Cada vez que se celebra el Día del Periodista, debe ser un momento de reflexión y autocrítica, aplicando el mantra “qué puedo hacer para mejorar esto”. Albert Camus decía que contar mal las cosas es aumentar las desgracias del mundo, y eso ocurre cuando el periodista pierde de vista la capacidad de servicio que conlleva la profesión y cae en el desprestigio ante su comunidad por perseguir objetivos personales o sectoriales.
Me preocupa cuando se usa el periodismo para otros propósitos que no tienen como rumbo la búsqueda de la verdad. Antes creíamos en los periodistas y medios que estaban en ese camino. Hoy como sociedad ya no creemos en sus intenciones, porque está totalmente revelado que si ponemos una determinada radio, canal de TV, red social o publicación gráfica, sabemos que tiene una clara línea política que exhiben, la mayoría de las veces sin pudor, en favor de un partido y en contra de otro. Un amigo se quejaba “cada vez es más difícil creerles a los periodistas”, decía, y tiene razón.
Por todos lados aparecen panelistas y periodistas que no lo son y que hacen afirmaciones y cuestionamientos sobre algo que recibieron en el Whats App, sin chequear la veracidad. Se perdió la rigurosidad de la información. La saturación de noticias y la velocidad de las mismas, hacen que se puedan decir barbaridades, que cuatro programas después desmienten, sin que se les mueva un pelo. Eso hace daño a la profesión, porque la percepción de la sociedad es que todos somos iguales.
Siempre hice diferencias entre el periodismo de los grandes medios y grandes ciudades, con el del interior profundo. Este último siempre fue más auténtico, más sano… Al menos eso ocurrió en tiempos en que me tocó ejercerlo en Juárez, donde como Director del Diario El Fénix tenía la absoluta libertad de opinión. Pude hacer críticas a un funcionario de la Municipalidad, que era uno de los dueños del diario. Su calidad moral y convicción en el ejercicio de la libertad de prensa, hizo que optara a defenderse enviando una carta pública a la dirección. Los dos buscábamos llegar a la verdad y cada uno aportó su punto de vista, sin grieta, con respeto y con diálogo.
Hoy es imprescindible que el periodismo se vacune contra el virus de la grieta, que es muy nocivo para una sociedad que está en terapia intensiva, por los dolores que le causan la falta de horizonte, el desconcierto y tantos males que arrastramos desde hace muchas décadas.
En este 7 de junio, a todos los que ejercen el periodismo en mi ciudad les envío un fuerte abrazo y el deseo de que sigan trabajando en la búsqueda de la verdad, con ética, responsabilidad y equilibrio. Todos creemos en eso, pero cuidado con el virus, miremos lo que estamos haciendo, porque a veces podemos creer que todo está bien y puede resultar que seamos… periodistas asintomáticos.
Feliz Día del Periodista!!!