La discusión por los humedales tomó estado público en la Argentina tras los graves incendios ocurridos durante los últimos meses en el Delta del Paraná. Estos incidentes no solo sirvieron de disparador para que se instale en la agenda la necesidad de sancionar una Ley de Humedales, sino también para lanzar acusaciones cruzadas entre ambientalistas, la política y el sector agropecuario, sobre las responsabilidades de los incendios. Lo cierto es que en el Congreso ya hay movimientos para comenzar con su discusión y desde el campo se plantean inquietudes, miedos y reticencias.
A grandes rasgos, un humedal es una zona de la superficie terrestre que está temporal o permanentemente inundada. Hoy existen 13 proyectos de ley con estado parlamentario entre las dos cámaras que componen el Poder Legislativo Nacional, de los cuales 10 fueron presentados en Diputados y 3 en Senadores en los últimos meses. Más allá de que los proyectos elevados para su tratamiento corresponden a casi todo el arco político, la mayoría buscan establecer los presupuestos mínimos para la conservación, protección y uso sustentable de los humedales.
Si bien en ambas cámaras comenzaron las charlas informativas respecto a los proyectos presentados, es en Diputados donde existe un mayor dinamismo en cuanto al tema. Según indicó la Directora Ejecutiva de la Fundación Barbechando, Florencia Ricchiuti, el debate “está bastante avanzado” en dicha Cámara.
Como explicó Ricchiuti, los proyectos de estos legisladores no muestran grandes diferencias, como así tampoco con el grueso de los escritos presentados. Ambos plantean la realización de un Inventario Nacional de Humedales, establecer un ordenamiento territorial (clasificación de los humedales en cuanto a si deben ser preservados o son aptos para usos múltiples), el establecimiento de moratorias y la creación de un fondo nacional para su sustentación.
La visión del campo
Para el coordinador de la Comisión de Medio Ambiente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Eduardo Ortiz, la posición que toma la entidad al respecto es “clara”. Y agregó: “Consideramos que se necesita una planificación para todo lo que es desarrollo urbanístico. En lo que no estamos de acuerdo es en que haya una ley de presupuestos mínimos que involucre a toda la Nación y sobre todo a los humedales con una definición tan amplia que involucre al 25 o el 30% del territorio nacional y que va a complicar a un sector productivo que viene de muchos años produciendo carnes en campos bajos, que no son humedales”.
Según consta en gran parte de los proyectos presentados, la definición adoptada para humedales es la de “ambientes en los cuales la presencia temporaria o permanente de agua superficial o subsuperficial causa flujos biogeoquímicos propios y diferentes a los ambientes terrestres y acuáticos. Rasgos distintivos son la presencia de biota adaptada a estas condiciones, comúnmente plantas hidrófitas y/o suelos hídricos o sustratos con rasgos de hidromorfismo”.
Ortiz manifestó que “para estas leyes hay que conocer el territorio y quienes las están escribiendo no lo conocen. No saben cómo se produce, ni qué es un campo bajo ni hidromorfismo” y agregó que “no es necesaria en este momento, con una pandemia y la economía totalmente parada”.
Por su parte, el vicepresidente de Federación Agraria Argentina (FAA), Elvio Guía, sostuvo que “hay que tener muy en cuenta es qué se toma por humedal. Según la definición que tomemos puede representar el 8% o el 22% del territorio. Si hablamos de suelos hidromórficos o con características hidromórficas”.
Para Guía, existe un “riesgo certero” de que con la aprobación de la ley los humedales “pasen a ser parques naturales”, mientras que otro riesgo es “no poder hacer ningún tipo de intervención de los productores que viven en las islas y que tengan que abandonar las actividades por no poder hacer una pequeña obra de infraestructura para poder aguantar su hacienda cuando viene una creciente o no poder trabajar esas tierras o producir miel”.
“Creo que tiene que haber una Ley de Humedales que sea coherente y que tiene que servir a los dos lados. Pueden convivir ambiente, sociedad y economía. Lo único que tenemos que hacer es salir de este Boca-River y empezar a pensar de ambos lugares y lados de esta famosa grieta”, concluyó.
La visión ambientalista
Para los grupos ambientalistas la necesidad de que el país cuente con una Ley de Humedales es clave, ya que consideran que muchos de estos ecosistemas a lo largo del país se encuentran “en serio peligro” tanto por las modificaciones sufridas por actividades humanas, como así también por la contaminación. Asimismo, plantean que es posible la actividad agropecuaria en los humedales siempre y en cuando que ésta se adapte al ecosistema.
En base a esto, el Director de Conservación de la Fundación Vida Silvestre, Fernando Miñarro, sostuvo que “es necesaria una Ley de Humedales, porque como pasa con muchos de los sistemas naturales en Argentina, están en serio peligro. Se han modificado fuertemente y se los afectó en dos sentidos: por un lado hay un proceso de conversión o de cambio de uso que es cambiar la existencia del humedal por otra actividad humana, ya sea productiva o desarrollo inmobiliario y, también, la degradación de estos ecosistemas a través de la contaminación”.
Según Miñarro, en algunos casos el “ser humano pretende adaptar el ecosistema a su actividad” y no adaptar la actividad a este. Por tal motivo, considera que “la clave de los humedales es el agua, los ciclos de inundación y sequía que tienen y uno tiene que pensar la actividad adaptada a este régimen natural, porque por ese régimen luego se puede contar con pastizales y forrajes de alta calidad. Ese buen manejo no solo favorece a la conservación de la biodiversidad, sino también a la producción”.
Por último, consideró que existe una preocupación desde el sector productivo en cuanto a la definición que se tomará para determinar qué es un humedal, que dependiendo de cual sea esta, puede acaparar el 21% del territorio nacional.
“Hay cierta preocupación del sector productivo, incluso de INTA, porque se habla de suelos hidromórficos y eso hace que digan que toda la Cuenca del río Salado es un humedal y yo digo ‘sí, es justamente eso’ y por eso no tengo ni una preocupación, porque después el ordenamiento territorial es el que define cuál es el uso de esa cuenca. Yo como ambientalista voy a ser el primero que va a defender el uso de esta cuenca como zona de ganadería de cría, como la ha sido hasta ahora, porque convive con el funcionamiento del humedal. Esos temores que surgen desde el sector agropecuario, para mi son por falta de información”, concluyó.
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