La celebración del retorno de la Democracia en cada 10 de Diciembre, tiene una expresión popular muy especial, ya que contiene en su cronología antecedentes genuinos, que hacen de soporte a esa manifestación de sentimientos y de sincera alegría, plena de emociones que, la enaltecen como un hecho único y superlativo.
Si bien es cierto, que en todo el país hubo concentraciones y expresiones sobre el suceso, es la Plaza de Mayo el lugar sublime por antonomasia , por testigo inconmensurable y por lugar datado de sucesos nacionales majestuosos. Es el sitio y el ámbito donde esa algarabía y esa bulla de cantos, bailes y expresiones oriundas de lo popular, toma un cuerpo y una textura social que, se vuelve estampa y expresión de un universo exultante, digno de los momentos más intensos y profundos, de inacabable colorido nacional, que atesora un satisfactorio sabor a un triunfo permanente, que sigue renaciendo como de una fuente de dicha patriótica inagotable.
En ese elocuente espectáculo, resplandecen imágenes y recuerdos promisorios de bienestar, de quienes cumplieron roles fructíferos y destacables, que más allá de las apreciaciones individuales, marcaron hitos que resultaron recorridos imprescindibles, que así los vimos, traducidos en el Preámbulo de nuestra Constitución, como estandarte memorioso del compromiso democrático; en el “Nunca Más”, de los sufrimientos de una Dictadura incomprensible y deshumanizada; en el “vengo a proponerles un sueño” para recuperar la dignidad y la inclusión para todos, al amparo de aquel anhelo mayor de la “Patria Grande”; en la voluntad de que “la Patria es el otro”, y aquel majestuoso “trabajamos por una comunidad organizada, donde cada uno tenga la posibilidad de realizarse en paz, con desarrollo pleno y justicia social”.
Son fragmentos confluentes, que mantienen un tributo y un lazo históricos, para que no se diluya el auténtico regocijo popular sobre ese sistema que entrelaza todas los reconocimientos y apreciaciones, en esa unidad que está por sobre las certezas y ambigüedades posibles, y los contratiempos que muchas veces nos acechan.
Hay algo de lo que tendremos que estar convencidos, que el compromiso de participar de la gente y de los sectores que administran su gobierno, contiene en sí mismo un testimonio y una convicción, de que la Democracia se construye en la cotidianidad de nuestro devenir como sociedad, en el asumir y aplicar ese acopio de valores que categorizan y aportan el genuino sentido que deben contener nuestras acciones de convivencia y participación.
Esa actitud cotidiana y constante será la que garantice la positiva vigencia del sistema representativo que llamamos Democracia.