El Plan Sanmartiano, que consistía en focalizar la defensa y el ataque de la campaña libertadora en base al armado y construcción de un ejército en Mendoza y desde ahí llevar adelante el cruce de la cordillera de Los Andes, recuperar el territorio chileno y luego realizar por mar el abordaje a Lima, centro del poder español en América del sur, significó la alternativa que el Gran Capitán diagramó descartando el avance por el altiplano, la zona del Alto Perú, donde los realista se habían hecho nuevamente fuertes. Paralelamente a este ideario estratégico, nos narra Felipe Pigna, “Europa vivía una oleada reaccionaria, a caballo de las derrotas de los ejércitos napoleónicos. Los nobles y el clero se disponían a recuperar los privilegios perdidos a partir de la Revolución Francesa y reimplantar el absolutismo. Poco antes de la derrota final de Napoleón, en setiembre de 1814, los representantes de Austria, Rusia, Prusia, e Inglaterra se reunieron en el Congreso de Viena para debatir el modo de restaurar el viejo orden, es decir, el sistema social y político anterior a 1789.”
LA “POCO-SANCTA” ALIANZA ABSOLUTISTA
El acuerdo firmado significaba, nada más ni nada menos que, el regreso a sus tronos y privilegios de monarcas, como Fernando VII, que habían perdido a manos del avance imperial de Napoleón sobre la península Ibérica. Para reforzar esta tentativa, en setiembre de 1815, los monarcas “de Austria, Prusia y Rusia firmaron un nuevo pacto, conocido como “la Santa Alianza”, cuyo punto central era asegurar la vuelta al absolutismo y combatir todo intento revolucionario que cuestionara el poder de los reyes”. Las Provincias unidas del Rio de la Plata estaban claramente en la mira.
Ante ese nuevo escenario, España buscó apoyo “de la non-sancta Alianza absolutista”, aunque las gestiones para obtener tropas de otras potencias europeas para su “cruzada” fracasaron, ante la oposición del gobierno británico, “que prefería jugar su juego diplomático a varias puntas, que le venía redituando negocios a los capitales de su país”. Esto último es un dato clave de la cosmo política de entonces sobre los territorios de América del Sur. El interés británico va estar presente contantemente en relación a estas tierras del Plata. Recordemos que ya había perdido las colonias de América del Norte con la Independencia de los EE.UU. De ahí que pretendía los territorios del Chaco norteño y paraguayo para el cultivo de algodón, agricultura esencial para sus florecientes producciones textiles en sus islas de la Gran Bretaña. Su interés en conformar la República Cirsplatina, compuesta por los territorios de la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Paraguay, será un anhelo incesante de los ingleses. La guerra de la Triple Alianza, que se provocará a sus instancias cuatro décadas después, fue una apuesta a todo o nada de parte del imperio británico en ese sentido.
En ese contexto que comienza a ponerse adverso y todavía sin haberse declarado la Independencia en Tucumán, San Martin aborda en El Plumerillo y como gobernador cuyano, la construcción del Ejército de los Andes. Desde Buenos Aires, encaramados en la postura de Alvear y su tío Gervasio Posadas, a favor de un protectorado inglés, no muestran gran interés por el plan diagramado por San Martín con el apoyo de Martín de Pueyrredón y la colaboración de varios jefes militares que actuaron en el Ejército del Norte.
LA DESCOLLANTE EMPRESA
San Martín acuerda un encuentro con Juan Martín de Pueyrredón, en Córdoba, a poco de haber sido éste designado Director Supremo de las Provincias del Rio de la Plata. Dice en su obra el profesor Ricardo Levene que “aquella fue una entrevista histórica, y puestos de acuerdo, San Martín regresó a Mendoza y Pueyrredón a la capital, desde donde comenzó a enviar a San Martín fuerzas, pertrechos de guerra y dinero, para la formación del Ejército de los Andes”. Comenzaba la perseverante y paciente empresa a la que se consagró San Martín junto a la administración de la gobernación de Cuyo.
La situación se había vuelto complicada y de extrema alerta. Recordemos que después de cuatro años de gobierno autónomo Chile había vuelto a caer en manos de los realistas y esto representaba una seria amenaza desde el otro lado de la Cordillera.
Las revoluciones de más al norte, en Colombia, Venezuela y Ecuador, habían sido derrotadas por la reacción española al mando del general Pablo Morillo. En México, el levantamiento revolucionario capitaneado por el Cura José María Morelos, junto a los indígenas, también ha sucumbido con su fusilamiento.
San Martín, que había “asilado en Cuyo a los muchos chilenos que huían de la revancha realista del otro lado de la cordillera, al tener noticias de la proyectada expedición de reconquista convocó a un cabildo abierto en Mendoza, el 6 de junio de 1815, dio a conocer un bando para dejar en claro su posición”: “Es llegada la hora de los verdaderos patriotas. Se acerca al Río de la Plata una expedición de diez mil españoles”. Esas eran las alarmantes noticias llegadas al Plata. Fernando VII, estaba dispuesto a recuperar sus colonias americanas, a sangre y fuego. Una Breve (circular pontificia), del entonces papa Pío VII, a los obispos europeos y sobretodo americanos, proclamaba “los preceptos claros”… “hay uno que ordena a todas las almas a ser sumisas a las potencias colocadas sobre ellas”. Sorprendentemente, aberrante. Además, hablaba de “movimientos sediciosos que se producen en aquellos países (América)”… por ”los cuales nuestro corazón está entristecido y nuestra sabiduría reprueba”. No cabe duda, el apoyo del Clero jerárquico a las intenciones de Fernando VII. Vía libre para el imperio hispano.
Así continuaba en el Bando ante el Cabildo cuyano el general San Martín, “Ya no se trata de encarecer y exaltar las virtudes republicanas, ni es tiempo de exhortar a la conservación de las fortunas o de las comodidades familiares. El primer interés del día es el de la vida. Este es el único bien de los mortales. Sin ella, también perece con nosotros la patria.” Su alegato instaba a la incorporación de más compatriotas a fin de consolidar una fuerza militar capaz de derrotar al poderoso ejército español. “Yo graduaré el patriotismo de los habitantes de esta provincia por la generosidad. Cada uno es el centinela de su vida”, concluía el General su bando ante el cabildo.
(Material de consulta, “Libertadores de América”, Felipe Pigna)