Cuarenta y nueve años nos separan de un trascendental hecho que conmovió el sentimiento de millones de argentinos, latinoamericanos y del mundo entero. Aquel 1º de julio de 1974 fallecía quien fuera tres veces Presidente de la República Argentina, el General Juan Domingo Perón. El hombre que reclamó el pueblo aquel 17 de octubre del 45. El Perón conductor, el Perón doctrinario, el Perón Presidente, el Perón Líder del Movimiento Nacional Justicialista.
El valor de un liderazgo puede ser considerado y medido desde dos espacios posibles, desde dos necesarias y claras categorías. Una, es la que logra el líder por sí mismo, por su entidad, por su actitud, su carisma y por su clarividencia. La otra categoría que lo dimensiona y potencia, consiste en la amplitud de ese universo popular que lo sigue y lo dignifica tras su mística convocante.
Luego, en el transcurso de las realizaciones, ambas categorías se fortalecen desde una convivencia que enaltece la relación, generando armonías y lazos profundos que cristalizan una unidad de amor recíproca e inalterable.
Para que todo esto sea posible y suceda, es fundamental que en algunas circunstancias se produzca una conjunción muy esencial, entre la concurrencia en el tiempo de un desarrollo histórico y la oportunidad del surgimiento de un hombre que interprete esas circunstancias. Perón, fue ese intérprete, que comprendió y tomó dentro suyo esa realidad, la dotó de ideas, sentimientos y realizaciones que transformaron el escenario social y político del país.
SUS CONSIGNAS Y SU VISION GEOPOLITICA
Cierta vez, durante su último período, cuenta el Dr. Hipólito Jesús Paz (ex canciller) una charla con Perón, en la cual el General le decía: “Hace casi medio siglo tenía lugar aquí un proceso político social que el embajador norteamericano en la Argentina (Spruille Braden), describió en un informe a su gobierno: “En este País se están desarrollando grandes cambios que habían estado postergados en muchos aspectos y que encajan en los nuevos tiempos”.
Es evidente que, el atributo más genuino de un estadista radica en la capacidad para resolver las problemáticas coyunturales, el entramado de los hechos y la lectura hacia adelante, la previsión sobre el desenlace de los sucesos. Lo primero, Perón lo supo encuadrar desde su perfil doctrinario, en el contenido de sus argumentos, razonamiento y resolución. Lo segundo, consiste en esgrimir una mirada visionaria para entrever lo que puede sobrevenir y el acontecer futuro.
En ese mismo lineamiento, se mueven su manifiesto socio-político expuesto en “La comunidad organizada”, durante la realización del Congreso Internacional de Filosofía, en la Universidad de Cuyo, el 9 de abril de 1949, en Mendoza y aquel otro alegato histórico pronunciado el 11 de noviembre de 1953: “el año 2000 nos encontrará unidos o dominados”, demuestran la dimensión y el virtuosismo geopolítico de su pensamiento.
En el contenido de ese amplio arco ideológico, se mueven su posicionamiento de la Tercera posición, marcando una distancia pragmática sobre el Capitalismo extremo y una fundamental diferenciación de la Izquierda dialéctica.
Su estrategia se sustentó en un definido posicionamiento tercer mundista, sostenido en el despliegue político regional, enmarcado en una favorable integración con los países del Cono Sur, que Perón llamó Continentalismo. En aquel entonces, Perón se refirió a esa regionalización bajo la sigla ABC, Argentina, Brasil, Chile, anticipo embrionario de lo que sería durante la década final del siglo XX, el Mercosur y que posteriormente llegaría también la integración de países de Sud América mediante la UNASUR.
Hace unos años, coincidiendo con otro aniversario de la muerte de Perón, en una nota titulada “Juan Perón, el nombre del siglo”, decía el historiador Felipe Piña, “el Estado peronista significó el momento de mayor transferencia de ingresos de la historia argentina, hacia los sectores populares, que accedieron a niveles inéditos de participación política, educación y consumo. Es decir, inclusión social”.
El transcurso de los años ha marcado una larga distancia con aquellos tiempos, pese a ello, seguirá perdurando el recuerdo de aquella épica “de los días más felices” y lo que evocamos como “el Perón doctrina”, seguirá brindando todo su caudal y la motivación permanente de una magistral propuesta socio-política