Mientras cae la tarde, me senté con la hoja en blanco pensando en todo lo que había escuchado durante más de dos horas. La curiosidad me había invadido desde que supe que había alguien que tenía un trabajo especial. ¿Qué podía haber en el alma de una persona que desde sus pocos años de vida soñara con volar?
Usé un poco el Google para saber quiénes habían sido los primeros en querer imitar a las aves, busqué fechas y nombres, pero nada me convencía. También busqué información sobre las diferentes aves, sus vuelos, las formas y motivos de cómo se mueven, como se organizan para emigrar, buscando un nuevo sitio para anidar y tener sus pichones.
Cada vez que leo acerca de la naturaleza y cada criatura sobre este mundo, no dejo de sorprenderme sobre la maravilla de la creación. Y como no sorprendernos con la creación del Ser Humano, que desde el inicio de la vida la evolución es una constante.
Siempre creí, y creo, que todo lo que la mente puede pensar, lo puede crear, y cada vez me convenzo más de esto.
Pero volvamos a la historia que quiero contarles, me contacté con Marcelo Etchegno, hoy juarense por elección y adopción. Marcelo forma parte de las filas de la Policía Bonaerense, de un grupo reducido que se denomina “Dirección de Seguridad y Servicios de Operaciones Aéreas” dentro de los cuales hay pilotos de avión y helicópteros; como él.
Me recibió en su casa en forma cálida y un poco tímido, ya me había anticipado que le costaba un poco hablar de él y su tarea, tal vez pensando que mi curiosidad estaba ligada a quien llevaba en su helicóptero, funcionarios importantes, gente famosa, pero yo quería saber sobre sus ganas de volar.
Preparo dos mates en época de virus, y nos dispusimos a charlar de cómo estaba el clima para aflojar un poco la ansiedad que tenía sobre mis preguntas.
Nació en Tucumán pero durante los primeros años de vida su padres se trasladaron a Buenos Aires por cuestiones laborales, precisamente en pleno Palermo “era una época hermosa, mis abuelos eran porteros de un edificio, trabajaban mucho, pero los ayudaban también las personas que vivían allí, era como una gran familia, y mis abuelos paternos vivían en Ensenada, mi abuelo trabajaba en YPF”. Recordó esos momentos de la infancia con satisfacción, con la libertad que se tenía por aquellos años a pesar de vivir en capital, de salir a jugar con los amigos, y poder trasladarse solo con un hermano a cargo en el transporte público hacía la escuela.
Llegó la separación de sus padres, y con ello la decisión de los tres hermanos de vivir con su papá “nos fuimos en unas vacaciones de invierno con mi viejo, y de ahí nos quedamos, a mamá no le gustó nada, creía que mi papá quería quedarse con nosotros, pero la verdad lo decidimos personalmente; nos adaptamos fácil, teníamos a nuestros primos, nos gustaba la escuela. Estábamos cómodos con papá y los abuelos. Creo que esos nos dio la posibilidad que ellos siempre pensaran en y por nosotros, siempre charlaban”.
Desde ese momento me contó que comenzó a sentirse atraído por la aviación, entre otras cosas la película «Top Gun» hizo un quiebre en algo que seguramente ya rondaba en su cabeza, aunque miraba revistas y buscaba todo lo que estuviera relacionado a los aviones, “yo no tenía acceso a la aeronáutica ni nadie cercano que estuviese ahí, mi viejo no apostaba a mí, creía que era imposible”.
Terminó la escuela primaria entre juegos y aventuras con sus amigos y primos, comenzó la etapa intermedia de la escuela. Me pregunté mientras seguía con su relato, si alguna vez abandonó algún resumen para dibujar un avión en su cuaderno. Su sueño estaba lejos, y aún más cuando quiso ir a Córdoba a estudiar pero la situación económica familiar no se lo permitió.
Durante mucho tiempo había jugado al básquet, y tomó la decisión de estudiar la carrera de Educación Física, llegó la posibilidad de ser entrenador, y comenzar a cobrar por ello. No dudó ni un instante y sus primeros sueldos fueron destinados a sus primeras incursiones en el mundo de los aviones. Había una etapa teórica de seis meses que tenía que cursar, para luego comenzar con la práctica. Durante este periodo realizaba la carrera de profesor y tenía como entrenador sus primeros grupos de básquet.
Su camino para ser piloto recién comenzaba, había dejado la carrera de educación física para ser soldado en la Marina como parte de lo que fue el servicio militar por elección, eso le permitió seguir cumpliendo con sus horas de vuelo que eran muy costosas, todavía se le llenan los ojos de luz cuando recuerda el primer vuelo “pasaron diez segundos hasta que despegué, lleno de miedos y preguntas, hasta que me di cuenta lo que estaba haciendo y me dije: “esto es lo mío”. Si bien estaba con su instructor, él le indicó que a partir de ese momento estaba a cargo de este vuelo, “la primera vez se te pasa todo rápido, me baje con una alegría y una emoción tremenda y me convencí que no estaba equivocado”.
