“¿Goro, me ayudás a mudar a mi hija que va a estudiar a La Plata?”. Esa fue la pregunta que dio origen a esta aventura que lo emociona cada vez más a Mariano Gorosito, de 47 años, que desde hace tres años se convirtió en uno de los vecinos más populares de General Belgrano, provincia de Buenos Aires: es el camionero solidario que, desinteresadamente, traslada a los hijos de su ciudad que se van a estudiar a La Plata o a Buenos Aires. No les cobra nada. Su servicio tiene un precio distinto: que cuando se reciban, lo inviten un café con el título abajo del brazo.La primera vez que lo hizo, hace tres años, fue por el pedido de un amigo. Y en ese viaje se dio cuenta de que podría haber llevado las cosas de muchos otros estudiantes, porque quien va a estudiar no lleva mucho más que una cama, una mesa y una heladera. También cayó en cuenta de que ese simple gesto podría representar una enorme ayuda para las familias del interior que hoy viven una gran odisea para lograr enviar a sus hijos a estudiar a la universidad, afrontando los gastos de mudanza y alquileres que se triplicaron al ritmo de la inflación. Después de ese primer viaje, publicó un estado en WhatsApp. La respuesta no tardó en llegar: desde entonces, lleva mudados a más de 50 estudiantes, todos con la misma promesa de volver con el título e invitarle un café.
El periplo de la mudanza se repite todos los años para fines de enero. Este año, la gran mudanza se hizo entre ayer y anteayer e involucró a once estudiantes de General Belgrano decididos a dar el gran salto. Pero Mariano no solo traslada sus muebles. A bordo de su chacarrón –como llama a su camión con el que transporta cereales durante el año– viajan los sueños de todas esas familias. Por eso, cuando llegan a la casa de cada uno, Mariano y su gente (su hermana y un par de amigos y asistentes que le dan una mano) los acompañan a subir las cosas y hasta los ayudan a instalarse.
“Acá la mudanza sale completa. No importa si hay escaleras, les instalamos todo en sus departamentos. Si hace falta, armamos la heladera y les conectamos el lavarropas. Para ellos es todo nuevo y se sienten muy agradecidos cuando alguien les da una mano desinteresada, cuando alguien cree en ellos y en lo que pueden alcanzar. Esto es un voto de confianza”, cuenta Mariano.
El día de mudanza es largo y extenuante. Arranca a última hora del viernes, cargando casa por casa las cosas de los chicos. Y, en la madrugada del sábado, parte el camión con Mariano al volante y los ayudantes de la mudanza. Los estudiantes viajan con sus padres. Es un trayecto de más de 100 kilómetros cargado de emociones mezcladas. Alegría por cumplir ese sueño, nostalgia por la separación que durará varios años y agradecimiento por la solidaridad de este vecino que hizo posible la mudanza.
“Yo mismo después de finalizar el viaje termino agotado, pero con una alegría que me sube de los pies a la cabeza. Es una sensación tan linda. Se lo recomiendo a todo el que pueda. Todavía no llegó ese café, porque lleva años recibirse. Pero pienso que deberíamos invertir más en proyectos a largo plazo como este. Y lo que yo hago no debería ser noticia. Debería ser parte de lo que hacemos los argentinos todos los días para ayudarnos entre nosotros. Debería ser lo normal que seamos así”, dice Mariano.
Mudarse del interior a Buenos Aires o a La Plata no es sencillo, comentan las familias de los chicos que se trasladaron. Los precios de los alquileres de los departamentos rondan los 100.000 pesos y más. Algunos directamente están en dólares. “Hay familias que pueden asumir esos gastos, pero hay muchos otros que no. Y que, a pesar de haber soñado toda la vida con mandar a sus hijos a la universidad, hoy por razones económicas no lo pueden hacer”, describe Mariano.
