Cada 12 de noviembre se celebra en todo el mundo el “Día Mundial contra la Obesidad”. En algunas partes también se celebra el 11 de octubre, con el objetivo de concientizar a las personas sobre el terrible daño que produce al organismo una dieta alta en grasa y azúcares.
La obesidad y el sobrepeso suelen ser el resultado de un desequilibrio entre las calorías ingeridas y las calorías gastadas, y se caracterizan por la acumulación anormal o excesiva de grasa en el cuerpo humano.
Según la Organización Mundial de la Salud, ambas condiciones configuran una epidemia y es por esta razón que se celebra este día para prevenir y revertir estas dolencias que afectan a la mitad de la población en todo el mundo.
Esta es la descripción de porque la Organización Mundial de la Salud, buscó y eligió este día para visibilizar esta enfermedad. Sin embargo, detrás de esta enfermedad, hay personas, niños, mujeres y hombres que a lo largo de su vida sufren muchísimas consecuencias por padecerla.
Cuando son niños, comienzan con terminologías que parecen inocentes, pero que luego se convierten en heridas muchas veces que llevan a las personas con gran sobrepeso a padecer otras enfermedades, «mira el gordito simpático, el gordito amiguero, el gordito traga, gordo por acá, gordo por allá, esos cachetitos, y en este montón de formas de llamar a un niño, hay dolor, frustración que quien no lo atraviesa no lo entiende».
Después aparecen el «para de comer gordo», «comes como un chancho», siempre con la creencia de que una simple frase pueda hacer que una persona que padece una enfermedad, pueda tomar conciencia de ella. Siguen siendo palabras que lastiman y marcan para toda la vida.
Por esto nos juntamos a charlar con Fernanda Severino y Vilma Andersen, porque ellas atraviesan un proceso de sanación constante contando con una herramienta que les dio la ciencia, y que fue el punto de partida para lograr una nueva vida.
Sus historias desde niñas
Ferchu, porque así la conocemos, nos conto que tiene 48 años, dos hijos y esta casada desde hace varios años. Que fue criada por sus abuelos, y que antes ver a un niño gordito era sinónimo de salud «era común que antes se dijera que si un niño no estaba gordo, no era sano. En mi casa se cocinaba todo el tiempo, y mi abuela me decía come nena. Es cierto que también acá hay un factor de herencia, siempre tuve sobrepeso, y durante la adolescencia empezas a buscar la magia, la pastillita, la agujita, pensando en que algo te puede dar una solución». Sin embargo por su carácter nunca le costo relacionarse con las personas, ni con su propio yo, «yo durante esa época de la vida me sentía aceptada, además me vestía como quería me ponía un pantalón rojo, amarillo, no me afectaba lo que decían los demás, siempre tuve muchos amigos, tal vez mas amigos varones que mujeres, agarraba mi moto y me iba, no tenia demasiados problemas». Yo no sufrí bullying, era la gordita buena y me llevaba bien con todos, no recuerdo haber tenido problemas en mi época en la escuela.
Sin embargo Vil, que hoy tiene 35 años sufrió un poco mas su niñez «yo registre que era obesa desde los 8 años. Era la gordita del grupo en la escuela. Yo sufrí en mi casa y en la escuela, antes se hablaba de otra manera. Me decían todo el tiempo, no comas, mira como estas, no comas tanto. No era desde la maldad, entiendo que era porque no sabia hablar de otra manera. Y en la escuela lo padecí mucho más, se reían de mi desde que entraba hasta que me iba, porque si hacia ruido la silla, porque no podías levantar una pierna, era por todo. Siempre fui la risa del otro». Hoy a la distancia reconoce que estas situaciones vividas le forjó su personalidad «yo me defendía hasta de las personas que no me agredían, de ante mano ya estaba para defenderme. Discutía y hasta un día me fui a las manos con alguien que me agredió. Pones una coraza y estas todo el tiempo a la defensiva». Recordó que no había intervención de las maestras, que no se hablaba de la discriminación y que nadie intervenía durante estas constantes burlas. En el tramo de la secundaria esta situación se modifico un poco, y comenzó a relacionarse mejor con sus compañeros.
