Cada conmemoración de un nuevo aniversario nos motiva a tener un planteo de celebración, por el arribo del acontecimiento y por la mirada adelante, como augurio sobre el cumplimiento delos objetivos ideados. Al mismo tiempo, nos moviliza a avizorar y advertir abiertos horizontes para otras posibles etapas y aventuras de progreso que no convocarán para ser sus fervientes realizadores.
Durante estos motivantes sucesos se producen infinitas valoraciones ,inspiradoras estimaciones, donde vemos expuesto todo lo que somos, nuestras historias y nuestro devenir. Nos consideramos y nos vemos a nosotros mismos dentro de esos logros y en las pretensiones futuras de hasta dónde queremos llegar.
En las distintas comunidades estas aspiraciones lógicamente, se multiplican, se diversifican y adquieren la dimensión de un universo maravilloso, prefigurando en cada anhelo el entramado de esfuerzos y entregas, buscando las realizaciones plenas para cada uno de los objetivos que vamos soñando, culminando en la visualización categórica y satisfactoria que nos brindan las ilusiones concretadas.
El recorrido de Benito Juárez, nuestro terruño, no escapa a esa visión. En cada tiempo de su historial ha contado con forjadores de anhelos y denodados ejecutores. Esforzados realizadores y visionarios ejemplares.
Es el devenir y el acontecer de todos los pueblos. Sus sueños y sus luchas. Sus héroes anónimos y sus vigorosos populares. Los que ayer tuvieron el anhelo y el empeño de conformar una comunidad. Los que aceptaron e hicieron propio ese desafío. Los que visualizaron en la nada de entonces el embrión de un pueblo en desarrollo. Los que dotaron de crecimiento los primigenios empujes, imaginando desde el esfuerzo acorazonado, la dedicación sin tregua y el empeño incesante la concreción de lo que en un entonces, sólo era un proyecto en la inmensidad del tiempo.
Hoy, a ciento cincuenta y cinco años de aquel bosquejo, celebramos todo lo realizado y lo que se ha logrado. Todo lo que nos legaron los hacedores de su vigencia y de su historia. El homenaje que propiciamos a todos, a los que fueron y a los que somos sus habitantes, nos compromete a seguir siendo, más allá de los altibajos , exigencias y contratiempos, más juarenses que nunca. Esto es seguramente el estímulo que cada uno alimentará en su corazón y su sentimiento para seguir siendo parte de nuestra querida comunidad.