Estuve varios días pensando en cómo encarar esta nota, sinceramente indague en mi interior como sería la manera correcta de entrevistarla porque creía que quizás, preguntar de más sería en algún punto incomodarla. Desde el momento preciso que tuve la primer charla para pactar la nota sentí un gran alivio porque a lo que llame enfermedad, ella me respondió anorexia naturalmente.
Lorena Chaparro es actualmente Maestra Jardinera, tiene un hijo llamado Tomas y una familia que se fortaleció tras una situación casi “limite”, papá José Luis y mamá Silvia sumándose Lucía la más chica quienes fueron el sostén primordial en un proceso que por aquellos años era tabú en la sociedad de los 90.
Lorena vivió una experiencia en su adolescencia que de alguna manera marcó su vida en algún punto, pero que a la vez le sirvió de mucho para llegar a sobreponerse de esa situación y ser hoy la mujer que es.
Cuando tenía 14 años se obsesionó con su cuerpo a tal punto que recayó en una depresión tan grande que hizo que sus sueños se volvieran oscuros, no veía luz y andar por ese camino fue tormentoso por donde se lo imaginen.
El resultado final fue Anorexia nerviosa, un diagnostico difícil de entender y que cambió su vida para siempre, fueron seis largos años de tratamiento, de viajes interminables hasta Tandil para internarse de 8 a 17 horas cada día, su papá la llevaba y la iba a buscar para regresar. Hubo silencios eternos pero también charlas, hubo llantos pero la tan ansiada sonrisa que apareció a medida que se dejó ayudar, la voluntad la tuvo siempre pero aunque creamos que comer es natural para algunos es de verdad un conflicto constante.
Y fue sanador entre tanta tormenta volver a encontrarse con los suyos porque lo que se rompió aquella vez hoy está más fuerte que nunca, valorar y disfrutar siempre.
“Tomar decisiones por uno mismo es un camino”, una de las tantas frases que me dijo, fueron dos horas de una charla extensa, pude indagar, preguntar y entender que esa pelea que uno tiene con lo que corresponde y lo que no ,es en definitiva un fantasma al que se lo puede vencer…
“Me sentía gorda y fea”
La grabación empezó a correr, la posibilidad de mantener una charla amena hace que los entrevistados se relajen más allá de tener que recordar una experiencia, que hoy, ya no duele.
“Todo comenzó cuando tenía 14 años en ese momento quería cuidarme un poco más, verme mejor y comencé con dietas como todo adolescente pero me obsesioné cada vez más con mi cuerpo, ha restringir comidas y hacer ejercicio continuamente.
Se le llama distorsión la imagen del espejo que yo veía no era lo real, me sentía fea, gorda, que la ropa no me quedaba y una cosa llevó a la otra es un exceso que no está bueno, una paranoia poco normal que hace que aparezcan los problemas.
Me acuerdo que mi mamá en post de acompañarme con las dietas me ayudaba sin pensar que llegaría a la anorexia, yo en ese momento era una persona normal (hablando del peso) pero me sentía gorda.
Se venían mis 15 años y típico uno piensa en el vestido y la fiesta entonces quería estar esplendida por eso comencé unos meses antes con estas dietas caseras, siempre digo que es una enfermedad silenciosa porque no te das cuenta, uno quiere adelgazar y tener una figura perfecta pero que uno se da cuenta con el tratamiento de que en definitiva son procesos internos de cada uno.
Cuestión que me empecé a obsesionarme eso trajo aparejado que me aislé porque no salía de mi casa, me encerraba en mi habitación y hacía ejercicios a escondidas, me pesaba todo el tiempo llegué hacerlo cada una hora, iba al gimnasio y deporte que había lo hacía porque cuando uno está enfermo se pone objetivos.
Quizás bajaba los 5 kilos que me había puesto como meta y no estaba conforme entonces eso derivó a no comer nada, tomaba agua y había momentos que sentía hambre porque es lógico pero uno de los rasgos de las anoréxicas es que son autoexigentes entonces llegue al punto de que lo poco que comía me auto provocaba los vómitos.
Después sentarme a comer en la mesa con mi familia era un tema, daba vueltas con el plato, cortaba todo chiquito y ponía excusas o no terminaba lo que me servían entonces mi mamá para no llegar a una discusión me la dejaba pasar.
