Sabemos que el duelo es un proceso de adaptación ante ese equilibrio individual y familiar que se ha roto luego o ante la muerte de un ser querido. Cuando estamos en duelo, solemos experimentar pensamientos, comportamientos y emociones, que varían de persona a persona. Y, como suele decirse, «cuando muere un ser querido, una parte de nosotros también muere con él». Por eso es que la palabra duelo significa dolor y también desafío; dolor por la propia pérdida, y desafío porque -al ser una crisis existencial- se «nos tambalean» nuestros valores y significados, nuestras creencias e incertidumbres, como cualquier otra crisis.
Como proceso de adaptación, hay algunos factores que hacen que un duelo no sea igual a otro. Por ejemplo:
- ¿Quién fué la persona? ¿Qué fué para mi? ¿Cuánto y qué compartimos juntos? ¿Qué tipo de vínculo nos unía?
- Cómo afronto la adversidad: ¿qué actitud tomo siempre frente a las crisis?
- La edad: generalmente, cuánto la persona más jóven es, suele generar más dolor y aflicción.
- El tipo de muerte: existen muchas; las muertes repentinas generalmente suelen ser las que más nos atraviesan (incidentes de tránsito, suicidio), y posiblemente genere un duelo complicado y largo en el tiempo.
- Quiénes están conmigo: mi red, «mi colchón emocional», constituída por la familia, amistades, animales, etc.
Y para que exista un duelo, se necesita que haya apego; es decir, que exista un vínculo entre una persona y un objeto (en el sentido que la escuela psicoanalítica le da); es una suerte de «lazo», y por eso es que, cuando se rompe, duele. Y lo puede hacer de muchas formas, también: cuando una pareja se separa, se sufre una ruptura de un apego doloroso, y otras veces no, porque ya no existía ningún vínculo entre ambas personas. La separación (por ejemplo, cada uno en su casa) es una forma de testimoniar algo que ya «se había roto» de antemano.
Y el duelo implica todo el proceso que se hace con el dolor que provoca una pérdida, por eso se habla de elaborar el duelo. No es un problema mental, pero en algunas ocasiones puede requerir asistencia y acompañamiento psicológico. Lo que busca este proceso es cambiar el vínculo, de algo presencial y físico, a un vínculo donde no hay contacto sensorial. Por eso, día a día, el «doliente» necesita encontrarle un sentido a la vida. Un sentido, porque no elegimos qué o a quién perder, pero cómo y qué hacer con esa pérdida. Por ello, se dice que el duelo deja de ser «algo» que me pasa, a algo que «yo hago».
En la mayoría de los casos, hay represión, como un mecanismo interno, de nuestra psiquis, para aliviar el propio dolor. Y se hace concreto en frases, como por ejemplo,«no llores, sabes que no estará contento si te viese así», o «ponete bien por tus hijos, hacelo por ellos», entre otra infinidad de ejemplos. Precisamente llorar es una expresión concreta de un sufrimiento, que permite una liberación de una angustia intensa.
Cuando puedo expresar lo que me pasa, puedo elaborar. Cuando reprimo, será más difícil.
¿Estaré mucho tiempo en duelo? La verdad es que no se puede poner un límite de tiempo, ya que va a depender de cada persona. Igualmente, los primeros años suelen ser los más difíciles, y luego suele haber una baja progresiva baja de la inestabilidad emocional. De modo que cada uno vive su duelo a su tiempo, como forma de adaptarse a esta nueva situación.
¿Qué me puede pasar al estar en duelo? Seguramente existirán una serie de pensamientos, sentimientos que son reacciones, al igual que el llanto, típicas. El Dr. William Worden, un referente en el tratamiento y acompañamiento del duelo, que ha reunido lo que considera manifestaciones normales del duelo, y las divide en cuatro tipos:
- Sentimientos: tristeza, enojo, culpa, cansancio, confusión, entre otras.
- Sensaciones físicas: molestia en el pecho o la garganta, falta de aire y energía, boca seca,etc.
- Pensamientos: confusión, alucinaciones, sentido de que «está presente», etc.
- Conductas: pensarlo y/o soñarlo, llanto, guardar objetos.
Un duelo elaborado nos traerá «como saldo»: la capacidad de recordar sin caer en el sufrimiento y el poder abrirse a nuevas relaciones y terminar aceptando el desafío que nos trae la vida. Por medio de la habilidad de la resiliencia,podemos
hacerle frente a situaciones de crisis y resurgir fortalecidos, con mucho más aprendizaje.
En los próximos artículos, iremos adentrándonos más en la temática específica del duelo.
«Ahora no es momento de pensar en lo que no tienes. Piensa en lo que puedes hacer con lo que hay» Hemingway.
Por el Lic. Mario Romero, Enfermero forense. Terapeuta en duelo (Fundación «Duelum»). Acompañante terapéutico en el proceso del duelo (Universidad de la «Cuenca del Plata»). Licenciado en Educación Secundaria.