La hipoteca argentina llega a cada rincón del país, en las cuales los gobiernos llevan décadas exprimiendo a las Pymes que producen, en el afán de sostener un ineficiente aparato estatal que se ha vuelto una agencia de contratación de empleo público.
Días pasados recordé de una interesantísima charla a cargo del economista Federico Poli, flamante Secretario de Política Económica y Productiva del MID (Movimiento de Integración y Desarrollo), quien abordó temas referidos a los problemas estructurales de nuestra economía y ofreció una visión desarrollista de como encarar la crisis del modelo económico argentino.
Un diagnóstico acertado de la compleja situación argentina, con análisis global e integral, es el punto de partida para presentarle a la sociedad una propuesta seria, consistente y de largo plazo, de manera tal de dejar atrás los desencuentros de los argentinos y más de cinco décadas de fracasos, estancamiento, pobreza y subdesarrollo. Ahora bien, ¿Cómo hacemos para reflejar un verdadero cambio en la patria chica, en los pueblos del interior, fundamentalmente pensando en los jóvenes y su futuro, para que no sigan emigrando a otras latitudes en busca de oportunidades que su país ni sus ciudades les ofrecen?
Tenemos que, entre todos, dar vuelta la página y cambiar la historia de raíz, de manera profunda, con ritmo y estructural.
El diagnostico de Argentina y como repercute en el interior
Expresaba Poli en su charla que el origen de la crisis actual no es la pandemia, la guerra de Ucrania, ni mucho menos la deuda contraída por el gobierno de Macri. Viene de mucho antes, de cuando el gasto público pasó de ser 25 puntos del PIB a más del 40%. Ese incremento se dio en los 8 años de CFK y esa es la verdadera hipoteca de Argentina.
Y la hipoteca argentina llega a cada rincón del país, a cada localidad de nuestra región, en las cuales los gobiernos llevan décadas presionando y exprimiendo a las Micro Pymes que producen, en el afán de sostener un enorme y pesado aparato estatal, escasamente eficiente, que se refleja principalmente con la contratación de empleo público en los municipios y en las provincias más pobres a cambio de sueldos de miseria (por ej un nuevo empleado estatal municipal bonaerense cobra por mes alrededor de $ 35.000). Y así podría enumerar tantos ejemplos de como los gobiernos populistas fabrican pobres – aún con empleo – y distribuyen recursos sin crear riqueza genuina. Esté modelo no va más.
Conozco un municipio de 20 mil habitantes aproximadamente, que lleva por lo menos dos décadas destruyendo empleo privado, sin ningún plan de estímulo a la inversión privada, sin capacidad para determinar un perfil productivo y en consecuencia sin un sesgo educativo técnico y superior asociado a la producción que demandan los mercados. En cambio, ha duplicado su planta de personal en esos 20 años, llevándola de algo más de 500 trabajadores en el año 2000 a más de 1000 en la actualidad. Como este caso existen muchos más en la rica pero empobrecida pampa bonaerense.
Y volviendo a la situación macro, lo que está generando el estado de estanflación y falta de empleo genuino es justamente la presión impositiva que requiere el enorme gasto estatal. que como tampoco alcanza requiere aún más emisión. El combo es el que ya conocemos: Atraso cambiario y brecha, falta de reservas internacionales, inflación, riesgo país a nivel default. Eso repercute en la falta de (o muy escasa) inversión productiva, además de la casi nula generación de empleo privado por falta de estímulos fiscales, crediticios y laborales. Entonces, en este círculo vicioso, desde las ventanillas locales (mal llamadas Desarrollo Local) se tienen que otorgar planes sociales o más empleo público, que incrementan el gasto y nuevamente aumentan los impuestos y así sigue atrapada la economía en un laberinto populista con más un 50% de la población pobre y un 70% de jóvenes pobres.
En búsqueda de soluciones
Como bien mencionó Federico Poli, desde la macro es imprescindible equilibrar las cuentas públicas. Bajar el gasto público, de modo contundente, es una tarea prioritaria, aunque compleja. No debería exceder los 30 puntos del PIB para que sea razonable el funcionamiento del Estado. Luego se debe bajar la presión impositiva. Esto sería una política desarrollista porque permitiría liberar las fuerzas productivas del país, disparando la inversión.
Una vez generadas las condiciones para el desarrollo de todo nuestro potencial emprendedor llega el turno de las Pymes, las que le pueden dar vida económica y social a las comunidades, las que con fuertes incentivos (y pocos palos en la rueda) van a apalancar significativamente en como “agrandar la torta” de las economías regionales, creando riqueza, generando empleo genuino y productivo, innovando, invirtiendo y algunas exportando productos, servicios y conocimiento. Para ello es obligación del Estado actualizarse, modernizarse, prepararse para cambiar de prioridades, trabajar como mínimo una intensa década en planes estratégicos basados en la integración de las regiones y el desarrollo nacional y regional como único concepto.
Las mal denominadas “Agencias de Desarrollo” o “Secretarías de Desarrollo Local” siguen, año tras año, repartiendo pobreza a través de microcréditos de escasísimo impacto en las economías locales, no fijan prioridades, no estudian los mercados. La agenda futura exige multiplicar significativamente los presupuestos en Desarrollo Productivo y asignarlos correctamente, con funcionarios capacitados y transparentes. No se puede hablar de desarrollo con liviandad cuando las administraciones públicas apenas asignan a la creación de riqueza el 1% del presupuesto o el 1,8% en el mejor de los casos.
Cuando me preguntan como hacerlo, siempre digo que si hay estímulos los inversores aparecen, producen, pueden pagar buenos salarios. Entonces sí muchos de los que hoy cobran salarios miserables van a pasarse del estancamiento y pobreza estatal a ser dignos empleados o emprendedores con oportunidades de ascenso social. Incluso la movilidad laboral del sector público al privado hay que fomentarla explícitamente. Una manera podría ser si acaso el Estado, nacional, provincial o municipal financie temporalmente parte de esos salarios privados de empleados públicos que pasen al privado. Es cierto que en muchos casos se necesitará re capacitarlos para sus nuevas responsabilidades.
El rol de las políticas específicamente orientadas a promover sectores productivos
No hay ninguna posibilidad de hacer políticas de desarrollo con impacto determinante en este contexto macro. Cualquier política sectorial que se haga tendrá impactos muy reducidos, si los tiene. Hay que ordenar el marco macroeconómico para poder dar incentivos a la inversión. Pero, a su vez, como rescata Poli, es central tener en cuenta que el ordenamiento macroeconómico se tiene que llevar adelante considerando el desarrollo productivo. No cualquier estabilización es pro-desarrollo. El objetivo último de la política económica debe ser expandir los sectores prioritarios como el energético, el campo, la minería, la economía del conocimiento, pero también las pymes industriales y las economías regionales, fundamentales para el empleo en todo el país.
Así es como tenemos que diseñar y poner en marcha un dinámico proceso de desarrollo, eso es “agrandar la torta” de cada pueblo. Donde alguien tiene una buena idea o un proyecto emprendedor incipiente o empresarios que agregan valor a la producción (léase producir y vender más harina y aceite y no tanto trigo o soja sin procesar) hay que acompañarlos activamente y gestionar con una mirada integral. Es inconcebible que en algunos pueblos bonaerenses no haya funcionarios que conozcan de comercio exterior, de nuevas tecnologías, de innovación, de cadenas agroindustriales.
Nuestro maestro Rogelio Frigerio patentó la marca de las dos ideas políticas más importantes en la construcción de una nación de nuestro tiempo: el desarrollo y la integración. Su vigencia y necesidad son más urgentes que nunca.
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