Toda la región cuyana vibró tras el fervor impuesto por José Francisco de San Martín a la preparación de aquel ejército que sería emblema de la libertad “de medio continente”. Cuyo, expresión derivada de las lenguas huarpe o mapudungun, “cuyúmpuúlli” , tierra arenisca o territorio de los desiertos, era una región ubicada geográficamente en el centro oeste del territorio nacional. Lo conformaban los territorios de las hoy provincias de San Juan, San Luis y Mendoza.
Nos dice el historiador Ricardo Levene que “lenta y pacientemente, San Martín se consagró a tal obra, las provincias de Cuyo hicieron abnegados y patrióticos sacrificios. Próximo a la ciudad de Mendoza, se levantó el campamento en El Plumerillo. Fue creándose después el parque y la armería, un laboratorio de salitre y una fábrica paños para vestuario de la tropa. El hombre de esta gran obra fue el monje Luis Beltrán, que dirigió la fábrica para fundición de cañones, cartuchos, construcción de cureñas y pertrechos.” Fue muy meritoria la tarea de aquel fraile franciscano, el sanjuanino Luis Beltrán, un tenaz y eficiente colaborador en la organización de la artillería del ejército de los Andes.
En su memorias, el propio San Martín reconocía el sacrificio del pueblo cuyano que aportó todo lo poco que tenía, desde sus sueldos, hasta ropas, ollas, alimentos, armas, mulas. Expresará, admirado por esa generosidad y valor, ya que “un país de mediana población, sin erario público, sin comercio, ni grandes capitales, hubiese sido capaz de un reunir un ejército de 3.000 hombres despojándose de todo para sostener las necesidades de las tropas y a las de más de mil emigrados (desde Chile)”.
LA GUERRA DE ZAPA
Durante el enfrentamiento del Gobierno del Directorio de Buenos Aires, a cargo de Carlos María de Alvear, con las tropas de las provincias federales del litoral, capitaneadas por José Gervasio Artigas, llevaron a San Martín, al igual que al general Rondeau, al frente del Ejército que operaba en el Norte argentino, a no aportar sus tropas en una guerra interna, oponiéndose a la postura del Gobierno centralista que solicitaba su intervención. ”Paisano mío, -le decía San Martín en una carta a Artigas, en marzo de 1816-, hagamos un esfuerzo y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieren atacar nuestra libertad. No tengo más pretensiones que la felicidad de la patria”.
Nos dirá el historiador Felipe Pigna, “aunque San Martín no adhería al federalismo y temía que fuese la antesala de la disolución nacional, reiteradamente se negó a combatir contra los federales”, pese a las órdenes del Directorio alvearista, que no se sumó plenamente a la idea revolucionaria de nacida en Mayo del ’10.
La preparación de llamado Ejército de los Andes, exigió también de San Martin y de quienes colaboraban con él, de una especial y muy atenta estrategia con relación al próximo desafío militar que era vencer a los españoles en territorio chileno. En este sentido remarca Pigna que, en la preparación del cruce,” San Martín utilizó la guerra de zapa, que consistió en una serie de operaciones de espionaje, acción psicológica y desinformación del enemigo. Dicho en palabras del General, el plan buscaba “alarmar a Chile, seducir las tropas realistas, promover la deserción, figurar los sucesos, desconceptuar los jefes, difundir temor a los soldados y procurar desconcertarlos planes de Marcó”.
Sigue narrando Felipe Pigna, que “una de esas acciones muestra como entendía esa inteligencia el Libertador. Tenía planeado que las dos columnas principales cruzaran los Andes por los pasos de Los Patos y de Uspallata. Para lo cual necesitaba planos lo más detallados y actualizados posibles. Con ese fin envió a Chile al mayor José Antonio Álvarez Condarco, hombre de memoria notable, baqueano de la zona y con conocimientos de ingeniero. Álvarez Condarco cruzó por el camino más largo, el de los Patos, llevando al gobernador realista, Marcó del Pont, una copia de la Declaración de la Independencia. El jefe español lo tomó como una provocación; pero en lugar de fusilar al portador de la noticia, se limitó a ordenar la quemas pública del documento y enviar de vuelta el mensajero por el camino más rápido, el de Uspallata.” Por este paso, dispondría San Martín el traslado de la artillería y pertrechos pesados, dada las mejores condiciones del lugar. La información de Álvarez Condarco fue fundamental para el avance ordenado de la tropa y los soldados, por el arduo paso de Los Patos. Esto respondía al plan de atravesar los Andes por varios lugares, desorientado así al enemigo, avanzando sobre el territorio chileno desde varios flancos, atomizando al ejército realista y logrando el arribo del grueso del ejército patrio por el lugar menos esperado.
(Material de consulta, “Libertadores de América”, Felipe Pigna).