Hay recorridos que uno hace que marcan para toda la vida. En este contexto y en estas fechas sus sentidos se intensifican, y más aún si hay una historia personal detrás.
Mientras pensaba en cómo escribir estas palabras venían a mi mente incontables momentos: el viaje de mi abuelo en las primeras décadas del siglo XX buscando un lugar, mi paso por la primaria, el paso por el profesorado y aquel acto del 20 de junio donde vimos un fragmento de la historia de vida de Belgrano, cada vez que veo la ciudad embanderada, la jura a la bandera y la clase de primer grado que presencié. Una vida y un legado que la atravesó como cada una de las cuarenta millones de vida que habitan nuestro país o lo han habitado.
Pensaba también en base a la clase de hoy, ¿Quién es Manuel Belgrano para mí?, ¿Qué representa en mi vida nuestra bandera? Y en vi envuelta en un sin fin de emociones que me llenaron el pecho de orgullo y los ojos de lágrimas.
No puedo explicar que es para mí la bandera, porque hoy y siempre sólo ES, es parte de todo, de cada día, la llevo en el pecho cada día de mi vida, la descubro cada día en el cielo como aprendieron los niños de primer grado a descubrirla hoy, es tan sencillo y tan grande que oir el himno mientras la bandera argentina juega en lo alto del mástil con el viento, me eriza la piel.
Tanto más es el General Belgrano, siempre he creído en que la humildad pertenece a los grandes seres, que esa grandeza no la determina nadie más que la historia, eso es Belgrano para mí ejemplo de grandeza, de humildad, de sabiduría y de valor. A veces nos hace mucha falta, no son valores que se encuentren a diario pero a diario se puede recordar en nuestra propia historia, en esa que no sólo nos construye como país si no que nos constituyó como sujetos, a veces hace bien pensar que hubo gente real con tuvo el valor y la humildad suficiente para crear una enseña capaz de atravesar el tiempo, los sujetos y la adversidad uniendo y cobijando a millones.
Me gusta creer que a través del tiempo y los kilómetros que nos separan, en esta tierra o desde otro lugar, este 20 de Junio habrá argentinos descubriendo en el cielo, como un niño de primaria, nuestra bandera y sintiéndose un poco más cerca de casa.
Me gusta creer que cada uno desde su lugar, incluso estando en el mismo país, aislado, o respetando las distancias, se siente abrazado cada vez que descubre en el cielo aquel legado de Belgrano y se siente orgulloso.
Uno a veces se pierde en otras cosas, pasa por alto la importancia de los colores que nos unen y atraviesan las diferencias, como si se rieran de los muros que levantamos unos con otros, de ese mismo, casi imperceptible, llega un día en que ver la bandera, la nuestra flamante en el cielo nos saca una lágrima. O tal vez, sean estos mismos niños que aprendían cuando y quien creó la bandera contándonos que es como el cielo quienes nos devuelvan el sentido de lo importante y se lleven esa lágrima.
La verdad, cada uno tendrá su experiencia, un recuerdo, una anécdota, una emoción de su primer encuentro cociente frente a los colores blanco y celeste, y espero que honestamente a pesar de todas las diferencias o adversidades que nos dividan, SIEMPRE podamos reencontrarnos en ellos y entender que hay algo que nos une, distingue, cobija, diferencia del resto del mundo; sin importar lo equivocados o lo lejos que estemos. NUESTRA Bandera Nacional. De cada uno, en cada rincón del mundo, porque esa enseña que Belgrano nos legó va con nosotros a cada lugar, es nuestro fiel observador y juez.
Celebremos la vida del General Belgrano, honremos cada día su memoria, continuemos siendo libres y no nos olvidemos que nuestra historia, la de nuestra Patria la construimos entre todos desde nuestro lugar
¡Felíz día de la Bandera!