Este lunes 6 de febrero se hizo justicia en la Argentina. Quizá la sensación es de sabor a poco, pero lo cierto es que nuestra justicia sentó un precedente importante.
La mañana de este día comenzó con un sol pleno de febrero, y con la promesa de que la temperatura ambiental iría aumentando a lo largo de la jornada…. El otro clima, el que no tiene que ver con el termómetro se percibía en el aire. Parecía que las expectativas eran conjuntas, puestas en la decisiones de tres seres humanos que debían resolver como continuaba todo. Es complejo describir que no solo era trabajo, el de cubrir una noticia, porque además de no ser una noticia más, los pensamientos y las emociones atravesaban a cualquier humanidad.
Fueron muchas horas bajo el sol, donde contamos lo que sucedía momento a momento, en realidad lo que podíamos percibir de todo lo que ocurría en un segundo tras otro. Carteles pidiendo justicia por Fernando, el juicio que habíamos ido a cubrir durante el último día, pero además, muchos padres con remeras con rostros que por la vorágine de la vida hemos ido olvidando. Padres y amigos rogando justicia por otros seres humanos.
Una enorme vidriera, eso también fue la vigilia para esperar la sentencia, el dolor de muchos que aún no han sido escuchados por nuestra justicia, y que ruegan que sus seres queridos también puedan descansar en paz, porque finalmente es lo único que les queda.
Era imposible por momentos acordarnos de que estábamos trabajando, y te abordaba una enorme necesidad de abrazar a ese otro que detrás de un llanto desconsolado, pedía ser escuchado.
Aunque claro, pasaba todo tan rápido que se volvían a escuchar sirenas, había corridas, buscábamos las imágenes para mostrar cuando familiares y hasta ese entonces los ocho acusados llegaban al juzgado.
Y de nuevo otra vez, todo volvía a una extraña calma, porque se acercaba la hora fijada para escuchar el veredicto. A lo lejos oíamos los gritos de quienes acompañaban en la plaza la salida de Graciela, Silvino y el equipo de Burlando, quienes atravesarían dos largas y eternas cuadras caminando, como ya lo habían hecho antes, aunque este vez, sería para cerrar un capítulo de esta historia de terror.
Fue un transitar lento, porque todos queríamos escuchar las palabras de esos padres y de sus escoltas.
Lo que ocurrió en la sala de Tribunal Oral Criminal 1 de Dolores, ya todos lo saben, algunos sintieron alivio, otros se quedaron con sabor a poco porque la sentencia no fue igual para todos, y algunos otros murmuraron, ojalá les hagan pagar en la cárcel.
Me pregunto si habremos aprendido algo de tanto dolor, si a alguno se le ocurrió desearle la muerte a quienes ejecutaron a Fernando, porque la justicia hizo su trabajo, y ahora, el Servicio Penitenciario deberá hacer el suyo, asegurarse de que estos ocho seres humanos reivindiquen su existencia, esa es ni más ni menos que su tremenda tarea.
Así íbamos terminando lo que fuimos a hacer, llevar nuestros ojos y nuestra alma, y desde ahí contarles humildemente lo que pudimos percibir. Aunque claramente para mí, esto no terminaba ahí. Todavía pienso que va a pasar el día después. Sí, porque el martes, el miércoles, hoy jueves y los días que vendrán son el día después. La vida sigue, inclusive para Graciela y Silvino, los días siguen para esos padres que siguen limosneando ante una justicia que aún sigue siendo sorda y muchas veces mira para el costado. Que va a pasar el día después, cuando vuelves a leer en un titular que hay un chico grave por ser golpeado por otra patota. Hoy que también es el día después, estamos dispuestos a involucrarnos cuando la causa así lo requiera?
Nos fuimos alejando del lugar, charlando de lo que habíamos vivido, de la mirada ausente del papá y el abuelo de Lucio que también estuvieron ahí, y que ya vivían su día después.
Caminamos hasta el sitio donde nos alojábamos y reflexionábamos acerca del cielo que durante la mañana estaba luminoso y lleno de sol, y una vez que se escuchó la sentencia, se pintó de un gris oscuro, y después se puso a llorar.
Lorena Arlán