Desde que nos invadió la Pandemia del Covid-19 la incertidumbre de lo que sucedería durante su duración y como se desarrollaría la vida del Planeta cuando estuviera controlado el virus se fueron escenificando en innumerables conjeturas, muchas enmarañadas en lo incomprensible de lo sucedido, otras con un condimento más posible y real, configurando una variedad incontenible de opiniones y predicciones, todo invadido por la sensación de un inevitable miedo global.
Tuvimos el estremecimiento de haber sido testigos de una implosión mundial de un sin número de presupuestos y postulados que habían configurado la seguridad y la estabilidad del conjunto que compone el conglomerado del hábitat de nuestro Planeta.
Instalados dentro de un panóptico imaginario podríamos observar el conjunto de las realidades de nuestras historias, nuestras ciudades, lo que somos, todo amenazado por la intimidación fatal de la Pandemía, y veríamos lo endeble de la humanidad y de lo que somos, de la fragilidad de nuestra existencia total y concreta.
La vigencia en el tiempo de esta Plaga del Covid ha puesto en evidencia una serie de correlatos de las implicancias que se suceden entre los sectores de los distintos ámbitos poder y el resto de la sociedad que, la mayoría de las veces, se encuentra como simple y estoica observadora ante los hechos que sobrevienen de ese acontecer.
Los avances que viene teniendo nuestro mundo, en desarrollo y tecnología, nos convencieron que podíamos controlar todo, sin embargo, la propia Naturaleza nos está demostrando que hemos abusado de su generosidad y que la misma realidad que nos circunda, puede de distintas formas, volverse contra nosotros, por las inclemencias del clima, por catástrofes, por pandemias, corporizando desde esas manifestaciones , un reproche innegable a todas las expresiones de autosuficiencia y abusos que venimos haciendo.
Precisamente, uno de esos correlatos, como lo expresamos anteriormente, es decir esa relación e incidencias que las circunstancias tienen con cada uno de nosotros, tal como se fue dando a causa de la amenaza letal del Covid, fue el aislamiento, el llamado aforo, el espacio y la distancia con los otros.Afectando así, a una de las realidades esenciales de la vida de la humanidad, como lo es la convivencia, la sociabilidad, el trato comunitario.
En ese contexto, lo que adquirió un gran significado y de ahí, su intensa repercusión, fue el impacto en lo emocional, en cuanto alas limitaciones que se generaron, poniendo en juego una variedad de movimientos a nivel de nuestra conciencia, al referirnos que hacer y que no hacer, activando el vaivén interior entre lo permitido y lo prohibido.
El clima de perplejidad y fastidio fue generalizando una percepción de malestar demasiado intensa para convivir con ella constantemente, impregnando tanto los pequeños y los amplios universos personales y comunitarios. Se activó una pre-figuración negativa e incierta sobre nuestras variadas aspiraciones individuales y sus interrelaciones con los demás.
Quienes trabajan sobre estos elementos de las percepciones sociales, saben muy bien de sus repercusiones y trascendencias y sobretodo, como atraen o difieren las aceptaciones de la gente.
Las agencias de promociones o mediciones de las aceptaciones y preferencias de la sociedad de algún productos o consideración particular, son muy eficaces en el análisis de estas pulsaciones que se dan en el seno de la sociedad.
Si avanzamos un poco más, podemos considerar cuanta repercusión producen en eventos que conllevan una trascendente influencia sobre lo habitual y nuestra realidad cotidiana y social. Es entrar en el terreno del universo de lo comunicacional que durante todo este período ha tenido una presencia relevante, sobre su alcance, su influencia y su actuación sobre la cotidianidad de nuestras vidas.
Muchas de estas consideraciones abundaron en el trascender de nuestras charlas, de nuestros controlados y parcos encuentros. Gracias al mérito de muchos, destacados o ignotos, imprevisibles y abnegados, anónimos y cotidianos, hoy la palabra Pandemia comienza a diluirse. Va perdiendo la incomodidad de su alcance, para recuperar la supremacía de su contenido: “sobre todos los pueblos”, girando el eje de su simbología, esta vez bajo la forma de una inclusión total, plena de esperanza y de mayores certezas. Recuperando así, la lucidez de una conciencia universal, ecuménica, que nos integre en la fecunda diversidad y en la plenitud maravillosa de lo que somos, para que el milenario proyecto “Humanidad” no fracase. Una manera de otorgarle luminosidad y transparencia al estado de incertidumbre que no acosaba sobre el día después.