Ya en el artículo anterior pudimos ver que el duelo implica todo el proceso que se hace con el dolor que provoca una pérdida, por eso se habla de elaborar el duelo.
En ese sentido, existen múltiples miradas respecto a cómo abordar y tratar de «entender» esto que me pasa, esto de «perder a un ser querido»… Uno de los tantos aportes científicos (lo que se llama «escuela de pensamiento»), y que tiene mucha aceptación dentro de la temática del Duelo y la Tanatología, son las Fases de Parkes. Cuando me refiero a «fases», es necesario aclarar que no son situaciones o estados rígidos, sino que son momentos que nos ayudan a focalizar diferentes características, conductas, sensaciones, etc. que son típicas (ni normales o anormales) en un situación de avance o desapego. Es probable que nos encontremos identificados con alguna fase más que otra, o decir «a ésta la sentí mucho más» o «no pude identificar o ponerle un nombre concreto a lo que estaba pasando».
Antes de compartir con ustedes las fases, es importante aclarar una cuestión: todo duelo empieza cuando recibo la noticia del fallecimiento; es inevitable. La noticia, como todo, produce un efecto: los mismos no son para todos iguales.
Antes de compartir con ustedes las fases, es importante aclarar una cuestión: todo duelo empieza cuando recibo la noticia del fallecimiento; es inevitable. La noticia, como todo, produce un efecto: los mismos no son para todos iguales.
Y volviendo a los aportes del psiquiatra inglés Parkes (con un libro para recomendar: «Estudios del duelo en la vida adulta»), pudo identificar cuatro fases, que en mayor o menor medida uno puede determinar en el doliente (el que está atravesando un duelo); ellas son:
- Embotamiento: se nota claramente cuando escuchamos o decimos -luego de la noticia- «no puede ser», «no creo que sea el/ella», «si recién acabamos de hablar», etc. Hay un «aturdimiento» y una suerte de automatismo, que suele ser ambivalente, es decir, por un momento puedo estar muy afligido y, de repente, querer romper todo, un momento de euforia. La duración puede ser de días, algunas horas o muchas semanas.
- Búsqueda de la figura perdida y anhelo: por momentos «entiendo» lo que pasó, y por otro, lo niego. Existen episodios de llanto constante, dificultades para dormir, pensar constantemente en recuperar a mi ser querido/a. En la experiencia de acompañar a dolientes, esto se ve claro cuando, de manera constante, la persona necesita hablar del fallecido (objeto perdido, desde una mirada psicoanalítica). Hay sentimientos de presencia, de que «está acá conmigo», que «me despierto y lo veo sentado a mi lado», etc. Esto marca la diferencia de lo que la gran mayoría cree, por lo que «no le hablemos de… porque le va a hacer mal». Y, como si fuese algo ilógico, lo que más calma y tranquilidad le da al doliente es hablar de lo que perdió. A diferencia de la anterior, esta fase puede durar, al menos, uno o dos años. Según Parkes, es el momento más largo en la elaboración de un duelo. Se da algo muy parecido a cuando somos pequeños: «lloramos, pataleamos, gritamos porque queremos recuperar a eso que perdí». Hay enojo contra el fallecido, contra Dios, con mis familiares, reproches: y, aunque también suele parecer contradictorio, el sentir y/o expresar esto, es muy positivo.
- Desesperanza y desorganización: a diferencia de la fase de «búsqueda», donde hay esperanza de recuperar a mi ser querido/a, aquí pasa todo lo contrario. Llegan los aniversarios, los cumpleaños, las fiestas, y mi ser querido «no vuelve». Es la fase de mayor tristeza, la más difícil. Hay una sensación de final, ya hay indicios de que el otro/a no va a volver, y la vida me exige empezar a ver cómo voy a funcionar con esa pérdida y ausencia. Se ponen en marcha procesos y patrones de nuestra psiquis que nos llevan, de a poco, a aceptar la pérdida como permanente. El familiar o el amigo, aquí, suele decir «estabas mejorando, y ahora te vemos peor»; desde el acompañamiento al duelo (y en especial si hay asesoramiento desde salud mental), es la fase concreta para prepararnos a la siguiente.
- Reorganización y recuperación: el desafío, ahora, es aceptar la ausencia y pérdida y comenzar a planificar cómo sigo adelante. Es el momento donde «ya no puedo seguir esperando que el otro/a regrese y tengo que ponerme a trabajar en mí». En acompañamiento al duelo, es la fase más esperada.
Para finalizar, comparto una hermosa poesía de Carlos Boaglio, titulada «Cuando yo me vaya»; hermosas letras que nos animan a seguir adelante… Hasta la próxima, Mario.
Cuando yo me vaya, no quiero que llores.
Quédate en silencio, sin decir palabras. Y vive recuerdos, reconforta el alma.
Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo, por algo me he ido.
Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy fino, búscame en mi
casa, búscame en mis libros, búscame en mis cartas, entre los papeles que he escrito apurado.
Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco. Y puedes usar todos mis zapatos.
Te muestro mi cuarto, mi almohada, mi cama, cuando haga frío, ponte mis bufandas.
Te puedes comer todo el chocolate, y beberte el vino que dejé guardado.
Escucha ese tema que a mí me gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas.
Si tapan mi cuerpo no me tengas lástima. Corre hacia el espacio, libera tu alma.
Si me extrañas mucho, disimula el acto.
Búscame en los niños, el café, la radio. Y en el sitio en donde me ocultaba.
No pronuncies nunca la palabra muerte.
A veces es más triste vivir olvidado, que morir y ser recordado.
Cuando yo me duerma, no me lleves flores a mi tumba amarga.
Grita con la fuerza de toda tu entraña, ¡Que el mundo está vivo y sigue su marcha!
Cuando yo me duerma, no me lleves flores a mi tumba amarga.
Grita con la fuerza de toda tu entraña, ¡Que el mundo está vivo y sigue su marcha!
La llama encendida no se va a apagar por el simple hecho de que no esté más.
Cuando yo me vaya estén tu mano y estarás conmigo sellado en contacto.
Y aunque no me veas, aunque no me palpes, sabrás que siempre estaré a tu lado, riente y vibrante.
Y aunque no me veas, aunque no me palpes, sabrás que siempre estaré a tu lado, riente y vibrante.
Sabrás que volví para no marcharme…
Enfermero forense. Terapeuta en duelo (Fundación «Duelum»). Acompañante terapéutico en el proceso del duelo (Universidad de la «Cuenca del Plata»). Licenciado en Educación Secundaria.