Llegó el título de piloto comercial, ya era profesional y tenía en sus manos el primer paso para concretar su anhelo.
Aunque la situación económica siempre era la que marcaba el ritmo de sus proyectos nunca renunció, estaba convencido que su trabajo sería volar, porque los apasionados no piensan con la cabeza, solo sienten al ritmo del corazón. Por ese entonces su hermano lo entusiasmo para que ingresara a la fuerza policial “jamás pensé que iba a entrar a policía y lo hice, cuando les dije que era piloto me dijeron que me iban a dar los contactos para ingresar a la parte de aviones y helicópteros. Fue todo muy rápido, ingrese a la escuela de suboficiales, yo ya tenía 25 años, había permanecido durante bastante tiempo en la Marina, y no quería estar más encerrado”.
Una vez más, parecía que su sueño se terminaba; estuvo un tiempo cumpliendo funciones en comisaría y le dijeron que solo los oficiales podían volar, pero le indicaron que podía ser mecánico de aeronaves “no lo pensé, me dije estoy en lo mío, vuelo afuera, y vengo acá y hago mi trabajo, yo quería estar ahí. En enero de 2005 me trasladaron en la Dirección Aérea, y ahí comencé el curso de mecánico que duró tres años, mientras tanto, hacía horas extras, seguía volando y sumando horas de vuelo”.
En el 2009, durante la gestión de Arslanian, se unificó la Ley de Policías, y pasaron muchos a ser Oficiales “yo no logré cambiar mi rango, pero tuve la suerte de que mi jefe conociera a todos los subalternos, y sabía que yo era piloto y me propuso volar siendo suboficial, en ningún momento dudé y enseguida dije que sí.
A lo largo de estos años, fueron varios los caminos que tuvo que tomar para lograr su objetivo que era trabajar en el aire, muchas veces ese sueño estuvo lejos, a punto de esfumarse, pero hubo esfuerzo, estudio y capacitación constante, la plena convicción que todas las decisiones que iba tomando, lo llevarían al lugar que siempre había soñado.
Durante el 2010, y en un operativo de verano la fuerza lo llevó hasta Necochea donde conoció a Eugenia, pienso que tal vez enamoraron a Marcelo los ojos negros de una joven mujer, tan oscuros como los cielos que muchas veces le toco volar. No solo tiene unos ojos bellos, sino que una sonrisa amplía, un fuerte carácter, y un dulce corazón.
No puede faltar en un hombre tan obstinado y seguro de sí mismo una historia de amor, de esas que te hacen temblar hasta el último de tus argumentos, y que finalmente lo trajo a vivir a Juárez.
Hay dos hijos maravillosos y hermosos, Pilar y Manuel que completan esta familia, y hubo momentos de turbulencias en la tierra que supieron superar juntos.
Cuando le pregunté quién era Marcelo hubo un silencio de esos profundos, de esos que te descolocan, y rápidamente sus ojos se llenaron de agua, tomó la mano de su mujer, que lo escuchaba atenta y lo miraba con ojos de admiración, “ella es mi comandante” me dijo, con todo lo que significa eso para un piloto de avión. Sonriendo me dijo también “Marcelo es un chico con un gustos caros, pero que quiso aprender, que luchó por sus sueños y nunca se rindió, es una persona que quiere seguir aprendiendo. Quiere dejarles algo a sus hijos, mi familia es lo más importante en mi vida, me esperan los tres, me siento apoyado y eso me fortalece. Yo trato todo el tiempo de demostrarle que todo con esfuerzo se puede conseguir, no soy ejemplo, pero si yo pude hacerlo puede cualquiera, cuesta muchísimo y en este país más, pero la diferencia está en la voluntad que uno tiene. Marcelo es el chico que quería volar, que se esforzó y se esfuerza por seguir volando hasta que llegue el día que no lo pueda hacer más”.
Charlamos un rato más, y me retire de la casa de esta hermosa familia. Me fui pensando cuales serían los motivos de aquel niño para querer volar. ¿Era solo un sueño, o habrá creído que era la forma de escapar de situaciones que no lo hacían del todo feliz? ¿Se habrá sentido preso de alguna tristeza y buscaba en esos vuelos la libertar para Ser?
Tal vez, solo fue su sueño, y vaya que lo pudo cumplir y lo cumple. Pero siempre está en ese alma libre la necesidad de volver al cielo, de atravesar las nubes para sentirse pleno.
Vaya combinación que te propone la vida, los sueños en el cielo, y el corazón en la tierra.
Lorena Arlán