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«Tarda en llegar, pero al final hay recompensa»

La historia de amor de Roxana, Ramiro, Milena, Elenita y Martina

Equipo El Mirador por Equipo El Mirador
18 de octubre de 2020
en Locales, Urgente
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«Tarda en llegar, pero al final hay recompensa»
«Tarda en llegar, pero al final hay recompensa»
«Tarda en llegar, pero al final hay recompensa»
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«Tarda en llegar, pero al final hay recompensa»

Octubre nos está regalando unos hermosos días primaverales, eran pasadas las cuatro de la tarde y estaba parada frente a la puerta de una  casa con un sol intenso sobre mis ideas, con muchas conversaciones en mi cabeza, siempre me ocurre lo mismo cuando voy a realizar una nota sobre las historias de la gente. Todo ocurre en mi mente a mil por hora, que preguntar, que no, cuantas cosas quería saber y entendiendo además que no todo el lenguaje es verbal. Me gusta observar los gestos, las miradas, les aseguro que muchas veces se escucha mucho más desde ahí.

Me anuncié tocando el botón que aparece al costado de la puerta, y escuché tres vocecitas dulces que a coro dijeron,¡¡¡ timbre!!!!

Eran las voces de Milena, Elenita y Martina, que estaban jugando en un amplio espacio, lleno de juguetes, muñecas, una mesa colorida con pequeñas sillas. Se escuchaban risas y conversaciones mientras su mamá abría la puerta.

Roxana y Ramiro me esperaban en la cocina de su casa para hablar de familia, de su familia, de sus hijas y su larga búsqueda.

Les pregunté cuanto hacía que se habían casados, el tiempo es tirano y creí que habían pasado pocos años de aquel hermoso momento del cuál fui testigo. Me parece que fue ayer, aunque fue el 4 de abril de 2009 cuando la vimos entrar a la iglesia, con un inmaculado vestido blanco del brazo de su papá y con una sonrisa en el rostro, sonrisa que por cierto nunca se borra. Después de ocho años de novios, habían decidido dar ese gran paso, sellar el amor que los había unido desde muy jóvenes, y si bien Roxana es oriunda de Tandil, se instalaban a vivir en Juárez.

Vivían en un departamento hasta que en el 2011 se mudaron a la casa que había sido de Anita de Gamaleri, la abuela de Ramiro que había dispuesto que la casa fuera para su único nieto.

Luego de estos dos años de casados, y ya instalados se plantearon la posibilidad de que llegaran los hijos. Un año después decidieron hacer el primer control más exhaustivo, donde descubrieron endometriosis por lo cual hubo una primer cirugía, y en diciembre de 2013 por la misma situación hubo que hacer otra cirugía para ligar las trompas, y por ello un embarazo en forma natural, ya estaba descartado.

«Teníamos la única opción que era un embarazo asistido, a partir de los primeros meses del 2014 comenzamos con todos los trámites, fue en el momento que Scioli promulgó la Ley para que las obras sociales cubrieran los tratamientos, aunque ambos teníamos que tener la misma obra social. En enero de 2015 tuvimos la primera autorización de IOMA para hacer el primer tratamiento, hay muchos documentos que hay que adjuntar, análisis y muchas cosas más» contó Ramiro con lujo de detalles recordando fechas exactas. Desde enero que llegó la autorización transcurrió  hasta el mes mayo donde ya se habían implantado dos embriones, aunque comenzaron las pérdidas; “si bien hay un esfuerzo físico, inyecciones, extracciones de sangre entre otras cosas, lo más difícil es la cuestión psicológica”, contó Roxana, a lo que agregó “lo que más duele es la cabeza, yo admiro a las mujeres que se hacen ocho, diez o doce tratamientos, nosotros hicimos cuatro tratamientos casi cinco, este último decidimos no terminarlos por que IOMA se tomó más de 9 meses para autorizarlo”

 

Juntos, la forma de atravesar el dolor y la frustración

Fueron varios años de espera entre trámites y burocracia para presentar la documentación, médicos y consultas, nuevos implantes, y la frustración y dolor de no haberlo logrado una vez más. Ambos coincidieron que la manera de atravesar estas situaciones fue manteniéndose juntos “el reloj biológico corre, y más para la mujer, cada vez se hacía más pesado todo lo que teníamos por delante. La primera vez que hicimos el implante estábamos re seguros que iba a estar embarazada, dijimos me implanto los embriones y tengo dos chicos, y resulta que después no es así, cada vez es más desgastante, hay que levantarse de cada caída, es difícil, pero cuando nos caímos nos caímos los dos, te vas poniendo más sensible pero si uno no encara esas cosas con optimismo es más complejo aún”.

