El sonido de las esposas anticipó la llegada de los ocho imputados a la primera audiencia por el crimen de Fernando Báez Sosa. Habían pasado las 10 cuando Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz, Ciro, Lucas y Luciano Pertossi ingresaron a la sala de audiencias del Palacio de los Tribunales de Dolores. Llegaron rodeados por 13 agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense y quedaron frente al tribunal, con las manos libres. Barbijo mediante, frente a los camarógrafos y reporteros gráficos ávidos por el momento, ninguno bajó la mirada. Tampoco lo harían luego, cuando la madre de la víctima los miró a los ojos. En cambio, sí los guardias se quebrarían a la par de Silvino cuando al hombre le tocó recordar cómo fue el reconocimiento del cuerpo de su hijo.
Pero antes de eso, y antes de que el Tribunal Oral Criminal N°1 de Dolores rechazara las nulidades presentadas por la defensa para que se cayera el juicio; se escucharon los lineamientos de la acusación contra los 8 rugbiers. “Les hago saber a los imputados que tienen que estar atentos porque en este debate se va a resolver la situación procesal de cada uno de ustedes”, les advirtió la jueza María Claudia Castro previo a que hablaran las partes.
Luego, sí, el Ministerio Público Fiscal, encabezado por el fiscal de juicio Juan Manuel Dávila, comenzó la lectura de la acusación, formulada en la investigación por la fiscal Verónica Zamboni. Y, después, el querellante Fernando Burlando tomó la palabra. En sus lineamientos, el abogado de los padres de la víctima sostuvo que el crimen fue “una lisa y llana ejecución”. “Cada golpe aplicado tenía un destino y un fin: matar”, apuntó antes de pedir prisión perpetua para los ocho.
Rápidamente, la presidenta del TOC N° 1 lo corrigió, al decir que “no se trata un alegato” y que no era el momento para el pedido de pena. En la sala el aire se puso espeso. Pero ese sería recién el principio. Cuando le tocó el turno a Hugo Tomei, el defensor primero pidió la suspensión del debate por “irregularidades en el proceso”.
“No puede ser que se le haya tomado declaración en 25 minutos a los diez. Se violentó su derecho a ser oídos”, sostuvo Tomei y golpeó la mesa con un puño. “Entiendo que esto es un escándalo. Pero lo vengo planteando hace tiempo”, completó. Tras un primer cuarto intermedio de 20 minutos, por unanimidad, el Tribunal rechazó su planteo de nulidad. No sería el único.
No conforme con eso, al reanudarse la audiencia, Tomei cuestionó la “imputación colectiva”. “Si no se sabe qué delito se le imputa a cada uno no se los puede defender. ¿Qué significa distribuir roles? ¿Cuándo se distribuyeron los roles?”, preguntó. Acto seguido, volvió a la carga con la nulidad de la elevación a juicio. Rápidamente, Fabián Améndola, representante junto a Burlando de los padres de la víctima, replicó que hacía uso de viejos planteos: “Es otra manera del entorpecimiento del inicio del debate”.
Otra vez, el aire en la sala se puso espeso. Bajo la mirada desorientada de los imputados, la presidenta del TOC N°1 intentó mediar en la escaramuza. “No vamos a hacer de esto un ida y vuelta. La función del Tribunal es que todos tengan un juicio justo y que los padres de la víctima tengan un juicio justo. Por los planteos y contestaciones empiezo a entender que nos vamos de lo sustancial del debate. De lo contrario se va a hacer eterno. Lo que les pido a las partes es que cuando se les da la palabra es para que se expidan por la incidencia”, dijo y anunció un segundo cuarto intermedio.
El debate se reanudó tras una hora y diez minutos. Por segunda vez y de nuevo por unanimidad, María Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lázzari rechazaron el planteo
Pasadas las 14, o sea cuatro horas después del inicio del debate, Graciela Sosa, mamá de la víctima, ingresó a la sala. Ella fue la primera de los 177 testigos previstos en el juicio en declarar. Vestida de negro, con un rosario colgando del cuello y un prendedor con la imagen de su hijo que pedía ‘Justicia por Fernando’; repasó la vida de su hijo: desde el día en que nació hasta la madrugada del 18 de enero de 2020, cuando recibió el llamado que anunciaba su muerte.
“No entiendo, no comprendo cómo chicos de la edad de Fer le hicieron esto. Lo atacaron en la espalda, le reventaron la cabeza y ese cuerpito tan lindo que tuve 9 meses en mi panza”, sostuvo entre lágrimas. Se negó a suspender la declaración cuando se lo ofreció la presidenta del tribunal: “Quiero hablar por mi hijo”.
Al escucharla, los padres Lucas Pertossi y Máximo Thomsen, que estaban presentes en la sala, bajaron la cabeza e inclinaron el cuerpo hacia adelante. La incomodidad era notoria.
Graciela finalizó su declaración, repasó con su vista a los acusados de haber matado a su hijo y salió de la sala. Luego, ante la prensa reconocería: “Me incomodó mucho cuando me miraron y no bajaron la mirada. Sentí, como madre, que no estaban arrepentidos para mirarme de esa manera”.
“Señores jueces, acá están escuchando el relato de un padre que ha perdido todo: ha perdido la felicidad, las ganas de vivir, de luchar, y perdió lo mejor de todo, que es el abrazo de su hijo”, se sinceró Silvino Báez, el segundo y último testigo del día.
Con su relato, el papá de Fernando hizo llorar a varios en la sala, entre ellos, a los guardias del Servicio Penitenciario que custodiaban a los imputados. Sobre todo, cuando habló de cómo fue el reconocimiento del cuerpo de su hijo: “Fue duro porque una parte de mí estaba tirada en una bandeja de acero inoxidable con la cabeza reventada… Estaba chorreando sangre por todos lados. No lo podía tocar”. Luego, se levantó y salió del recinto. Ya ante la prensa, diría que hablar fue para él como sacarse una mochila.
El juicio se reanudará este martes 3 de enero con la declaración de los amigos que acompañaban a Fernando en la noche del crimen y que fueron golpeados por los acusados, cuya presencia en el juicio es un hecho: asistirán a todas las jornadas. Para eso, permanecerán alojados en un pabellón exclusivo de la Unidad N°6 de Dolores donde no hay otros detenidos.
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