Ambas coincidieron que culturalmente en sus familias no comer mucho, o comer ensalada con churrasco no era sinónimo de salud «come un poquito más, termina todo el plato, ahora nos damos cuenta que eso también perjudicaba nuestra salud.»
La adolescencia, y la relaciòn con un otro
En la edad donde es todo cambio, y una búsqueda profunda del propio ser, hubo emociones encontradas. Fernanda atravesó este periodo con normalidad, no sintiéndose discriminada. Por su parte Vilma, si bien había acomodado la relaciòn con compañeros y amigos, su propio yo le comenzaba a jugar una mala pasada «la pase mal por mi. Recuerdo que iba a ingles, y un chico de la nada que aun recuerdo su nombre, me insulto sin motivo en plena clase, llegue a mi casa y le dije que no quería ir mas. Es la única vez que recuerdo que me haya expresado con mi mamá, me largue a llorar y le dije que dejaba, y me respondió; bueno.»
Las palabras que atraviesan y lastiman
Las dos piensan y responden rápidamente cuando se sumergen en su propia historia, con historias similares y con dolores que comparten cuando sienten la mirada del otro y la manifestación a su estado físico, cuando la obesidad es mucho mas que estar gordo. «Fíjate lo que comes, deja de comer, estas hecho un chancho, ya no podes ni caminar de lo gorda que estás», frases que se decían, que ellas manifiestan que eran desde la ignorancia, «antes no se hablaba mucho de esto, y los gordos éramos gordos por comer, no se pensaba que era una enfermedad.»
Las palabras que muchas veces lanzamos y no medimos cuanto daño pueden causar, hay heridas en sus palabras y en sus recuerdos, hoy hechas cicatrices, ahí visibles; que son parte del recorrido de su historia personal hasta la actualidad, que las pone en otro lugar, con otra cabeza, empoderadas, conociendo su cuerpo, pero fundamentalmente su cabeza.
La ciencia y una herramienta para sanar
Fernanda llego a su peso máximo cuando la balanza marco 196 kg. hace una pausa cuando le pregunto que le pesaba además del cuerpo, y tal vez el silencio fue mas elocuente que su respuesta… «lo que mas me pesaba era la mirada de la gente, después de los embarazos tuve algunas dificultades, cuando le gente me hablaba en vez de mirarme a la cara me miraba la panza. Una vez en Necochea estaba en la peatonal y me enojé mucho, había dos mujeres que me miraban y hablaban. Me paré me levante la remera, y les dije, para que no hablen sin saber, se las muestro, después de eso me fui».
Su primera consulta fue con el doctor Alfredo Michetti, buscando solucionar este inconveniente que se le había presentado luego de la cesárea «me dijo en ese momento que si no bajaba de peso no me podía hacer una reconstruccion de la pared abdominal. Ahí me pregunto si nunca había pensando en hacer una cirugía bariátrica, era en el 2012, recién se hablaba del tema. Llegue a casa, me puse a buscar en internet, y era todo lejos, Buenos Aires, Mar del Plata, hasta que encontré al doctor Moscardi en Olavarría, y me alentó porque estaba mas cerca. Fui a verlo, y lo primero que me dijo fue, o te operas o te morís, no tenia obra social, pero llegó mi mamá que como siempre me salva, y me dijo, yo te la regalo». En ese momento me mentalice y pude comer sano, no podía caminar una cuadra. Empecé con el profesor Raúl Ocampo que me tuvo una paciencia enorme, y adelgace antes de la cirugía 54 kilogramos «lo que es la cabeza, porque fue el momento que me sentí motivada. Durante los últimos 15 días previo a la cirugía tenes que hacer una dieta liquida de 15 días, todavía no se como lo logré, no comí ni un caramelo durante ese tiempo».
