El arte de lo posible
Durante la nota anterior habíamos remarcado de qué manera, en su exposición sobre “La Comunidad Organizada”, Juan Domingo Perón, en ese encuentro sobre el pensamiento filosófico y conceptual, realizado en la Universidad de Cuyo en 1949, había realizado un recorrido magistral de la evolución producida a través de los distintos períodos del pensamiento humano. La Modernidad había centralizado la acción en el hombre, en el individuo persona, que recuperaba su verdadera dimensión humana, en base a la conciencia de su libertad pero, reconociendo implícitamente, la dimensión trascendente que habita en ese ser y que le permite buscar su realización desde lo colectivo, desde su dimensión social y comunitaria.
Queda claro, afirma Perón, que es fundamental “partir de ese yo vertical a un ideal de humanidad mejor”, y completa diciendo, “que la plena realización del yo, el cumplimiento de sus fines sustantivos, se halla en el bien general” ( LCO,Cap.18). Subraya un poco más adelante, “…lo que puede devolver al hombre la actitud combativa es la fe en su misión, en lo individual, en lo familiar y en lo colectivo” (Cap.19)-
LAS EVOLUCIONES HISTORICAS
Podemos llegar a pensar , como lo dijimos en la Nota anterior, que si el accionar político generalmente, no tiene un recorrido totalmente lineal, el pensamiento en cierta manera abstracto de un planteo filosófico, nos llevaría a pensar que la política no se encuadraría en ese plano del razonamiento. Sin embargo, remontándonos a las primeras ideas sobre la conformación de lo que los griegos denominaron, “la polis”, comunidad, ciudad
organizada; nos encontramos con una reflexión de Aristóteles, afirmando que “ el hombre es un ser ordenado para la convivencia social; el bien supremo no se realiza , por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el organismo súper-individual del Estado; la ética culmina en la política” ( LCO; Cap.X).
Aquí se nos abre un horizonte muy interesante. Así lo analiza Perón, “el proceso aristotélico nos lleva a un punto más lejos del proyectado. Deseamos referirnos sólo a la imposición de la convivencia sobre las proyecciones de la actitud individual. Nuestra virtud no es perfecta hasta ser completada por esa ética, que mide los valores personales”. Y completa diciendo, “la vida de relación aparece como una eficaz medida para la honestidad con que cada hombre acepta su propio papel. De ese sentido ante la vida, que en parte muy importante procederá de la educación recibida y del clima imperante en la comunidad, depende la suerte de la comunidad misma” (Cap.X).
Nos queda claro que el avance y el progreso del pensamiento humano tuvo una línea ascendente, pero esos logros pasaron por diversos y difíciles procesos históricos, hasta lograr lo que en nuestra contemporaneidad llamamos Democracia.
Dejar atrás los tiempos de la Edad Media, con sus etapas de reinados, monarquías y feudalismos, significo casi un milenio. La visión teocrática del Renacimiento, donde existió un referencia vertical a Dios y los preceptos del Cristianismo, contó también con un aporte estupendo con la maravillosa recuperación en el terreno del arte, la literatura , los progresos arquitectónicos y un revivir esplendoroso de los valores de la antigüedad clásica grecorromana.
Aquí se produce una inflexión, ya que la tendencia conocida como Humanismo produjo la salida de las pautas de Renacimiento, rompiendo el teocentrismo vigente durante ese
tiempo. Su tendencia priorizó la razón humana por sobre la fe tradicional y se interesó por establecer el concepto del hombre como centro del universo, marcando una separación clara de las creencias ortodoxas de la religión.
Significó apartarse de la preeminencia de las ideas sobre las consideraciones absolutas en las que se basaba la postura religiosa, para dar paso en el sentido opuesto, a otros enfoques aunque también absolutos. Dentro de ese planteo, nos encontramos con Nicolás Maquiavelo, diplomático, filósofo político y literato italiano, autor de su doctrinario político titulado El príncipe, en 1531, a mediados del siglo XVI, marcando el imperativo político, una especie de absolutismo del Estado, siendo él uno de sus principales representantes, durante sus funciones en el gobierno de Florencia.
LOS OTROS ABSOLUTOS
Uno de los impulsores de este nuevo absolutismo fue el inglés Thomas Hobbes, filósofo inglés, considerado como uno de los fundadores de la filosofía política moderna en el siglo Diecisiete. En su pensamiento, lo substancial va a recaer exclusivamente en lo humano, en el individuo libre con capacidad de creación y de obrar, sustentado en la sublimidad de la razón, eje y valor de toda la acción del hombre. El intérprete más destacado de ese posicionamiento en el terreno filosófico fue Immanuel Kant, filósofo y científico prusiano, componente de una tendencia conocida coma La Ilustración, de preminente influencia en toda la evolución de la filosofía moderna, preferentemente europea, consolidando lo que se conoció como Racionalismo.
Para ser puntuales, de este planteo llamado Racionalismo, su origen debemos centrarlo en la figura del francés René Descartes, a quien la historia reconoce como el Padre de la Filosofía Moderna, cuya conocida frase , “pienso, luego existo”,
lo marco en la rigurosidad de una las piezas fundamentales de su contenido filosófico, sobre mediados del siglo Diecisiete. Pausadamente, al ritmo de las posibilidades de aquellas épocas, vemos como van transformándose las ideas, instalándose pensamientos y movimientos que posteriormente serán el sustento de la Revolución Francesa, como el Iluminismo o Ilustración, llamado así, porque consideraban que ese período del siglo Dieciocho constituía el sumun del intelecto y la cultura de la época. Pujas sociales, corrientes que intentan abrir nuevas etapas, avizorando lo que progresivamente significó la conformación de los Estados, del desenvolvimiento de la sociedad y su transcurso a momentos más progresistas. Subyace en todo la necesidad de organización, la búsqueda de un orden que ayude y sirva a la convivencia social. Los pensadores han sido impulsores de idearios y movimientos pero, también ellos han sido intérpretes de los contenidos de los hechos y de los sucesos de cada época. Por lo tanto sus ideas no se han movido exclusivamente en lo teórico y abstracto, sino que su pensamiento ha sido muchas veces resultado de una mirada precisa y de una observación constante de los acontecimientos que se iban produciendo.
Sobre ese momento, al que estamos llegando, de crucial trascendencia en la inmensa Línea del tiempo, expresará Perón en la Comunidad Organizada, “la revolución Francesa fue un estruendoso prólogo al libro, entonces en blanco, de la evolución contemporánea. Hallamos en Rousseau una evocación en su seno, como base de la nueva estructuración democrática. Esta concepción servirá de punto de partida para la interpretación práctica de los ideales en las nuevas democracias. Pero resulta hasta cierto punto conveniente examinar si en la concepción originaria no se produjo, por la dinámica misma de reacción, la supresión innecesaria de toda una escala de valores” (LCO,CAP.XX). Hablaremos en la próxima nota sobre esta incógnita planteada.