Hoy es un día especial, de mucho significado para quienes elegimos este lugar en el mundo para vivir. Un nuevo cumpleaños celebramos los juarenses, distinto por donde lo mires, pero para celebrarlo también.
Trabajamos durante varios días pensando que queríamos publicar para esta ocasión, hay tantas personas que recordamos, tantos momentos para recordar y poder reflejar en este espacio virtual.
Aunque vino a mi cabeza un recuerdo, en marzo de 2010 realizamos con quien era en ese momento mi compañero de trabajo en el canal 2, Germán Recalde, un producción especial para el día de la Mujer, entrevistando a varias mujeres de nuestro medio. Entre ellas entrevistamos a Teruko Ashifu, quien había llegado a nuestra ciudad desde Japón a los 19 años. Con un acento tan particular para pronunciar el castellano, Teruko se sentía muy juarense, y decía que este era su lugar en el mundo. Le consulté a Germán, buscó entre su archivo este programa, y allí estaba, intacto coml en mi recuerdo. También consultamos con su hija, Paula, para pedir autorización y compartir con ustedes esta entrevista, quien accedió rápidamente para que escribieramos el testimonio de su mamá, que falleció en 15 de marzo de 2015, pero que dejó una huella imborrable para quienes tuvimos el placer de conocerla.
Teruko nos contó que llegó a la Argentina en 1968, por aquel entonces hacía 40 años que vivía en Benito Juárez, nos atendió en su negocio, una tintorería con muchos años de trabajo en la ciudad, trabajo que había compartido con su esposo, que había fallecido en el 2007, «llegué a Benito Juárez con 19 años el 22 de diciembre de 1968, porque había unos tíos de mi marido que vivían acá, habían ido a Japón y allí arreglaron nuestro casamiento. Kaniche estaba en la Argentina desde el año 1964.» Nos contó que los tíos de su esposo con su tía y su mamá acordaron el casamiento, aunque después le consultaron «dejé todo en Japón, mis padres y mi cinco hermanos, yo había terminado el secundario, y en la cabeza me daba vuelta la idea de que lindo sería conocer otro país». Recordó que al principio se había resistido a la propuesta de venir, pero su familiares volvían en diciembre, y no tuvo otra opción «yo había visto en revistas como festejaban la navidad, cuando llegamos Kaniche y su familia nos esperaban en el aeropuerto, porque habíamos avisado que llegábamos». Como en las historias de película, Teruko conocía a quien sería su esposo apenas por fotos y las cartas que se enviaban «me acuerdo que bajé del avión y el me estaba esperando, lo primero que vi que cuando caminaba rengueaba un poco, no se porque me acuerdo de eso. De ahí fuimos a San Justo, y luego directamente nos vinimos a Juárez, él ya había comprado esta casa donde esta la tintorería, aunque siguió trabajando un tiempo con sus tíos y luego abrimos acá».
Los comienzos no fueron nada sencillos para aquella joven mujer, «yo al principio lloraba, todos los días, extrañaba a mi familia, no sabía comunicarme, venía gente y yo me asustaba y me iba a adentro para llamar a Kaniche, todavía me cuesta hablar, hay cosas que no entiendo, pero él me ayudaba y me explicaba que había cosas que no debía decir».
Cuando le pregunté por sus hijos, se iluminó su mirada y me dijo, » tengo dos, Julio que hace 18 años que está en Japón, viste lo que es la vida, y la nena, bueno digo nena, Paula que también hace bastante que esta en Buenos Aires. Julio se fue, entendí porque yo me vine de allá a la Argentina, pero todavía me cuesta y más porque falta mi marido, ojalá que algún día vuelva para acá».
También como en las historias de amor que aparecen en las novelas, Teruko nos dijo que su gran amor había sido su esposo, que llegó con el tiempo de estar juntos, «era un hombre que me tuvo mucha paciencia, era muy educado y respetuoso, lo primero que me enseñó fueron los colores y luego las prendas, por nuestro trabajo, porque los números son iguales, solo que se dicen distinto».
Fue una charla maravillosa, llena de emotividad y de aprendizaje, desde el corazón, «el primer tiempo, yo salía al patio de mi casa y lloraba, miraba la luna y mi preguntaba si era la misma luna que miraba mi mamá en Japón, y Kaniche me abrazaba y consolaba, fue tan paciente y tan bueno conmigo».