Quizás el último tiempo ellos ya veían que algo me pasaba pero les costó aceptarlo, era un tema que no se hablaba y había poca información sobre el tratamiento” nos contó Lorena.
Además se refirió a su estado emocional, “Te consume una fuerte depresión, recuerdo que vivía angustiada, no me sentía feliz, no tenía ganas de nada y aparecieron los pensamientos suicidas, llega un momento que no estás conforme con nada internamente porque sentís que la felicidad es estar flaca y que te entre el jeans que tiene el muñeco de la vidriera, y perdes lo importante que son los afectos.
La mirada del otro no la tenía en cuenta por más que me dijeran que estaba bien, en ese momento al estar tan obsesionada no lo tomaba en cuenta, quizás hoy no me afecta pero antes sí, entonces escucharlos era como que me clavaban un puñal porque veía todo negativo.
Mis compañeros del secundario se daban cuenta que no era normal, evadía los encuentros para no tener que sentarme a comer pero gracias a Dios la recuperación fue rápida y pude de cierta forma disfrutar mi último año de secundario que fue lo mejor, hice promoción, me fui de viaje de egresados y disfrute de mi baile también”.
Por voluntad propia
Darse cuenta que uno está mal es de valientes, entender en un segundo que la vida está para disfrutarla y no para dejarla ir no es fácil…
Su novio en ese momento se dio cuenta que algo no estaba bien, quizás sus padres no tomaban dimensión y les costó mucho entender que era algo psicológico, que le estaba pasando algo internamente que no se solucionaba con un plato de comida.
Lorena llevó adelante una internación ambulatoria, que significaba estar dentro del lugar de día, llegaba a las 8 de la mañana y se iba a las 17 horas. En ese proceso de recuperación sus padres fueron fundamentales y viéndolo a la distancia agradece el esfuerzo que hicieron para que ella pudiera cumplir con el mismo durante seis años.
“De cierta manera entendí que algo me estaba pasando, no me reconocía de verdad sentía un rechazo que en realidad era yo la que rechazaba porque no me aceptaba. En esa etapa tenía 17 años había empezado cuarto año en el Colegio Nacional, fue un cambio de vida rotundo, no fue fácil para nadie.
Mis papás empezaron a investigar y nos enteramos que estaba Aluba en Tandil una sede porque la central está en Buenos Aires, de todas maneras yo accedí a entrar, puse mucha voluntad de verdad porque sentía mucha angustia.
Cuando entre en el tratamiento estaba re flaca, tenía una anemia importante, se me caía el pelo, perdí la menstruación, los huesos se descalcifican porque te empieza a afectar orgánicamente y obvio lo psicológico.
El tratamiento consiste en que un equipo de profesionales te apoya continuamente, son asambleas (terapias) de grupo donde hablamos cada una lo que le está pasando, ellos van coordinando las charlas y respetan tus silencios, o sea te dan el espacio para que digas algo o escuches al resto. Entonces de a poco uno aprende a valerse por sí mismo, porque yo no podía elegir la comida, no podía elegirme la ropa, había candados en la heladera, en la alacena, los espejos volaron en mi casa entonces fue un proceso de liberación en el comienzo”.
Los héroes en la tormenta
Habla de ellos y sus ojos brillan, hace varios años que se fueron a vivir a San Martín de los Andes pero no hay cuentas pendientes entre ellos desde el afecto. A veces una situación límite fortalece… tanto mamá, como papá estuvieron ahí para acompañarla hoy la ausencia es por la distancia pero desde el amor más presentes que nunca.
“Les agradezco a mis padres siempre el esfuerzo que hicieron, mi papá en ese momento trabajaba en Faré y lo dejó, puso una despensa en casa para poder llevarme todos los días a Tandil, habló con la directora Magalí Bello para poder viajar todos los días porque no nos podíamos ir a vivir allá entonces me dejaba a las 8 y me iba a buscar a las 17.
Recuerdo que el primer día que me sentaron a tomar el desayuno tarde 4 horas, mano a mano con una persona y era tomar un té con tres tostadas, sentía que me moría porque es tal el grado de obsesión que no podía de verdad. Siempre digo que es como que tenía dos mentes paralelas adentro mío, una me decía que tenía que comer y la otra que no podía engordar, un tormento continuo.
