Se conoce como destino a la fuerza sobrenatural que actúa sobre los seres humanos y los sucesos que éstos enfrentan a lo largo de su vida. El destino sería una sucesión inevitable de acontecimientos de la que ninguna persona puede escapar…
Hace exactamente 20 años en nuestra ciudad se sucedía un hecho delictivo que impacto en la tranquilidad de nuestro pueblo, por aquellos años los locutorios eran moneda corriente, tenían cabinas, fax y después llegaron las computadoras y el internet se abonaba por hora en estos espacios.
Era un domingo especial porque se celebraba el Día de la Madre, había un color distinto y un semblante de alegría en la gente, Mónica Giles que cumplía la tarea de atención al público ese día le cambió su turno a su hermana Claudia, y es donde el destino aparece por primera vez en esta historia de vida.
Quedaba poco tiempo para cerrar, la nochecita ameritaba para estar un rato más y mientras se reía, porque siempre se está riendo, con su compañera Mónica y una clienta María Rosa dos intrusos las sorprendieron, uno mostró un arma y le pidió el dinero recaudado. La cosa no terminó ahí Mónica recibió un balazo por la espalda, paso por tres operaciones, estuvo delicada de salud y el destino se cruzó con la vida para que ella nos pueda contar en primera persona su historia pensando siempre en el hoy.
La nota la pactamos hace casi dos meses, ese martes que nos encontramos hacía calor en Juárez camine hasta llegar a su puerta que estaba abierta como siempre, me recibió con ese carisma tan de ella, sonriendo y estirando sus brazos para abrazarme.
Moni o Mona como la suelen llamar me preparo un café, en el mientras miraba su rincón, (su casa) fotos de su gente, por ahí pasaban sus mascotas y el ruido de los pájaros armonizaron la charla por más de cuarenta minutos. Tuve tiempo de emocionarme, en muchos tramos el nudo en la garganta se me hacía imposible disimularlo, también entre risas me seque esa gotita molesta que atinaba a salir ni más ni menos cuando habló de sus padres y pensé en los míos, que tan importantes son en nuestro camino y que a pesar de ser grandes nunca dejan de cuidarnos.
Y esta Mónica autentica, este ser de luz se reinventa cada día, sin miedos y disfrutando de su vida que es lo más valioso, sin pensar en lo que vendrá, ni esperar cosas enormes porque sus “grandezas” podríamos llamarlo así pasan por otro lado.
Café listo en una mesa de madera en una cocina rustica y comenzó la charla…
“Fue en octubre, justo era el Día de la Madre ese domingo, trabajaba en el locutorio de Otamendi y Muñiz y me acuerdo algo muy importante que sucedió, mi hermana Claudia (Giles) hacía poco que le había donado un riñón a nuestra madre. Ella me pregunta: ¿Pety no me cambias el turno y me haces la noche?, ahí es donde doy gracias que me pegaron el tiro a mí porque a mi hermana la hubiesen matado.
Estuve grave y el que me salvo la vida fue el Rey León como lo llamo al doctor Alfredo Michetti, era nuevo en Juárez, cuando llegue al hospital se acercó y le pregunte quien era, me dijo que era el cirujano y que no hable, entonces le dije: vale mi palabra… a lo que respondió que sí, ahí le pedí que si mi familia quería trasladarme que no lo permita” comenzó contándome Mónica.
El relato de Mónica fue estremecedor, la manera de narrar esa situación todo muy conmovedor y en este punto fundamental de la entrevista me dio un detalle a tras de otro.
“Estaba en el locutorio junto a mi compañera Mónica Díaz que trabajaba en la heladería que era al lado, hacía calor esa noche y teníamos todo abierto. Nos estábamos riendo a carcajadas, también estaba María Rosa Álvarez como clienta de espalda a la puerta y nosotros detrás del mostrador, de pronto entran dos personas corriendo de una manera que nos sorprendió, uno se quedó frente a mí y me mostro un arma, el otro paso para atrás del mostrador y me empezó a golpear con algo que yo veía que era un metal, creo que en algún momento fui inconsciente, me decía dame la plata dame la plata, y yo le pregunte: ¿Las monedas también…?
Uno de ellos se metió toda la plata en el bolsillo y se puso atrás mío, Mónica y María Rosa estaban juntas porque las pasaron para atrás, yo estaba agarrada del mostrador y el arma, un 22, tenía silenciador me di cuenta que me había disparado cuando sentí que me aflojaban las piernas, yo no sentí dolor, ni una quemazón, nada de nada.
Tenía puesto un suéter color turquesa de hilo y cuando me toque la espalda me vi sangre en el dedo empecé a caerme y termine sentada en el piso apoyada sobre un freezer.
Las chicas lloraban y gritaban, yo las miré y les pedí que llamen al 107 y no reaccionaban, no veían los números del teléfono.
La operación fue inmediata y a los dos días el Dr. Michetti entró a terapia y me pregunto si yo estaba en condiciones de levantarme porque no podía dejar pasar a toda la gente que estaba esperando afuera para verme, “necesito que te pares, te ponemos en el medio y abrimos las puertas de terapia”.