Treinta años después, treinta largos años después, pudo volver a la Isla donde había nacido. La oportunidad llegó desde un programa de televisión que se emitía por canal 13 y conducía Julián Weich «volví a Japón por «Sorpresa y media», no encontré el lugar donde yo viví, pasaron muchos años yo fui en el año 1998; todavía lo único que había eran las cañas de azúcar. Mi mamá no estaba tan bien, estaba en un geriátrico bien cuidada pero tenía Alzhéimer. Ella me mandaba cartas y me decía que vaya a verla, pero no pude. Cuando llegué me miraba y me decía que tenía la voz igual a la de Teruko, yo le decía que ella yo, me agarraba la mano como pidiéndome disculpas. Pero al rato salíamos al jardín me decía yo tengo una hija en la argentina, era muy difícil, me quedé muy emocionada, y con mucha culpa, porque no pude ir cuando estaba bien».
Todavía recuerdo su emoción, porque no importa que seamos adultos, la conexión con la madre es para siempre y su corazón tenía ese dolor. Le pregunté si quería volver a Japón, pero me dijo que solo a ver a su familia, por que ella se sentía de Juárez, y porque Kaniche decía que Argentina tenía más futuro que Japón, «yo me siento de aquí, siento que tengo que devolverle a esta ciudad todo lo que me dio, lo que ayudó, es mi lugar en el mundo».
Teruko falleció en 15 de marzo de 2015, 3 días antes de su cumpleaños, pero aquella vez que charlamos y en varias oportunidades me repitió algo, algo que aún hoy, después de 10 años de esta entrevista resuena en mi cabeza «yo le pido a la gente de Juárez que este unida, que este junta, que no importa la política, que si alguien hace una cosa que el otro la continúe, que se junte esta comunidad, que siempre esté junta».
Ese medio día luego de charlar con ella, Germán y yo nos fuimos con esa sensación de nostalgia, pensando todo lo que nos había contado, y como había sido vivirlo. Cómo alguien de tan lejos y que había llegado hace tanto tiempo tenía tanto amor por esta hermosa ciudad, que veía ella en Juárez que nosotros los propios juarenses no podíamos ver. Hoy, a la distancia entiendo que todo esto lo puedo resumir en una sola palabra…. «Agradecimiento»
Su hija Paula, desde Buenos Aires
Ayer nos comunicamos con Paula, su hija menor que particularmente tiene el mismo amor por Juárez que sus padres. Si bien hace muchos años que vive en Caballito, vuelve cada tres meses a la ciudad a reencontrarse con sus afectos. Recordó que fue al jardin 902, curso la primaria en la escuela 1 y terminó el secundario en el Colegio de Hermanas. Hablo de sus padres desde el corazón y afirmó todo lo que le contamos sobre aquella entrevista de hace años » mi papá era como decía mamá, paciente, nos dejaba vivir en libertad, en mi casa siempre había amigos, nos dedicaban mucho tiempo».
También nos dijo que la tintorería de sus padres se llamaba «Oasis» por qué su padre consideraba que Juárez era un Oasis en el mundo. Que siempre fueron localistas y que ambos defendían a la ciudad que tan bien los había recibido destacando el cariño y respeto de la gente cuando recién habían llegado.
Cuando su padre falleció durante un año viajo todos los fines de semana para acompañar a su mamá, «ella no quería irse de acá bajo ningún punto de vista».
Su hermano vive en Japón, allí tiene a su familia y es tía de un niño de 14 años que se llama Hiroto Nahuel.
Ella se casó con un porteño, pero desendiente japonés y tienen una pequeña niña de un año y nueve meses que se llama Alina. Siempre está cerca de Juárez, por sus amigas, la gente de siempre y por eso siempre disfruta de volver. Hace un tiempo que se recibió de diseñadora de Alta Costura y que con el tiempo cree que va a trabajar de ello » creo que el amor por las prendas y la costura lo aprendi de mamá».
Finalmente y como legado familiar nos dijo que ella también sueña con un Juárez unido, que este tiempo de distancias nos tienen que ayudar, «todo pasa por algo, ojalá que aprendamos a ver al otro, cómo un otro, como un ser humano distinto y respetarlo desde ese lugar».