A partir de los primeros casos de COVID 19 reportados a principios de este año y su rápido incremento en el mundo, caracterizándose como pandemia, se puso en tensión el derecho a la salud.
El sistema de salud tiene capacidad en recursos materiales y humanos como también en planificación operativa para responder a la demanda de prevención, asistencia y rehabilitación en salud para la población, pero la presión que ejerce la pandemia sobre este, provoca grandes dificultades para que pueda garantizar las respuestas adecuadas. Los servicios sanitarios debieron reorganizarse priorizando la atención de pacientes con COVID-19, dejando en un segundo plano el cuidado de pacientes con otras enfermedades.
La falta de personal sanitario, material y/o espacio, las dificultades en los desplazamientos a los centros sanitarios o de complejidad, la modificación del tratamiento habitual, etc., se manifiesta en retrasos en el diagnóstico de las enfermedades, así como demoras, modificaciones o interrupciones en el seguimiento, control y tratamiento de enfermedades crónicas prevalentes en la población ( quirúrgico, farmacológico, oncológico, etc.).
Otra dimensión que se vio afectada es la de los estilos de vida, evidenciándose una notable reducción en la movilidad física por diversos motivos como la ausencia de un compromiso laboral/educativo/ diario, la dificultad o el impedimento para acceder a espacios comunitarios o de esparcimiento.
El aumento del estrés, la ansiedad a causa del aislamiento, y el tiempo en los hogares también causaron cambios en los hábitosalimenticios, se consumen alimentos elaborado/ caseros, se aumentó la cantidad de alimentos desaconsejados como harinas, golosinas, gaseosas y alcohol, al tiempo que se ha reducido el consumo de frutas y verduras.
La pandemia también incremento de manera significativa los problemas de salud mental en forma de síntomas de ansiedad y depresión, uso abusivo de alcohol y otras drogas y violencia en el hogar.
Es momento de reflexionar sobre el derecho a la salud, sin dejar de preocuparse y cuidarse de este mal, visibilizar al colectivo de personas mayores como población vulnerable a los efectos de salud, sociales y económicos producidos por la pandemia. Asegurar la continuidad del acceso a la salud para lograr niveles de bienestar físico y emocional. Planificar una reorganización del sistema sanitario que sea capaz de atender emergencias sin descuidar el cuidado de personas con enfermedades preexistentes. Prevenir problemas de salud mental, fomentando la detección temprana de síntomas de ansiedad y depresión y realizar seguimientos.
Como comunidad empoderarnos de nuestro bienestar y del de nuestros seres queridos, escuchando, involucrándonos.
Estar atentos a nuestro cuerpo y sus manifestaciones, realizar autocontroles de las constantes vitales como la tensión arterial y temperatura, de niveles de glucemia a modo de prevención. Alcanzar hábitos saludables de alimentación y actividad física.
La salud es un derecho pero también es una responsabilidad.