Los tiempos de pandemia y de interminable cuarentena nos han facilitado la participación en numerosos y variados foros, charlas, debates y exposiciones de calidad en las plataformas virtuales.
En uno de esos encuentros, organizado por la Usina Desarrollista, tuve la oportunidad de escuchar a Diego Cifarelli – Presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera FAIM – quien destacaba en su presentación que «la agroindustria va a ser el eslabón para sacarnos de la crisis» ya que los alimentos van a tener un papel muy importante en la economía mundial postpandemia. Cabe agregar la importancia y las oportunidades que presenta el sector; casi el 50% de las exportaciones argentinas en el año 2019 se debió al agro, impulsado por el complejo sojero (duplicó a las exportaciones de la industria automotriz) y cuando hablamos de soja también nos referimos a la industria incorporada, valor agregado a la producción en aceites y harinas.
Otro de los sectores con oportunidades de inserción internacional es el molinero, industria pionera en el país, de las más federales y todas de capitales nacionales, que dan vida y razón de ser a muchos pueblos del interior. Argentina es la tercera exportadora del mundo de harinas, sin embargo el modelo de políticas públicas en lo productivo, fiscal, laboral y crediticio desalientan el agregado de valor. El grano de trigo argentino representa el 7% del mercado mundial, la harina de trigo el 5%, las pastas un 0,22% y los panificados tan sólo el 0,20. Resulta fundamental estimular la cadena de valor con medidas de aliento y no con más restricciones y retenciones. En ese sentido, el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) ha presentado al gobierno un plan de reactivación con medidas concretas y claras: una de ellas comprende la modificación de las retenciones para los volúmenes extras de exportación (eliminar retenciones a nuevas toneladas exportadas), criterio acertado en mi opinión para no afectar el esquema de recaudación.
Amenazantes contradicciones gubernamentales y desconfianza
En momentos de muy escasas reservas de dólares en el BCRA, las medidas que últimamente ha tomado el equipo económico en materia cambiaria y fiscal no hace más que alterar los mercados y aumentar la desconfianza de los empresarios en general y del sector agropecuario en particular. Mientras el Presidente del Banco Central habla a los gritos que hacen falta dólares y que hay que exportar no hace más que ahuyentar inversores y a los productores que buscan refugio en los silobolsas. Más de la mitad de la cosecha de soja está sin vender, siendo inédito a esta altura del año, 25 millones de toneladas por un valor de 8000 millones de dólares. A lo mencionado debe agregarse el contradictorio embate legislativo con el impuesto a la riqueza. Nadie vende a un dólar neto de $ 50, nadie compra insumos a más del doble, medidos con la cotización oficial y sus impuestos adheridos y si no hay exportaciones lejos estaremos de alcanzar las metas.
Pero eso no es todo, la financiación de largo plazo con destino a inversiones en bienes de capital (maquinarias agrícolas e industriales, construcción de inmuebles productivos, innovación tecnológica en las distintas cadenas de valor, etc) brilla por su ausencia, aún en la banca pública. No existen estímulos serios para las Pymes agroindustriales, a excepción de algunos pocos casos con posibilidades milagrosas de acceder a un Programa PAC del Ministerio de Desarrollo Productivo por tan solo $ 500.000, algo así como una aguja en un pajar. Otras entidades como el BICE y el CFI, no sólo que no disponen fondos prestables sino que no tienen estructura administrativa suficiente para atender las inmensas demandas que requiere el sector agroindustrial y otros sectores productivos.
La nueva fórmula del desarrollo es soja + energía = industria 4.0
Rogelio Frigerio, apodado El «tapir» y recordado como una pieza clave en el gobierno desarrollista de Frondizi (1958-1962) planteaba por entonces que la fórmula del desarrollo era carne + petróleo = acero. Hoy esa fórmula la representan muy bien la soja + energía = industria 4.0. La soja porque es nuestra principal exportación y tenemos la posibilidad de incrementar la generación de energía a través del gas y de todas las alternativas renovables. Falta avanzar en la integración de las cadenas agroalimentarias y agroindustriales (maquinarias agrícolas, tractores, cosechadoras) con todo lo disruptivo que brinda la industria 4.0 conocida también como la 4ta revolución industrial o internet de las cosas, capaz de aumentar la productividad, las exportaciones y ahorros de divisas.
Muchos sectores tienen potencial de desarrollo de proveedores y de tecnología, como es el caso del agro donde resulta tan importante la maquinaria agrícola y la biotecnología como agregar valor a la soja y exportar carne porcina. Y por la falta de una estrategia industrial como país, con gobiernos populistas que redistribuyen antes de producir la riqueza y por los cambios pendulares que nos alejan del mundo ocurre que el complejo de maquinarias agrícolas es hoy más chico en términos relativos al que había en las décadas del 60 y 70. Sin embargo, el sector agropecuario es muchísimo más grande, pero el de maquinarias agrícolas no pudo acompañar ese crecimiento.
Quiero cerrar con una incógnita, dejando para otra columna de opinión sobre la discusión acerca del desarrollo, por donde viene. Y creo con firmeza que «vistiendo a los recursos naturales», agregando valor, creando empleo, fijando prioridades como Estado, potenciando al que quiere producir, con políticas productivas que respondan a aquel famoso interrogante de Frigerio que utilizaba como método exitoso: ¿Qué nos hace más Nación?
Lic. Fernando Mascetti (*)
(*) Asesor de Pymes. Titular de Focus Consultora. Profesor Universitario Area Marketing. Presidente MID Tandil (Movimiento de Integración y Desarrollo) Para «El Mirador».