Hace pocas horas me enteré de tu partida. Me sorprendió el silencio en el que te fuiste, el silencio de las redes sociales que muchas veces nos alertan de estas tristes noticias.
Me sorprendió el silencio, porque tu vida siempre estuvo llena de sonidos, de músicas, de tacones en el escenario, de castañuelas, de respiraciones intensas en tus clases de Yoga. Sin embargo te fuiste, y pareciera que tu paso por esta vida, por tantas vidas, no hubiese dejado rastro, sin embargo te aseguro Nora Hebel, que en la de muchos dejaste huella.
El tiempo de pandemia nos había alejado de encontrarnos en el espacio de radio que tenías en mi mañana, a veces había un mensaje de WhatsApp, como nos pasó con tantas personas.
Tuve el privilegio de conocerte en varias etapas de tu vida y de la mía; lo que nos hizo cercanas para que pudiera disfrutar de tantas anécdotas.
Aunque en la primera etapa conocí tu rigurosidad en el trabajo, el que tanto te apasionaba, el de ser profesora de danzas. Pude acompañarte en varias conducciones de eventos, cuando también se ensayaba la presentación, para que todo fuera perfecto. Así eras, buscabas la perfección en todas tus acciones, quizá sin saber que ella no existe, pero existe la excelencia, y así lo exigías, simplemente porque siempre dabas tu cien.
Recuerdo la entrevista que hicimos para el día de la mujer en el teatro, vacío, vos y yo; aunque se te iluminaba la mirada cada vez que entrabas a tu templo. Si aún cierro los ojos y puedo escuchar el aplauso al abrirse el telón, vos impecable como siempre, y un ramo de flores entregado por una alumna mientras el público de pie aplaudía lo que en escenarios de primer nivel, se podía ver en el escenario juarense.
La danza, tu gran amor, si aún recuerdo cuando relatabas que amanecías dormida sobre la máquina de escribir preparando los textos de cada coreografía. Me encantaba visitarte y que me hicieras preparar el mate, mientras vos tomabas café, siempre me decías que no sabías hacer mate, ni cocinar.
Muchas veces miré con ojos críticos tanta exigencia, y hoy puedo entender con los años tantas cosas, que te aseguro mucho aprendí de vos.
En nuestras últimas charlas hablamos de cuanto extrañabas a tu «Tito» y aún te seguían preocupando los niños del norte argentino, al cuál lograste llevarle agua, donando un premio que te habías ganado, porque en los últimos años, también te ocupaste de esto.
En abril del año pasado recibiste el reconocimiento de «Ciudadana Ilustre» por parte del Honorable Concejo Deliberante, un reconocimiento que te aseguro, te lo ganaste.
Guardo tus notas, y la última estampita de la Virgen que me regalaste, con tu firma inconfundible, «Nora» con esa N enorme y única como vos, y quienes te hayan leído alguna vez, saben de que estoy hablando.
Me entristeció y sorprendió tu partida, porque quizá nos quedó pendiente otro programa juntas, o alguna charla con esas hermosas anécdotas.
Me sorprendió el silencio en el que partiste. Pero te aseguro que tu recuerdo seguirá siendo música y danza cada vez que se enciendas las luces de nuestro teatro.
Nora Hebel, gracias por tanta enseñanza, y hasta el próximo escenario….