Al primero que vi fue a mi papá con sus alpargatas, nos vivíamos peleando pero lo amaba con el alma, un tipo bueno, sano nos dejó todo lo que somos, un genio. Todos los días a las 5 de la mañana lo escuchaba caminar, estaba parado en terapia, siempre firme, mamá más delicada de salud esperaba en casa que le llevara novedades.
Pase por tres cirugías una de ellas fue en Mar del Plata porque tuve una infección importante, me pusieron la bolsita que la tuve mucho tiempo, estuve complicada en las primeras 72 horas porque había que esperar cómo evolucionaba.
Hubo marchas que se armaron, mi patrón José Luis García fue incondicional me dio la posibilidad de comprarme la casa y que gracias a ese tiro se la pude pagar, después en febrero se enfermó y se nos fue al poco tiempo lo lamento siempre con el corazón”.
Mientras trataba de recuperarse de las cirugías el esclarecimiento del hecho seguía su curso, la policía se movilizó de inmediato y al poco tiempo dio con los ladrones que estuvieron presos.
“A los ladrones los agarraron, estuvieron presos cuatro años. Paso un tiempo de la detención, yo hice una descripción de la persona exacta, me acuerdo que me llevaron a la comisaría a mirar esos libros grandes como en la películas y yo lo marque de una porque le vi los ojos negro profundos, pestañas tupidas y un rulo que le caía en la frente que nunca me lo voy a olvidar, tenía un pañuelo que le tapaba la cara, le describí la altura, como era la contextura física estaba vestido con un jeans, campera negra y una capucha.
La descripción fue casi exacta y destaco el trabajo del policía Durán que lo dibujo igual al identikit una impresión terrible de como lo había hecho.
Los delincuentes eran de Azul los trajeron chicos de acá, fue una cosa rara iban tres hermanos todos los días y pedían una cabina, de hecho charlaba con ellos, entraban, marcaban yo miraba por la computadora y nada, lo que hacían era ir a ver el movimiento.
Después quien los esperaba era otro con el que estuve cara a cara un juicio porque el que me pego el tiro estuvo cuatro años preso, salió y lo mataron”.
En esta lucha de sanarse recuperarse pasaban todo el tiempo sus hijas que eran chicas, “Era el sostén de mi casa con dos nenas en ese momento pero mucha gente me dio una mano no sólo mi familia, mi amiga Patricia Méndez que me cuido en los peores momentos de dolor estuvo al pie del cañón.
Mi hija mayor se tuvo que bancar todo, la más chiquita me acuerdo que se paraba en el borde la pileta y me curaba las heridas la otra me sacaba la bolsa y la limpiaba.
La última cirugía me la hicieron un 28 de febrero que me pusieron todo en su lugar y en marzo estaba trabajando en el locutorio, pero pasaron varios meses hasta volver, de hecho me hicieron una pericia psiquiátrica la policía en Azul y acá cuando estaba internada, vino la psicóloga Viviana Solfa que me pregunto que había sentido y le conté que había tenido un sueño, en un momento donde he estado mal seguramente, vi un lugar que no existe, había agua de un turquesa hermoso y de los dos lados pasto fino, yo me veía de la mano de mi papá pero chiquita. Ella me dijo que era bueno y no era un sueño, el agua significa el vientre materno donde mejor está el ser humano.
Le puse mucha polenta y ahora más porque tengo la fuerza mayor que es el budismo, me siento protegida”.
Para el final Mónica agradeció tanto, tantas muestras de afecto que recibió de la comunidad aquella vez, porque aunque ella no lo sabía hubo marchas, cadenas oración, en el locutorio se pusieron cuadernos para que la gente le dejará un mensaje, recibió estampitas y todas las muestras de cariño que uno no se puede imaginar, ella las tuvo.
“Que me dejo todo eso, agradecimiento y darme cuenta que cuando uno tiene la vida está bien, de estar acá, de criar a mis hijas, de verlas mujeres maravillosas, de tener un nieto, un yerno, de contar con una pareja que es mi compañero un tipo que me llegó en el momento justo de la vida, y me hubiera perdido todo esto. Agradecimiento a poder estar.
Uno tiene que pensar que en la vida no necesitas nada para estar bien, siempre fuimos así por la crianza que tuvimos, mi padre siempre nos decía: “cuando a la gente le va bien ustedes se ponen contentos, nunca sientan envidia porque es malo”, y lo pusimos en práctica los tres.
Por eso a los chicos los perdone al instante y ore por ellos también porque cuando llegan a esa vida es lamentable. No tuve bronca ni nada, me enfoque en otra cosa en mis hijas y en mis padres que sufrieron un montón por eso repito que no necesito nada, estoy contenta soy feliz”.
Tan real, tan doloroso y a la vez gratificante. Un momento. Una historia en dos vidas. Una mujer que sigue aprendiendo, una hermosa persona que sigue irradiando alegría, ese destino que tenemos marcado dejo cicatrices físicas simplemente porque su mejor marca es disfrutar de su vida.
María del Carmen Remedio
Datos del hecho: Diario El Fénix