Rufino Meana fue un inmigrante asturiano que llegó al país y hacia 1937 empezó a producir dulces. Creador de los alfajores Gran Casino, antecesor y competidor del ya clásico Havanna, fue uno de los primeros, sin querer, de generar una «grieta». Pero de sabor.
Con la intención de ampliar su proyecto, en 1952 instaló una segunda fábrica (a la que ya tenía en el barrio de Chacarita) en Uribelarrea, partido de Cañuelas. Desde allí probó con caramelos de dulce de leche, de tres sabores pero la polémica, que aún perdura, llegó de la mano del caramelo 1/2 Hora.
Meana mantuvo la fórmula de esta golosina bajo cuatro llaves hasta que se vendió la marca a Stani, y de ahí parte del misterio que la rodea. Su extraño sabor proviene del anetol, un compuesto aromático con un gusto distintivo que combina anís, hinojo y anís estrellado. Más allá de eso, en su envoltorio no figura el anetol como ingrediente.
Su nombre, en tanto, es otro de los misterios no resueltos. Lo que todos piensan es que se debe a lo que dura en la boca, porque la verdad es que no es uno de esos caramelos que se devora con placer. Gusta, aunque no tanto. Pero uno no puede dejar de probarlo. Te adormece la lengua, y pese a eso sigue en nuestra boca. Dura de 15 a 20 minutos, si uno se dedica a cronometrar el tiempo hasta que se disuelve.
Otra teoría, según relata el Gran Libro de las Marcas, es que el asturiano lo bautizó así porque diariamente, media hora antes del cierre de la fábrica, se limpiaban las máquinas. Los residuos de otras golosinas como azúcar, melaza, glucosa y colorantes, al otro día mezclaban con el anetol dando lugar a las míticas bolitas de color oscuro y de 4 gramos de peso. Aunque también hay versiones de que su nombre tendría que ver con el período recomendado entre un caramelo y otro: esperar media hora para comer otro.
Muy antiguo
De los caramelos que se siguen haciendo, el 1/2 Hora, que marca la 1.30 en su envoltorio, es el más antiguo después del Sugus. Si bien un aviso que circula en Internet de los años 60 exhorta a «chicos y chicas» a comprarlo y pedir «el boleto del ‘Negrito de la Suerte'», que funcionaba como pase de entrada a una «festival infantil», hoy, por su sabor, es considerado una golosina «de adultos». De hecho, cerca del dibujo del reloj que lo recubre se puede leer en letra muy pequeña: «Riesgo de asfixia. No se recomienda para menores de 4 años».
Sobre la calle Carlos Vega, a un par de cuadras de la estación ferroviaria de Uribelarrea, está el galpón de unos 400 m2 que supo ver nacer a esta famosa golosina. En los últimos largos años no funcionó como fábrica sino como loft para vivienda personal. Pese a ello, muchos viajeros que llegan hasta bellísima colonia rural de calles de tierra arboladas, que conservan ranchos y casas del siglo XIX, se dan una vuelta para al menos fotografiar esos paredones.
La marca 1/2 Hora fue adquirida por Stani y entró en la puja de las multinacionales: a Stani la compró Cadbury y a esta la Kraft, que hoy se llama Mondeléz, que lo sigue fabricando, con algunas modificaciones con respecto al original, en la localidad de Victoria, partido de San Fernando.
La empresa con sede en Chicago (Illinois), que en el primer semestre del año sólo logró hacer crecer sus ventas en Estados Unidos, es responsable de clásicos como Tita, Rhodesia y las Oreo. Sin embargo, en su página web los 1/2 Hora, que en los kioscos se venden entre 5 y 6 pesos, ya no existen, fueron olvidados. Sólo queda su raro sabor y su añejado recuerdo. (DIB) FD