Es por eso que muchas familias, antes de mudar a sus hijos van consiguiendo de a poco alguna cama, alguna heladera, alguna mesa que se pueda llevar. Todos aportan: los abuelos, los tíos, como parte de un sueño compartido. Sin embargo, aunque sean pocas cosas, a la hora de trasladarlas implica entre 50.000 y 70.000 pesos de gastos, y muchas empresas no hacen mudanzas por pocas pertenencias. Por eso, surgió la idea de llenar el camión con varias mudanzas a la vez. En total, caben entre 11 y 15 traslados en un camión. “Una vecina se sumó a nuestra aventura y nos ayuda con parte del gasoil. Otros se ofrecen a ayudar para cargar y descargar. Así, entre todos mandamos a nuestros hijos a estudiar”, dice el camionero.
Valentino Marotte tiene 17 años y es hijo de Gustavo y Claudia. El padre es maestro mayor de obra y la madre, empleada municipal. Cuando los hijos mayores se fueron a estudiar, Gustavo podía pagar un alquiler de departamento y solventar los gastos, pero ahora se le hace más difícil. Por eso, el sueño de Valentino de ser médico empezó a tambalear. Sin embargo, las ganas y la solidaridad de su gente lo hicieron posible. “Fue difícil, pero logramos encontrar un departamento de una vecina de Belgrano que nos cobra 45.000 pesos y me mudo con un amigo que estudia psicología. Pero los departamentos están a más del doble que acá”, explica Valentino.
Cuando empezó a buscar cómo mudar sus cosas, se encontró con el escollo del costo. Tenía que gastar unos 70.000 pesos para llevar su cama, un escritorio y dos sillas. Pero entonces se enteró de la propuesta de Mariano. “Te emociona que alguien haga algo así por uno. Yo pienso que todos tenemos que tirar para el mismo lado. Parece una frase hecha, pero es literal. La fuerza es mucho mayor. Yo quiero estudiar, formarme, trabajar en mi país, no me quiero ir al extranjero. Y sentir que alguien te apoya en ese proyecto es hermoso”, sostiene Valentino.
Algo similar relata Sahara Aguiar, de 24 años. Ella y su hermana melliza, Sicilia, se mudaron en el viaje de Mariano a La Plata. En 2020, ella ya se habían mudado a la ciudad de las diagonales para estudiar; Sahara, sistemas, y Sicilia, medicina. Pero llegó la pandemia y volvieron a casa a estudiar a distancia. Sin embargo, con la vuelta de la presencialidad, no pudieron continuar, “por razones económicas”, recuerda Sahara. Los alquileres estaban por las nubes y se hacía muy difícil seguir los estudios. “Me quedé en segundo año y no pude avanzar más. Estuve trabajando durante el año para juntar ahorros y logramos conseguir un departamento a buen precio. Mis papás me ayudan con el alquiler y yo planeo seguir trabajando como profesora particular de matemática y como community manager. Todo suma. Por eso, el apoyo que nos da Mariano para ayudarnos a mudarnos es enorme. Y siempre vamos a estar agradecidas”, dice.
No pasó mucho hasta que la voz se corriera a otras ciudades, ya que Mariano solo traslada a chicos de General Belgrano. Por eso, este camionero anima a otros choferes a hacer lo mismo con los adolescentes de sus ciudades. “Hay que ser solidario. Todo eso vuelve”, dice. El que se convenció al escuchar su historia es Marcos Ariel Domínguez, que hace fletes en la ciudad de Rauch.
“Desde hace dos años me sumé y ya llevo mudados unos 50 estudiantes. En mi camión viajaron las pertenencias de futuros médicos, abogados, arquitectos, ingenieros… Es muy emocionante sentir que somos parte de ese futuro. También me tocó mudar a mi propia hija, que está estudiando arquitectura. Entonces uno sabe el trabajo y el esfuerzo enorme que hay atrás de cada chico que lleva a la universidad. Toda una familia comprometida para que ese chico puede tener un futuro mejor. Bueno, ahora somos toda una comunidad trabajando por lo mismo. Es muy hermoso”, afirma Marcos, que este fin de semana mudó a otros diez estudiantes desde Rauch a La Plata. “Ojalá que muchos otros transportistas se sumen. La solidaridad vuelve”, sentencia.