La cálida noche de diciembre de 1972 derrama el brillo de las estrellas sobre Tres Arroyos. En una quinta en las afueras de la ciudad el cuidador toma mate, acompañado de una gata y un perro. Es una noche como todas las demás, hasta que irrumpe un enorme disco volador que despide chispas. Ventura Maceiras, de 73 años, no se asusta: ya ha visto algo parecido antes. Pero este plato es más grande, tiene ventanas, y el hombre, que no ha soltado el mate, mira por allí. Lo que ve lo asombra, y ha sido tema de discusión durante mucho tiempo por parte de los investigadores del fenómeno ovni: ¿qué pasó con este caso, hubo un encuentro real o fue un invento de principio a fin? ¿O Maceiras lo soñó? Quizás fue un poco de todo, quizás este suceso ocurrido el 30 de diciembre de 1972 sea clave para entender nuevas teorías con respecto a la naturaleza de los platos voladores.
El relato de Maceiras aparece contado en primera persona en la edición La Voz del Pueblo del 12 de enero de 1973. El día anterior se había publicado en el diario un recuadro donde comentábamos que recién en ese momento el avistamiento había tomado estado público; como curiosidad, se menciona un segundo testigo, que nunca apareció.
“En la Ruta de los Platos Voladores”
Aquel viernes 12 los lectores de La Voz del Pueblo se encontraron con una entrevista a Ventura Maceiras titulada “Tres Arroyos en la Ruta y Punto de Escala de Platos Voladores”.
El periodista cuenta que se trasladó al lugar de los hechos, una quinta a la vera del arroyo Orellano, propiedad de Alberto Ruppell. Allí el “septuagenario relata la singular experiencia vivida”, como afirma la bajada de la nota.
Primero, Maceiras relata que “unos 20 años atrás, cuando Perón todavía estaba en el gobierno” había visto un plato volador en Río Negro, que provocaba un fuerte zumbido. Enseguida vuelve al presente y cuenta que luego de terminar de cenar se puso a tomar mate bajo los eucaliptos, junto a la casa. Eran las 22.30 del 30 de diciembre cuando volvió a sentir un zumbido como aquel en Río Negro: “Allí, sobre mi cabeza, tocando las puntas de los eucaliptus, vi un aparato de unos 15 metros de circunferencia y con grandes ventanillas. El plato tenía un anillo que giraba desprendiendo chispas”.
Continúa: “Miré el interior, todo iluminado y con muchos instrumentos. Se notaba una bandera con un dibujo y signos en las paredes. Hice señas y grité. El plato se inclinó y pude ver que llevaba a dos personas vestidas con escafandras”. La visión fue breve, de “un minuto o menos”. “El plato se bamboleó”, cuenta Maceiras, “y los que iban en su interior me observaron”.
El investigador Pedro Romaniuk, que difundió el caso en la revista española Stendek, también entrevistó al testigo y agrega otro dato: “La primera reacción del testigo al ver al tripulante no fue de miedo en ningún momento, sino que levantó el brazo con el mate, invitando a gritos al tripulante a que bajara a tomar mate con él. Después vio al segundo tripulante”.
Luego el aparato salió disparado hacia el este y en el aire quedó un fuerte olor a azufre. Al día siguiente el hombre encontró que las puntas de los árboles estaban chamuscadas. El diario cierra la nota mencionando el “privilegio” de que en Tres Arroyos los platos voladores aparezcan con tanta frecuencia.
Un caballito de mar
Pero Maceiras habló más. Ya se mencionó a Romaniuk; también lo hizo con el famoso ovnílogo Fabio Zerpa, quien publicó una reseña en su revista Cuarta Dimensión. En ambas entrevistas dio más detalles de lo que vio por las ventanas, y afirmó que la bandera que colgaba dentro de la presunta nave tenía un emblema, un hipocampo coronado.
Pero lo más importante es algo que menciona Romaniuk: cuando el plato volador se inclinó, lanzó hacia el testigo un potente rayo de luz que lo encegueció y que también dio en los animales que lo acompañaban.
En los días que siguieron este haz luminoso provocó varios efectos físicos en Maceiras: dolor de cabeza, diarrea, náuseas, caída del cabello, dificultad para hablar.
En cuanto a los animales, la gata apareció tiempo después, con el pelo quemado. Maceiras luego aseguró que tras varios días de sentirse enfermo tuvo una especie de “rejuvenecimiento”: le habrían vuelto a crecer algunos dientes y el pelo, y su vista había mejorado.
Del planeta Prunio
El siguiente gran acontecimiento tuvo lugar en febrero de 1973. El 24, en pleno día, Maceiras se encontró en la entrada de la quinta a un individuo de gran estatura, cabellos ondulados, ojos achinados, que vestía un enterizo con un cinto del que pendía una pequeña caja con botoneras.
El ser se presentó como uno de los tripulantes del plato volador que había pasado por allí en diciembre. Dijo que se llamaba “Arnoil” y provenía del planeta “Prunio”. Después de una larga charla con el cuidador de la quinta, Arnoil apretó unos botones y desapareció.
Ventura Maceiras, un hombre analfabeto y sin televisión, comenzó de golpe, tras esos sucesos, a mostrar delante de quien quisiera oírlo sus “conocimientos” sobre astronáutica extraterrestre, astronomía, poesía. Y afirmaba que “el mundo va camino a la destrucción”.
Impresión
¿Qué fue lo que ocurrió esa noche de diciembre del 72 y esa tarde de febrero del año siguiente? Para los investigadores contemporáneos del evento -con excepción de Romaniuk, que le creía en todo-, Maceiras sí vio un ovni, pero era imposible que hubiera contemplado su interior con tanto detalle. En eso mentía. Y el encuentro con Arnoil, o bien era inventado o bien un tresarroyense que había leído la nota en el diario se disfrazó para jugarle una broma a un septuagenario. Romaniuk dijo que quizás Maceiras vio “una proyección mental”.
Mucho más acá en el tiempo, en 2019, el investigador español José Antonio Caravaca mencionó el caso en su libro “Distorsión – ¿Una teoría explicativa?”.
Caravaca afirma que “la participación de la mente del testigo es esencial e ineludible en la ‘fabricación’ de las experiencias de encuentros cercanos con ovnis”.
Y según su Teoría de la Distorsión, “el verdadero Big Bang de los encuentros cercanos con ovnis es la mente del testigo”, aunque exista un “estímulo externo ‘real’”.
De allí que Maceiras recordara tantos detalles de su experiencia, como el del emblema del caballito de mar, ya que habrían sido “impresos” en su mente.
Durante mucho tiempo el caso Maceiras se consideró una fabulación. Quizás a la luz de las teorías actuales se pueda entender qué sucedió y, así, plantear una reivindicación de un hombre que cuidaba una quinta y terminó ofreciéndoles un mate a los extraterrestres. (DIB) MM
Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB