Estamos a pocos días de que se cumplan cuarenta años de aquel acontecimiento que conmovió sorpresivamente la realidad del país todo, aquel distante 2 de abril de 1982, en que amanecimos con la vibrante noticia de que las tropas argentinas habían desembarcado en Malvinas con la intención de recuperar la soberanía sobre el archipiélago austral. La conmoción fue general ante un suceso que sacudió las fibras más íntimas del sentimiento nacional. Se reabría nuevamente, un viejo capítulo del legajo de nuestra historia, iniciado a mediados del siglo XIX, con la usurpación del territorio malvinense de parte del Reino de la Gran Bretaña.
La narrativa nos marca que a partir del interinato del General Martín Rodríguez, allá por setiembre de 1820, el Gobierno de Buenos Aires había tomado posesión de las islas, en virtud de considerarse heredero de los territorios españoles del antiguo Virreinato del Río de la Plata.
Los informes cronológicos nos remontan al 10 de junio de 1829, en que finalmente se crea la Comandancia política y militar de las Islas Malvinas, designando para el cargo a Luis Vernet. Este, nacido en Hamburgo, Alemania, en 1792 , luego de un período de residencia en Río de Janeiro, se traslada a Buenos Aires después de la Revolución de Mayo del 18l0. Siempre dedicándose a actividades comerciales de origen naviero.
Aquí aparece un hecho controversial, Vernet, que conocía y había realizado tareas en la zona austral, una vez conseguida la designación, escribió al representante inglés en Buenos Aires, el cónsul Woodbine Parish, “una carta que en uno de sus párrafos le comunicó que estaría muy contento que el Gobierno de Su Majestad (británica) tomara la colonia bajo su protección”. Esta situación tiene una lectura especial dentro del contexto del conflicto por las incursiones pesqueras de barcos estadounidenses que asediaban el lugar y de cuyas tropelías Vernet tenía amplio conocimiento. Aparentemente, Vernet buscaba protección física y militar para la zona insular; el potencial de Buenos Aires entonces, no era suficiente para cubrir el área frecuentada desde el exterior.
LA OCUPACIÓN BRITÁNICA DE LAS ISLAS
Inglaterra había ocupado las Islas hasta 1774, pese a las protestas españolas, y “la solicitud de Vernet le devolvió la atención sobre el archipiélago”. En realidad, al país británico, mantener la ocupación de las islas le resultaba un perjuicio y contratiempo, y aún no le había reportado beneficios económicos satisfactorios como para seguir permaneciendo en las islas.
La propuesta del Gobierno Argentino, fue recibida y analizada por el gabinete inglés, aunque no hubo una respuesta inmediata. Es esencial señalar que en ese ínterin se produjo un conflicto entre el Gobierno de Buenos Aires y Estados Unidos de Norteamérica, en 1831, a raíz de las incursiones furtivas de los pesqueros yanquis. Las circunstancias derivaron en la destrucción de las instalaciones argentinas en Puerto Soledad, por parte de un ataque de la corbeta de guerra Lexington.
2- La ruptura de relaciones con los Estados Unidos, de parte del Gobierno de Buenos aires, a cargo en esos momentos del Brigadier Juan Manuel de Rosas, favoreció a la decisión inglesa, recomendada por el cónsul Parish, de ocupar las islas. La irrupción británica se produjo el 2 de enero de 1833, a través la fragata Clio, comandada por el capitán Onslow. “Desde entonces, comenta el historiador Felipe Pigna en su Monografía sobre este tema que, “Argentina reclama su soberanía esgrimiendo derechos absolutamente legítimos sobre ese territorio”.
Es oportuno acotar que en una reciente publicación, el ex vicecanciller Andrés Cisneros, dice que, en el año 1974, los ingleses ofrecieron una soberanía compartida con un período de cien años para hacer efectiva, pasando Argentina a participar de inmediato en la administración de la islas. ”Perón, ordenó al canciller Vignes aceptar, tratando de disminuir ese plazo. Bajado a la mitad, ya que estaríamos a punto de una transferencia tipo a lo ocurrido con Hong Kong. Pero Perón murió tres semanas después y se abortó el proceso”, (Clarín, 27/3/2022, Malvinas: más cerca o más lejos?)
SE PRECIPITAN LOS HECHOS
Paradójicamente, otro 10 de junio pero, de 1982, las tropas argentinas al mando del General Menéndez, capitulaban ante el poderío inglés luego de aquel intento por restablecer la posesión argentina sobre el archipiélago malvinense. Es importante repasar algunos datos y antecedentes sobre ese suceso. Fabián Bosoer, politólogo y periodista, que fuera Profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Buenos Aires, comenta en un artículo suyo sobre el tema en cuestión que, “pese a ser una reivindicación territorial más que centenaria, la principal hipótesis de conflicto que tenían las fuerzas armadas argentinas y la única con una potencia extranjera, era el plan para recuperar las islas Malvinas en 1982 , que fue pergeñado por los comandantes de la última dictadura militar entre gallos y medianoches: sin consultar a especialistas y sin medir las consecuencias”.
Un detonante oportuno para la intervención militar en las islas se da a raíz de un incidente pesquero ocurrido cerca de las islas Georgias del Sur, que incentivado desde áreas de la Marina, y con los ánimos bastante caldeados por “la conmoción política provocada por la más importante movilización de protesta contra el régimen militar, que había llegado a la Plaza de Mayo y fue brutalmente reprimida el 30 de marzo de 1982, precipitan el lanzamiento de la operación”.
La cúpula militar aprovecha la situación generalizando una intensa “campaña de acción psicológica y propaganda que favorece el clima para el lanzamiento de una gesta patriótica y nacionalista sin precedentes históricos”. Ese era el convencimiento que alentaba el séquito militar.
Un Leopoldo Galtieri desorbitado, “el general majestuoso” como lo habían llamado en su paso por Washington hacía pocos meses, en las últimas horas del 1º de abril de 1982, “había aceptado a regañadientes una conversación telefónica con el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, quien haría un último y vano intento de disuadir al militar argentino de seguir adelante con la acción militar”. Galtieri, en su obsesión y soberbia, no advierte “que le soltaron la mano” y que los guiños anteriores sólo eran “elogios efímeros aplaudiendo la funcionalidad y el servilismo de la dictadura a los intereses imperialistas de los del país norte”.
EL DESEMBARCO
“El desembarco comenzó a las dos de la madrugada del viernes 2 de abril de 1982. Los argentinos se desayunaban de la noticia por los diarios, la radio y la televisión -al mismo tiempo que la mayor parte de los altos funcionarios civiles y militares-, en un clima de sorpresa y júbilo”.
“La noticia, resguardada en el mayor de los secretos, trascendió poco después de las 10 de la noche del jueves 1º, cuando el ex canciller del gobierno de la revolución libertadora y veterano dirigente nacionalista Mario Amadeo informó a una decena de cronistas acreditados en el Palacio San Martín –Cancillería-, que su amigo, el canciller Nicanor Costa Méndez, le acababa de informar que –“se ha resuelto la incorporación de hecho de las Islas Malvinas a nuestro territorio-“, así nos narra el periodista y politólogo, profesor Fabián Bosoer, las instancias inmediatas que rodearon aquella imprevisible ocupación del territorio malvinense por las fuerzas argentinas de aquel entonces.
En medio de aquellos días de euforia, a pocas horas del suceso, decía en su editorial la destacada Revista Humor, siempre dueña de un periodismo libre de ataduras, “en torno a un hecho de indiscutible equidad, no podríamos –no queremos-, crear un clima de glorificación mística o de sensiblería patriotera. Si en nuestra línea hay una bien entendida defensa de lo nacional, seguramente no nos confundiremos tampoco esta vez con los excesos de nacionalismo sospechoso u oportunista que no creemos que hayan sido los que inspiraron la empresa de restitución”.
DEL CONFLICTO A LA NEGOCIACIÓN
Sólo una segunda y sensata lectura de los hechos hubiera permitido en aquellos momentos, entrever la real dimensión de la decisión tomada, la riesgosa realidad de la operación militar y las consecuencias posibles a posteriori.
Galtieri fue implacable “¡daremos la batalla! No importa si mueren 400 o 4000!”, expresaba a sus “ad lateres” y embriagado también de euforia, arengaba desafiante a los británicos –“ si quieren venir, que vengan; les presentaremos batalla”, en una Plaza de Mayo colmada de algarabía y desde los históricos balcones de la casa Rosada.
“El 15 de abril, pocas horas antes de la llegada de Alexander Haig , mediador en el conflicto y canciller de EE UU, se concreta un segundo diálogo telefónico entre la Casa Rosada y la Casa Blanca. Nunca antes, con la sola excepción de Kennedy con Frondizi, un presidente norteamericano le había dedicado personalmente, tanta atención a un mandatario argentino. En este caso, es Galtieri quien intenta disuadir a Reagan para que interceda ante Londres a fin de detener el avance de la flota británica”, nos comenta sorprendido Fabián Bosoer en su artículo.
El Gobierno Militar, a partir de esa instancia se siente en “una posición de fortaleza para arrancarle a Gran Bretaña un reconocimiento de la soberanía argentina”. El gobierno de Reagan “dará por concluida su relación amistosa con los militares argentinos y ofrece a partir de entonces todo su respaldo al gobierno de Margaret Thatcher, premier británica, sin dejar de manifestar su preocupación por el probable desenlace bélico”. La guerra se precipitó de una manera irreversible. “ La guerra de Malvinas sigue siendo hoy tan difícil de aceptar, por lo absurda, como en 1982”.
Comenta Hugo Pressman en una de sus habituales notas, publicada en su blog, “a pesar de la imprevisión de los generales más habituados a los escritorios que al combate, lo soldados, algunos oficiales y la aviación escribieron páginas de una heroicidad notable que la derrota ha sumido en la mayor parte de los casos en el olvido”.
Hoy, a la distancia, a cuarenta años de aquellos sucesos, la reflexión y la sensatez nos ofrece otro horizonte para la mirada y el análisis sobe el hecho Malvinas. Desde el enfoque de la crónica histórica, el 10 de junio de 1982, representó el comienzo de una transición con contenidos adversos. Primeramente, se inició la retirada militar del escenario, no sólo bélico sino también político.
En segundo lugar, como lo expresa Pressman, en su comentario, “la democracia que se recuperó estuvo hipotecada por las consecuencias de la derrota, por la enorme deuda externa acumulada y por la devastación (generacional) producida”.
Toda la historia que siguió es por toda conocida. Los sucesos de Malvinas precipitaron la apertura política. Reconstruir la democracia, en aquellas circunstancias, significó también reconstruir el país. Recrear ideales y objetivos. Representó un acto de fe y de confianza en nosotros mismos, en la resiliencia de nuestro país. Por eso hoy, después de tantos años transcurridos, podemos tener una mirada más consiente, amplia y profunda sobre aquella azarosa historia de Malvinas. Orgullos y tristezas amalgamados por el fervor de un patriotismo que no es una sensiblería de circunstancia, sino un sentimiento traducido en realidades auténticas y posibles. Quizá no las idealmente soñadas, pero sí las vividas, las que nos permitieron llegar a un presente, siempre forjado y mejorable, plasmado en voluntades y decisiones que en muchos de sus actores, al menos, tuvo su inserción en un genuino sentido de lo nacional.
EL ANHELO
En la coyuntura que hoy se da, el escenario tiene intrincadas composiciones y por lo tanto diversas perspectivas. Actualmente se dan situaciones de índole económico y geopolíticos, donde observamos en el Atlántico sur un “mar lleno y profundamente tras nacionalizado” con intereses ictícolas, petroleros y estratégicos que convulsionan la zona.
“Volveremos a Malvinas de la mano de América latina”, expresaba una bandera desplegada por los ex combatientes, en una de sus manifestaciones. Ir de la mano implica ir sin armas, avanzar por los caminos del acuerdo, aunar todos los esfuerzos tras una reivindicación, que en pleno Siglo XXl, debe sobrellevarse sobre la negociación de los foros diplomáticos, desde los estrados de las consignas de la justicia y el derecho internacional, desde lo histórico y desde el baluarte de una unidad latinoamericana revitalizada y fortalecida como bloque, sin olvidar la nobleza, el coraje y el honor de quienes entregaron su vida por un auténtico patriotismo, en los enfrentamientos y combates durante el conflicto bélico. El avance esta vez deberá contar con una esmerada prudencia, intentando recorrer el camino propio de la templanza, que genera el tiempo, cuando los acontecimientos maduran en su periodo oportuno, sostenidos en el consenso histórico y reiterado de muchos países que respaldan nuestro reclamo. Siempre con la inspiración de un genuino sentimiento nacional. Nunca antes, ni ausentes de esa fortaleza.
(Textos e información consultados del historiador Felipe Pigna, del profesor y periodista Fabián Bosoer y del historiador y periodista Hugo Pressman y ex Canciller Andrés Cisneros).