Su residencia actual está en Berlín capital de Alemania y uno de los dieciséis estados federados alemanes, Berlín es la ciudad más poblada del país y de Europa Central, además es la más influyente en el ámbito político de la Unión Europea.
Sus calles aún memorizan el pasado, caminar por sus calles es revivir la desolación de aquella época y aunque supo renacer a muchos les duele esa parte de la historia.
Franco Mendía partió hace dos años con el fin de conocer, de seguir estudiando y trabajar a la vez adaptándose a esta cultura de primer mundo que tiene maravillas por ser descubiertas, pasó por algunas ciudades pero volvió a Berlín para seguir creciendo.
Su familia vive en Juárez y pudo compartir una parte de este viaje con su papá que lo visitó el año pasado, aún no tiene fecha de vuelta en su agenda y en un año atípico donde el Covid hizo que viviéramos el día a día, Franco disfruta de este destino llamado realidad.
Desde El Mirador nos contactamos con él, de inmediato accedió a escribirnos un texto y enviarnos imágenes para el disfrute de nuestros lectores.
“Desde 2018 estoy viajando por Europa. Empecé mi viaje en abril de 2018 cuando partí desde Capital Federal hacia Berlín, llegué habiendo aprendido un poco de alemán en Argentina y ya acá con el día a día me fui poniendo en onda.
En Berlín viví durante un año, trabajé en cafés y tiendas, todas tareas que me permitían llevar un estilo de vida que coincidiera con lo que tenía ganas de hacer en ese momento: conocer la ciudad y viajar por Europa.
Berlín es una ciudad muy particular ya su historia lo es: construida sobre un pantano, lugar de los kaisers, centro de cultura y movimientos artísticos durante la época entre guerras, destruida, sitiada y dividida luego de la Segunda Guerra mundial hasta su unión oficial en una sola ciudad nuevamente en 1990.
Aún hoy en día hay restos del muro, esquirlas y marcas de balas en edificios históricos. Hoy sigue siendo un centro cultural alternativo muy importante, una de las mecas para conocer el circuito de la música electrónica, y es la ciudad más verde de Europa (hay zonas verdes y lagos donde se puede ir a nadar por todo la ciudad).
Aún así, Berlín es una isla dentro de Alemania, no la consideran como una sociedad alemana pura y un poco de razón tienen, ya que es muy multicultural, para que se den una idea, es el lugar con mayor ciudadanos turcos fuera de Turquía, y también tiene una comunidad Vietnamita muy fuerte esto debido a que de gobierno del este trajeron mano de obra de Vietnam, y del oeste, mano de obra turca. Muchos de sus barrios a mi me hacen acordar a Capital Federal por sus calles de empedrado, arboles que dan sombra a toda la calle y la vida de bares” nos relató Franco.
Durante ese año también hizo varios viajes por diferentes países de Europa y fue a lugares con los que siempre había soñado. El evento más importante desde lo personal fue asistir al GP de Bélgica en Spa Francorchamps en 2018 un circuito de la vieja escuela que está en el medio del bosque de las Ardenas, “Además, tuve la suerte que ganó Ferrari”
“Luego del año en Berlín (y fin de la visa), con un amigo decidimos seguir y fuimos a Dinamarca. Precisamente a Copenhagen una ciudad muy diferente de la que venía, mucho más chica y “linda”, zonas de arquitectura de avanzada donde te sentís dentro de una maqueta y una infraestructura pensada para la bici, allí también trabajé en bares y deliveries.
Un lugar muy tranquilo, donde en un barrio residencial podía dejar la bici sin candado todo el tiempo. También tenía su lado que no me gustaba mucho, una sociedad más difícil para entrar, un invierno súper oscuro (15:30 es de noche por ejemplo), lluvioso y ventoso, y una especie de arquitectura donde todo es igual y perfecto.
Ese año también me fui de viaje por algunos países de Europa y pude convencer a mi papa para que venga a ver el GP de Italia en Monza, otro circuito que está desde el inicio de la F1 y también vimos ganar a Ferrari, ¡después de 10 años!”.
La pandemia no es ajena en aquella parte del mundo, Franco debió adecuarse a las medidas por el Covid, “En Copenhagen también me agarró el COVID, el 13 de marzo cerraron todas las fronteras y todos los negocios. Sólo se aceptaba delivery pero nunca se prohibió salir a la calle. No había que juntarse ni en las casas, ni en los parques con más de 9 personas siempre se respetó la distancia y las personas te lo hacían sentir. Claro está, también hubo una especie de manía por el papel higiénico la primer semana pero después de unas más se fueron relajando las mismas.
Honestamente ni se sintió como ciudadano porque los restaurantes y bares podían estar abiertos hasta las 2 a.m, recién unos días antes de irme hicieron obligatorio el uso de tapabocas o barbijo en el transporte público.
Creo que se manejó muy bien el tema, no sólo de parte del gobierno, sino desde la ciudadanía. También es importante aclarar que el tamaño de ciudad, la infraestructura, los recursos, y las necesidades de la sociedad son muy diferentes a otras realidades, por eso no comparo con otros países y hablo desde lo que viví”.
Juarense por naturaleza, otro joven más que salió al mundo para escribir su propia historia, entre experiencias laborales, conocer nuevos amigos y extrañar su lugar cumple su sueño en una ciudad que aún se reiventa.
Equipo El Mirador