamarle) a intentar matar a mi papá. Ese era el fin, no hay otro. No les importo hacerlo adelante mío y de mi abuela, y gracias a dios que estábamos ahí las dos. Sino hoy no tendría a mi papá acá en casa conmigo. Vi con mis ojos como a dos monstruos les importaba tan poco la vida humana, querer matar eso fue lo único que vi y me costó mucho, muchísimo dejar de soñar con esa imagen cuando es que podía dormir.
Volviendo ahora al 19 de octubre, el diagnóstico no era bueno, papa tenía una hemorragia cerebral del tamaño de un melón y fractura de cráneo, era grave. Había perdido el habla y yo lo veía que se iba. Lo trasladaron a Tandil, ya el panorama no era bueno. El viaje en ambulancia fue de las experiencias más dolorosas que me tocó vivir, agarrar la mano de mi papá y pensar que capaz era la última vez que lo veía, y el inconsciente y sin poder hablar me hacía gestos con la mano de que estaba bien y que no llore. Así es el, una persona optimista, siempre para adelante. Llegamos a Tandil, el doctor nos dijo que no sabía lo que iba a pasar, que los riesgos eran altos y corría peligro de muerte. Eso lo sabíamos todos y nadie lo quería decir. Mi familia siempre firme ahí conmigo y él. Los que no viajaron a Tandil, llamaban constantemente, sentirte tan querido y acompañado aún en un momento tan de mierda es lindo. Paso la operación, papa sobrevivió. El estado era delicado, no hablaba y estaba confundido. Pero por lo menos lo pude abrazar.
Así fueron 10 días seguidos. Ir al hospital, estar con el, ver que decían los médicos, volver a bañarme, turnarme con mis tíos para cuidarlo, llamar a los abogados, ver que mi abuela este bien y así mil cosas más.
A su vez una causa judicial en curso. Mágicamente no había cámaras de seguridad, nadie había captado ni visto nada, metieron gente inocente a la cárcel. En fin política. Por qué de eso trata todo, política y mafia. Pasan los días volvemos a Juárez, papá recuperándose de a poco y el miedo era contaste. No sabía cuando iban a volver a venir, porque sentía eso miedo, sabia que en cualquier momento podían venir y hacernos mal otra vez, pensaba y sentía por dentro que ahora iban a venir por mi. Porque yo los había visto a los dos asesinos, estaba expuesta y eso no me dejaba dormir.
Poco a poco volvimos a vivir, a darle importancia a las cosas que sumaban. No leer cosas en redes, concentrarse en lo bueno aunque todo pinta a malo. Así son nuestros días desde el 12 de octubre.
Detalles de la causa y de cómo la gente difama son innecesarios dar ahora. Los que saben como es el manejo de un jardín saben que son imposibles que sean reales las acusaciones que se hacen tanto a mi papá, como a dos docentes más.
Hago esto por que uno puede hacerse el desentendido y dejar que pasen los días y esperar la justicia actué, pero la justicia es lenta y mi familia no tiene paz. Siguen habiendo dedos acusadores y gente que escupe mierda sin saber NADA. A mi papa y a muchos docentes más el estado los dejo SOLOS.
El municipio sigue brindándole trabajo y ayuda a gente que está involucrada en todas estas acusaciones de hostigamiento. Repito a nosotros nos dejaron solos.
La policía un desastre, otro capítulo aparte que ya tendrá lugar en alguna otra publicación. Pero nunca patrullaron nuestra casa, siendo que el día 18 de octubre yo hice una exposición de que nos estaban persiguiendo y vigilando, que tenía miedo. Era algo que sabía que iba a pasar, y así y todo NADIE hizo nada para evitar el desenlace que antes describí.
Pasaron varios meses, pero el dolor sigue siendo el mismo. La incertidumbre de no saber qué va a pasar es cada vez peor, uno trata de seguir su vida normal como siempre pero se hace realmente difícil.
Hay días que digo hasta cuando ? Hasta cuando tengo que leer publicaciones que tilden a inocentes de abusadores, hasta cuando vivir con miedo, hasta cuando vivir sin justicia ?
Ojalá esto llegue a muchas personas tanto como se compartió la cara de mi papá con un cartel de abusador. Ojalá la justicia y quienes tengan que actuar, lo hagan.
Con los niños no, pero con los docentes y auxiliares tampoco.
Gracias por el apoyo.»