Durante toda la charla que tuvimos la complicidad y el respeto entre Ramiro y Roxana fue constante, hablaron de acompañarse, de sortear juntos las adversidades y que los tragos amargos fueran menos duros estando uno al lado del otro.

Pero además de los dos, estuvieron sus familias, cumpliendo un rol de acompañamiento sin entrometerse en las decisiones de la pareja, actitud que ayudó para todo lo que venía “fueron muy respetuosos con todo lo que hacíamos, nunca lo vivimos nosotros con ansiedad aunque si con ganas de dar una alegría”.

En enero 2018 encararon la última posibilidad para un tratamiento, “sin saber se empezaban a cerrar cosas para que se abrieran otras”. Paradójicamente en unos de los viajes a Buenos Aires, entre consultas a nuevos profesionales viajando de un lugar a otro en el subte se encontraron con una manifestación “volvíamos en el subte y estaba todo en ebullición por la marcha del aborto, estaba todo pintado de verde, pensábamos en ese momento que contraste todo esto, uno piensa si supiera que se pasa del otro lado, pero son sensaciones personales y cada uno su lucha”.

 

Cerrar una etapa para abrir otra

A mediados del 2018 tomaron la decisión de que sería el último intento de una fertilización asistida “llega un momento que tenes que elegir que batalla queres dar”.

Ya para ese entonces comenzamos a conversar la posibilidad de una adopción “ no metimos en un mundo desconocido que era anotarnos en un registro de adopción, estábamos un poco acobardados con toda la burocracia de las obras sociales, pensábamos que iba a ser igual”. Ramiro revisó la página en la provincia donde se indicaba que había que sacar un turno con el juzgado de familia más cercano “concretamos una entrevista para septiembre 2018, aunque primero llenamos una planilla donde uno debe dar detalles, cuantos chicos, hasta que edad, fue bastante raro”.

En esta entrevista se sintieron bien tratados y contenidos, fueron recibidos por un equipo interdisciplinario que les indicaron los pasos a seguir. Al mes de este primer encuentro los convocaron para una entrevista psicológica, primero por separado y luego juntos, para luego poder pasar a un listado de adopción. Fueron esas dos entrevistas durante ese año y la visita de una trabajadora social, para terminar este primer paso.

Estaban aún atravesando el último tratamiento de fertilidad, Ramiro comentó que su único tía paterno comenzó con un problema de salud importante, “el 6 de enero de 2019  nos teníamos que hacer el test, nos dio negativo y justó ese mismo día mi tío fallece. Fue un día horrible, estábamos buscando vida, y terminamos en un velorio, mas cachetadas juntas era imposible recibir”.  Recordaron que en febrero recibieron la visita de la trabajadora social para completar el trámite, y los pocos días Pedro, el papá de Ramiro cae con neumonía al hospital. Todo parecía complicarse, fueron 40 largos días, aunque en el medio  de toda esta cuestión los llamaron del juzgado para comunicarles que ya estaban dados de alta en el registro de adopción, “supuestamente era para avisarnos que estábamos en el listado, pero de golpe nos reciben cuatro personas, y nos dicen chicos, tenemos esta situación, hay tres hermanitas que están en Juárez, que no son de ahí, por si quieren comenzar con la vinculación”.

Milena, Elena y Martina para completar la familia

Luego de esa comunicación le decisión de la pareja fue que sí, que iban a comenzar con la vinculación con las nenas para conocerse y ver que ocurría. Fueron días en los que salían de ver a Pedro del hospital y cruzaban a Cruz del Sur para el encuentro con las niñas.