Como todo en la vida, uno se va a acostumbrando, se va acomodando a las cosas, y también a la imagen que te devuelve el espejo «nunca supe como llegue a pesar tanto, una sobrina me envió una foto después de un tiempo, me quería morir no me daba cuenta como estaba. Hoy si miro para atrás tengo recuerdos vagos, como que tengo bloqueado esos momentos».
En enero de 2013 llegó el turno para la tan esperada cirugía «estaba tan contenta que me había operado que logre levantarme un día antes para bañarme. Esperé al medico sentada en la cama, bien maquillada y de mucha plataforma, ya había caminado, el médico no lo podía creer».
Vilma llegó a su peso máximo durante su ultimo embarazo, fue de 140 Kg; «ahí me hizo el clic en la cabeza, me di cuenta que no podía sentarme con mis hijas en el suelo a jugar, no podía ir a la plaza a correr». Por ese entonces se encontraba haciendo terapia, y su psicóloga le sugirió que fuera al doctor para esta cirugía, le mencionó a Ferchu que había logrado hacerla y sobre sus resultados, «yo no la conocía, y fui a su casa y le pregunte como había sido todo, ella me explico como comía, que tenia que hacer, me fui re entusiasmada, me saque un turno y fui a ver al Dr. Ariel Moscardi. Cuando salí de ahí me agarro pánico, llegue a mi casa y llore mucho, tenia miedo de morirme, yo tarde un año y medio en tomar la decisión de hacerme la cirugía, iba a los grupos de autoayuda que se había los sábados, y seguía en terapia, yo necesité otro proceso».
La luna de miel con la cirugía
En poco tiempo las dos bajaron mucho de peso, Fernanda casi 100 Kg. y Vilma aproximadamente 45 kg, «es lo mejor del mundo, arrancas con otras perspectivas. Aprendes a comer, la cantidad, como, y obtener resultados te mantiene entusiasmado». Los primeros meses es todo mucho mas fácil, sin embargo si aumentas un poco de peso, volves a empezar, la conciencia es otra, y el esfuerzo es constante «no hay cirugía para el cerebro, siempre hay recaídas, pero sabemos que se puede».
No hay recetas mágicas, es una lucha toda la vida
Ambas tienen claro que después de la cirugía hay que seguir aprendiendo. A comer, a cuidarse, continuar con la actividad física y llevar una vida sana. Aceptar la imagen que te devuelve el espejo, que no condice con lo que estas acostumbrado a ver. Encontrar ropa acorde y de talles mas chicos, también es una aceptación que lleva su tiempo procesar.
El haber compartido una cirugía las hizo amigas, cercanas, de esas que se miran y ven en el reflejo de sus ojos los dolores del pasado y la lucha del presente. Proyectando un futuro sano y de disfrute con las familia, y fundamentalmente con los hijos. El espejo hoy devuelve otra imagen, pero el gordito simpático, o el gordito triste sigue existiendo en sus cabezas y ellas lo saben. Esa es la lucha diaria, darse la oportunidad un día más de estar sanas, que los parámetros de los análisis de laboratorio lo confirmen y darse cuenta que esta lucha vale la pena. Hoy se alientan una a la otra, se buscan para hacer actividad física, y si alguna tropieza esta la otra para sostener.
Porque ellas entendieron que detrás de la comida en exceso hay una excusa para esconderse, cada una de las cosas que les causaban dolor o tal vez temor, entendieron a fuerza de dolor que la obesidad es una enfermedad de toda la vida, pero que se puede sanar siempre, un día a la vez.
Saben que no hay recetas mágicas, pero hoy están mas seguras que nunca, que se vence, que siempre hay algo mas que aprender. Son mujeres seguras de si mismas, empoderadas, fuertes.
Lo saben cuando miran hacia adentro, lo confirman cuando el espejo les muestra cicatrices de una cirugía, ,pero mucho mas aún cuando el alma les recuerda que hay otras cicatrices, las que mas duelen, pero convencidas que esas también se pueden sanar.
Lorena Arlan