Obviamente deje el colegio por tiempo indefinido porque todo dependía de cómo afrontaría el tratamiento, por eso repito que fue rápido porque quise curarme si no me hubiera llevado más tiempo.
A mitad de año volví pero antes mis compañeras tuvieron una reunión en Aluba porque había que tener cuidados por ejemplo debían anotarme todas las comidas y firmarme el cuaderno y se comprometieron a no dejarme ir sola al baño, durante un año dependí del otro, pero me ayudaron un montón de verdad y gracias a eso pude hacer el viaje a Bariloche porque para ese tiempo ya estaba mucho mejor.
El tratamiento lo que tiene es que al estar con chicas que le pasan lo mismo te ves de alguna manera reflejada, también salís un poco de vos misma y ves lo que le pasa al otro”.
Aluba su casa por seis años
Aluba Tandil era una casa enorme, tenía habitaciones, había un comedor donde compartían la comida que le asignaba el nutricionista porque tenían un plan alimentario cada una.
Disfrutaban de talleres donde hacían manualidades, eran actividades para despejarse y también para recuperar esa confianza de poder terminar algo.
“Todo era un proceso, cada día un desafío nuevo por ejemplo hacíamos salidas a la sociedad como las llamábamos a veces cuesta que te vean no siempre hay ganas porque te sentís observada y es donde dejas de hacer cosas, de disfrutar el momento.
Me acuerdo que íbamos a los hogares de niños y ancianos donde compartíamos charlas y aprovechábamos para llevarles lo que hacíamos en los talleres”.
Un poco más relajada y algunos recuerdos que vienen a la mente me cuenta la travesía que era salir a comprar la ropa, “en su momento me vaciaron el placard, tenía que comprar cosas grandes para que no me midiera, era una regla general podía usar enteritos y bombachas de campo pero para comprar algo me acompañaban y siempre me tenía que poner de espalda al espejo porque yo no podía mirarme. Juro que me invadía una bronca porque elegían por mí pero era parte del tratamiento confiar en el otro, todo iba de la mano con todo y con el tiempo lo entendes”.
El alta lo recibió a los 21 años era la época universitaria donde cursaba la licenciatura de inicial, por esos días iba a Aluba dos veces en la semana porque hay una progresión y hay ciertas libertades, “hacía un deporte en ese momento porque lo tomas con otra intensión a todo lo que emprendes.
Uno se vuelve más fuerte, aprendes a valorarte, a respetarte a decir esto me gusta y esto no, es un aprendizaje para la vida, cuando volví a Juárez pude seguir con la carrera y recibirme que era lo que tanto deseaba, esos objetivos los pude llevar a cabo y dejar de lado el fantasma de la autoestima”.
“Nunca sentí que podía recaer”
El reloj marcaba las 12 del mediodía, habíamos transitado gran parte de su vivencia en primera persona, pero nos quedaba preguntarle cómo convive con ese pasado.
“Lo difícil de esta enfermedad es que vas a convivir toda la vida con ella pero nunca sentí que podría tener una recaída, uno se conoce y sanamente te queres cuidar pero sabes dónde está el parámetro. Salís tan fortalecida de personalidad que entendes que la vida pasa por otro lado, eso no quiere decir que no tenga miedos, inseguridades pero me hago respetar, siempre está la cuota de baja autoestima pero tengo claro que no voy a recaer en ese punto.
Hoy me acepto cómo soy, tengo otras inseguridades porque soy persona, he hecho muchos años de terapia y siempre le doy una vuelta a ese punto pero lo termino enfrentando”
Para el final le preguntamos ¿A la Lorena de aquella vez qué le dirías?. Hace una pausa de varios segundos, me sonríe pero con la personalidad de una guerrera me contesta: “Que hay que aprender a aceptarse, a quererse, valorarse y ser feliz porque la vida pasa por ahí no por tener un cuerpo perfecto”.
Le agradecí por abrir su corazón, por dejarme meterme en ese camino espinoso porque fue valiente para hablar, Dice una frase: Dios le dan las batallas más difíciles a sus soldados más fuertes.
Hoy hay miedos que no existen, hoy esa voz que tanto la atormentaba pudo callarla, hoy solo sueña con soñar y tener ilusiones que la hagan valorar su vida que tanto vale la pena.
Maria del Carmen Remedio
Las imágenes corresponden a su infancia, adolescencia y momentos con sus padres