A la primera que conocieron fue a Milena, era como la prueba de fuego para que todo estuviera bien. La  mayor de las tres  de alguna manera era quien marcaba los pasos a seguir. Fue un encuentro fugaz y positivo para luego comenzar a concretar una cita con las tres.

Había que comunicarlo a la familia, y eligieron el 17 de marzo en el cumpleaños de Pedro reunidos los tres abuelos, Sonia la mamá de Roxana y María Luisa y Pedro papás de Ramiro. Queríamos que todos se enteraran juntos, y lo que más sorprendió de la noticia era que no se trataba de un solo hijo, sino que era por tres.

Fue de a poco la vinculación, con salidas transitorias los fines de semana, llegaron las presentaciones a los abuelos y a la tía Susana “la tía es una parte fundamental para nosotros”.

Fue todo un proceso “al principio éramos padres de fin de semana, pero teníamos que comenzar a poner límites, a veces retar, todo lo que nos toca hacer a los padres. Muchas personas nos dieron una mano, pero todo el personal del hogar, desde su directora a todos los trabajadores fueron fundamentales, desde el bolso con la ropa, los horarios donde comían, tomaban una mamadera, nosotros no sabíamos nada, no teníamos nada”.

Todo fue un proceso de aprendizaje, de conocerse, aceptarse y hacer de ese vínculo cada vez más estrecho, “en junio no daba para más, cada vez que las dejábamos era más difícil”.

Para ese entonces Roxana arregló una licencia por maternidad, que la empresa donde trabaja le dio, ya que no está aún reglamentado que por adopción obtengas tres meses “yo por ser docente varón me corresponden 5 días, el género en nuestro caso no funciona” comentó Ramiro.

 

La familia junta y un camino lleno de felicidad

El 12 de junio de 2019 fue el primer día que no se separaron más, un miércoles luego de unas actividades deportivas de Milena en el CEF.

Durante toda la charla que tuvimos con los padres de fondo se escuchaba un bullicio de juegos, acuerdos, algunos llantos porque a Elena le ganó el sueño y se despidió para hacer una breve siesta.

Como en cualquier casa donde hay niños, el hogar se llena de luz, de ruidos y de juguetes.

Había tocado timbre en una casa y permanecí durante dos horas charlando con dos padres en un hogar. Eso que hasta hace poco había sido el espacio de una pareja está lleno de magia, de esa magia que solo traen los niños con su inocencia y alegría.

Pero como en cualquier familia también hay miedos, desafíos por la educación de los hijos, y  por acompañarlos en el camino de la vida de la mejor manera, para formar seres adultos llenos de amor y compromiso.

La familia cambió, es otra, los amigos estuvieron ahí para alcanzar ropa, juguetes y consejos. Hay abuelos presentes que acompañan en la tarea y que disfrutan de malcriar un poco a sus nietas. Pensaba que importante los vínculos genuinos que se generan por el amor, ninguna de las tres niñas conocieron a su bisabuela Anita, sin embargo su papá tiene una foto de ella en la cocina, a la que todas la noches le da un beso, al igual que las tres pequeñas que le piden de saludar a esa abuela que está presente.

Milena contó que su papá cocina, y lo que más le gusta es la torta de 80 golpes, Ramiro había contado que Anita estaba presente porque ella le había enseñado a cocinarla.

Por ser la más grande contó con orgullo que su nombre es Milena Gamaleri Lazarte, con la mirada llena de luz, sin entender quizá lo que significa la identidad, lo que significa pertenecer, pero con una conciencia plena que hoy son familia.

La vida tiene esos laberintos que a veces parecen sin salida, que te llenan e incertidumbre  y dolores. Me despedí de ellos, y volví pensando que no hay dudas, que a pesar de todo el dificil camino recorrido el Universo tenía destinado para ellos cinco encontrarse, conocerse, aceptarse para ser una Familia.

«Tarda en llegar, pero al final hay recompensa» fue una de las cosas que nos dijeron, si que la hay, la mayor recompensa para la vida, el Amor a un hijo, y de ese hijo a sus padres.

 

Lorena Arlán

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