Como cada año, la fecha que nos congrega nos invita a evocar uno de los momentos más oscuros de la historia nacional, donde se entrecruzan la memoria, la historia y la justicia. Quisiera dejar un poco de lado los datos históricos y acercar algunas cuestiones propias del trabajo de los historiadores sobre la memoria.
La historia nace de la memoria, pero lentamente, al convertirse en ciencia, se independiza y la vuelve su objeto de estudio. Una de sus principales diferencias radica en que sus tiempos son distintos: mientras la historia parece inscribir el pasado en una forma continua, el tiempo de la memoria se inscribe siempre en el presente, es un pasado actual, que pone en entredicho la continuidad de la que hablamos.
La memoria tiende a atravesar varias etapas: en primera instancia se da un hecho traumático que es reprimido. A la fase de represión le sigue la anamnesis o retorno de lo reprimido que puede conducir a una etapa de obsesión. La memoria sostenida por las víctimas, familiares y organizaciones de derechos humanos fue reprimida, fue una memoria subterránea que se mantuvo con fuerza hasta que, a partir del 2003, comenzó a convertirse en una política de Estado.
No sé si alguno recuerda el 28 de noviembre del 2003. Ese día se inauguraba el paseo de la memoria y el presidente hacía referencia a un país quebrado y presentaba un programa de becas que las traían María Hebe, Omar, Julio y Tatú. Luego, el 24 de marzo del 2004, Néstor Kirchner ordenaba descolgar los cuadros de Videla y Bignone. Los indultos fueron declarados inconstitucionales y las causas fueron reabiertas. La memoria subterránea volvía con fuerza y parecía convertirse en una obsesión al compararla con el silencio previo.
Pero en el transcurso del tiempo algo paso. En estas últimas semanas previas a la fecha hemos venido manteniendo contacto con miembros del grupo de acompañamiento a las víctimas en Tandil, gente de la Comisión Provincial por la Memoria, alumnos del profesorado de historia del Instituto 68 y algunos profesores; compartiendo algunas impresiones sobre el tema. Hoy, casi 20 años después de la inauguración de ese mismo paseo, la consigna de memoria, verdad y justicia por los 30 mil desaparecidos se ha institucionalizado y lentamente ha perdido su fuerza. Se ha convertido en un significante vacío. La pluralidad de sentidos que evocaba la sola mención de la nefasta categoría de desaparecido, hoy, o mejor dicho, de un tiempo a esta parte; solo ha alimentado al negacionismo.
Lo hemos escuchado todos, lo hemos leído. “No son 30 mil”. “Yo inventé la cifra de los 30 mil”. “En el Nunca Más dicen que son menos”. “Hay un curro con los derechos humanos”. Y si lo han dicho políticos a nivel nacional, provincial o local es porque hay sectores de la sociedad que se sienten identificados con esas afirmaciones. Y lo que nos atraviesa debería ser algo más importante que la negación de esos argumentos. Lo que debería resurgir en nosotros es el ejemplo de lucha y enseñanza de las víctimas, sus familiares y sus amigos.
Seamos claros. Los negacionistas estuvieron presentes en la dictadura, luego en la fase de represión y más tarde se volvieron una memoria subterránea que ha vuelto a cobrar fuerza ante la pérdida de terreno de esta causa que no es de un partido político sino de todos los argentinos. Se han vuelto más poderosos con esta institucionalización de la que hoy somos parte, por nuestra falta de pedagogía al enseñar este proceso histórico a base de repetición sin pensamiento. Si queremos que las ideas que representan la consigna de memoria, verdad y justicia por los 30 mil desaparecidos no pierda la batalla y recobren su sentido, tenemos que dar la pelea no solo en los actos institucionales, en las discusiones políticas, en las redes sociales o en las aulas. Para poder decir Nunca Más, la lucha debe ser llevada más allá de esos lugares cómodos; y la vamos a encontrar en lo que nos confronta en la calle, contrariando nuestro pensamiento, escuchando, argumentando. Todos sabemos bien que la lucha por la memoria, desde el 30 de abril de 1977, se hace caminando.